Sobre fortalezas y debilidades

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Uno de los efectos más perniciosos de la agitada vida moderna está configurado por el perfil psicológico de los individuos, que a pesar de vivir integrados al planeta a través de complejas redes sociales y digitales, se han convertido en seres confundidos y frecuentemente  manipulados. Estas características afectan cada vez más a niños y jóvenes en todas partes, y de manera muy particular a nuestro país donde una alta proporción de la juventud sufre problemas de "matonaje" digital y presencial.

Los humanos están siendo inducidos a aceptar pasivamente determinados conjuntos de ideas, pautas y paradigmas - casi todos con un marcado acento simplista y violento -, mientras rechazan otros, a menudo con la irracionalidad que caracteriza a los reflejos condicionados (es decir, se impugna todo pensamiento que no se acomode al nuestro, generalmente por razones ideológicas). Este fenómeno se ha visto aumentado y asistido en el mundo actual por el ocaso de los temas espirituales en vastas regiones de occidente, lo cual ha debilitado aquellos mecanismos psicológicos con los que las personas tradicionalmente se han relacionado con lo trascendente. Cuando se pierden estos valores, tenemos a seres profundamente confundidos y solitarios, que son presa fácil de las corrientes degradantes y violentas que hoy circulan en las redes sociales.

Así, la gente va perdiendo la fe en muchos aspectos del sistema propiamente tal; se duda de las personas y hasta la familia ya no es del todo confiable. Se ha perdido la compostura y ahora no se tiene que probar nada a nadie. Se falsea la verdad abiertamente y el orden moral está sujeto simplemente al ser humano como individuo, a la voluntad de cada cual; o también a los designios de quienes mienten descaradamente y venden ilusiones que se desvanecen tan rápido como el humo. En el Chile actual podemos presenciar mucho de lo anterior, por desgracia para nuestro futuro bienestar.

A pesar de que estamos siendo bombardeados con mensajes libertarios centrados en la dignidad de las personas, como si no tuviéramos un conocimiento acabado de estas materias y no identificáramos claramente el trasfondo político e ideológico de su contenido; a pesar de que estamos en un país donde muchos piensan sólo en su propio bienestar y son solidarios únicamente por conveniencia; a pesar de que demasiados político y  demasiadas organizaciones de vanguardia intentan convencernos sobre su visión de los acontecimientos sociales, y entienden la justicia de manera absolutamente parcial, limitada, tergiversada; justamente por todo ello, y bastante más, no se hace difícil afirmar que mantenemos las antiguas tradiciones de respeto a la vida, a las personas y a un entorno donde prime la convivencia pacífica. Y esto no es ser débil, sino todo lo contrario.

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