Un sorpresivo resultado electoral en Argentina

Contra todos los pronósticos, el candidato oficialista lideró la primera vuelta y tiene la primera opción de ganar en noviembre, pese a ser el representante de un gobierno que ha profundizado la severa crisis económica que atraviesa el país.



“Yo a esta altura no entiendo nada lo que pasa en Argentina”, decía la noche del domingo el conocido periodista argentino Jorge Lanata. Y razones para el desconcierto había tras conocerse los resultados de la primera vuelta electoral. Hasta el sábado pasado la discusión entre muchos analistas era si la carta de la Libertad Avanza, el libertario Javier Milei, lograba o no ganar en primera vuelta. Sin embargo, a las nueve de la noche del domingo la pregunta era otra: ¿lograría o no el candidato oficialista Sergio Massa llegar al 40% de los votos y ganar en primera vuelta?

La política argentina volvió a dar sorpresas. Luego del inesperado resultado de las primarias de agosto pasado, que lideró Javier Milei, el domingo fue el abanderado oficialista y actual ministro de Economía de un país con una inflación que bordea el 140% y un dólar paralelo que pasó de los $ 400 a los $ 1.000 en poco más de cinco meses, quien salió primero, contra todo pronóstico. Massa sumó más de 4 millones de votos desde las primarias, mientras que Milei sólo 500 mil, llegando el primero al 36,6% de las preferencias y el segundo apenas al 29,9%.

Más allá de los problemas que nuevamente exhiben las encuestas en Argentina, la pregunta es por qué la gente se inclinó por el candidato oficialista pese a los evidentes problemas que atraviesa la economía trasandina y los reiterados casos de corrupción que sacuden al sector que representa. La actual vicepresidenta, por ejemplo, fue condenada en primera instancia por uno de varios casos de enriquecimiento ilícito y defraudación al fisco que enfrenta y durante la campaña otro escándalo involucró al jefe de gabinete del kirchnerista gobernador de Buenos Aires.

La respuesta a esa pregunta parece estar en, al menos, dos factores. Por una parte, el candidato oficialista -que durante toda la campaña intentó marcar distancia con el kirchnerismo- no dudó en usar su actual cargo para adoptar medidas populistas, como la exención parcial del impuesto a las ganancias y la devolución del IVA a más de 9 millones de argentinos, entre otras, pese a los efectos que ello puede tener para una economía al borde de la hiperinflación. Y segundo, logró movilizar el aparato territorial peronista, beneficiándose del alza en la participación, que pasó de 71% en las primarias de agosto a poco más de 77% el domingo pasado.

Al frente, además, Massa tuvo a una oposición dividida, tanto entre los libertarios de Milei y Juntos por el Cambio, como dentro de esta última coalición, entre grupos más afines al expresidente Mauricio Macri y sectores ligados a la Unión Cívica Radical. Una situación que puede terminar conspirando contra un triunfo opositor en noviembre, que hace sólo seis meses parecía un hecho seguro. Mientras Milei mostró una escasa capacidad de sumar nuevos votantes, Massa no sólo logró hacerlo sino que también apuesta por atraer a los sectores radicales para el balotaje.

Si bien ahora comienza una nueva campaña y es imposible distribuir a priori los votos de los candidatos que quedaron en el camino, los análisis preliminares ubican al actual ministro de Economía como el favorito de cara al 19 de noviembre. De ser así, el triunfo de Massa no sólo demostrará la increíble resiliencia del peronismo, que pese a bajar su apoyo parece seguir siendo una fuerza política incontrastable en el país, sino que volverá a alejar la posibilidad de que Argentina dé los pasos necesarios para romper un ciclo político que ha dividido a la sociedad trasandina y dejado a la economía al borde del colapso.

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