El fin del bacheletismo (y otros ismos)

14 de marzo de 2018/SANTIAGO Los ex presidentes llegan hasta el Palacio de la Moneda para participar de una reunión de trabajo con el Presidente de la República, Sebastián Piñera. La Ex presidenta Michelle Bachelet llega al Palacio de la Moneda. FOTO: SEBASTIAN BELTRÁN GAETE/AGENCIAUNO

El paupérrimo resultado presidencial de Paula Narváez y la escasa injerencia de la expresidenta en estas elecciones son síntomas -para muchos- del término de uno de los últimos grandes liderazgos de nuestro país. A este final, que la fundación Horizonte Ciudadano niega con varios argumentos, se suma la anterior expiración del laguismo, la agonía actual del lavinismo y el girardismo, entre otras corrientes que “roncaban” en sus respectivos bloques. ¿Y el piñerismo? Está por verse.


¿Michelle Bachelet la felicitó por su triunfo en la consulta ciudadana?, preguntó La Tercera el domingo pasado a Yasna Provoste.

“No he conversado con ella”, respondió la candidata y exministra de su primer gobierno, precisando que “ella tiene una responsabilidad internacional muy grande”.

La respuesta de la candidata presidencial del Nuevo Pacto Social (quien no era la carta de Bachelet) denota el distanciamiento de la exmandataria con la contingencia política de nuestro país.

Hace un poco menos de cuatro años, Ascanio Cavallo advertía que Bachelet estaba “preparando el escenario” para volver a gobernar en 2022. “Solo así se entiende -agregaba el flamante premio nacional de Periodismo- la excesiva preocupación por su legado”.

Por esos días, el círculo de hierro de la entonces mandataria (integrado por su jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte; la vocera Paula Nar-váez y el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy) buscaba blindarla de las esquirlas de la Operación Huracán (conflicto entre la fiscalía y Carabineros por la adulteración de pruebas en ataques incendiarios en La Araucanía) y organizaba pautas -y entrevistas con medios internacionales- destacando los logros de su segundo gobierno, como el fin del lucro y el copago en la educación particular subvencionada, la gratuidad en la educación superior, el nuevo sistema electoral parlamentario que reemplazó al binominal y los esfuerzos realizados para impulsar un proceso constituyente.

¿Qué pasó en estos años en que el bacheletismo no logró consolidarse como una fuerza política?

“El bacheletismo era Bachelet. No era nada más que eso, y si ella está ausente (en septiembre de 2018 ella asumió como alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos) desaparece. Ella nunca fue capaz de transferir mucha votación a otro, incluso ella misma no tenía la votación que marcaba su popularidad y no pudo ganar en primera vuelta ninguna de las dos veces en que fue candidata”, dice hoy el mismo Cavallo.

Durante los años de gloria del bacheletismo se ungió a varios sucesores -como Carolina Tohá, Nicolás Eyzaguirre, Andrés Velasco, Rodrigo Peñailillo y recientemente a Paula Narváez-, sin embargo, ninguno de ellos logró consolidar un liderazgo como el de ella.

Para Peñailillo, quien fue su jefe de gabinete en su primera administración y ministro del Interior al inicio de su segundo periodo, está muy claro lo que pasó: “El bacheletismo comienza a debilitarse a mediados de 2015, cuando se deja de lado el impulso transformador con que había llegado su gobierno. Ese es el comienzo del fin”, señala el ingeniero, quien este año quiso ser candidato a senador por su expartido (PPD), pero no fue respaldado, a raíz de su involucramiento en el caso SQM de financiamiento irregular de la política.

“Se imponen fuerzas conservadoras transversales que creían que Chile era mejor sin esos cambios profundos, y en 2016 se opta por no perseverar en las reformas que se habían iniciado, lo que fue acompañado por la llegada de una generación que llevó a su gobierno a ser una nueva Concertación. Un ejemplo fue que la nueva Constitución, una de sus grandes promesas, quedó en nada. Esas cosas hacen que el bacheletismo haya perdido la fuerza y convicción con que se paraba ante la ciudadanía”.

El exdelfín de Bachelet, quien no volvió a hablar con su jefa desde que dejó Interior en 2015, remata: “Lamentablemente todo termina con una candidatura (Narváez) que ni siquiera saca los votos de su propio partido”.

El “dedazo”

La mañana del 28 de diciembre del año pasado, la noticia se viralizó rápidamente: Bachelet firmaba la carta de un grupo transversal de mujeres y militantes socialistas que solicitaban a Narváez que asumiera una candidatura presidencial.

La exgobernante removía las aguas del PS y del resto de la centroizquierda, golpeando de paso las postulaciones de sus excolaboradores -Heraldo Muñoz y Marcelo Díaz- y lapidaba la esperanza de algunos de que pudiera apoyar a Daniel Jadue.

Sobre el llamado “dedazo” de Bachelet hay dos versiones: una señala que la exgobernante no fue la autora intelectual de la candidatura de su exvocera y que se sumó cuando las cosas estaban encaminadas.

La otra versión asegura que Bachelet jugó un rol activo en la “operación” para desbancar a Álvaro Elizalde como candidato presidencial del PS. “Por esos días existía un consenso en la élite socialista en que el partido, sin un liderazgo potente, debía llevar un candidato ‘nominal’, es decir, un postulante con el cual se pudiera negociar”, cuenta una fuente ligada al PS. “Ese nombre –agrega- era Álvaro Elizalde, pero la intervención de Bachelet, quien se encontraba en Santiago pasando las fiestas de fin año, cambió las cosas”.

Consecuencia de ello o no, lo cierto es que la directiva socialista nunca se puso detrás de Narváez, como lo denuncian hoy cercanos a la sicóloga que hoy busca nuevos horizontes.

Camilo Escalona, expresidente del PS, le resta dramatismo al pobre resultado obtenido en las primarias ciudadanas. “Competimos con Paula Narváez y perdimos. Ni más ni menos. El proceso constituyente abrió una nueva etapa, donde surgirán nuevos liderazgos que reconfigurarán el nuevo rostro del socialismo chileno”.

Consultado por la huella de Bachelet en el PS, Escalona dice que es temprano para hacer un juicio, más aún –dice- en un partido en que sus figuras han sido valoradas con el paso del tiempo, como Eugenio González y Clodomiro Almeyda.

La defensa de su fundación

Sin su presencia en Chile, Bachelet ha buscado mantener vivo su legado a través de dos fundaciones -Dialoga y Horizonte Ciudadano- pero ninguna de las dos se ha transformado en un referente político de influencia.

Dialoga fue el centro de operaciones del círculo de hierro de Bachelet tras terminar su primera administración y, sin querer, a través del movimiento Sentidos Comunes, se convirtió en la cuna de Revolución Democrática y el Frente Amplio. La fundación cerró sus puertas en 2016 por falta de recursos.

Dos años más tarde, en agosto de 2018, Bachelet inauguró Horizonte Ciudadano, entidad que se mantiene activa hasta hoy y se encarga de difundir las escasas opiniones de la exgobernante sobre la contingencia nacional.

Desde ahí señalan que el bacheletismo está muy presente hoy en la política chilena y entregan una serie de datos objetivos: en las elecciones de gobernadores ganaron cinco exintendentes de Bachelet: Miguel Vargas (Atacama), Claudio Orrego (RM), Pablo Silva (O’Higgins), Rodrigo Díaz (Biobío) y Jorge Flies (Magallanes). A ellos se añade su exgobernadora provincial, Cristina Bravo, que ganó en el Maule, y su exdirector provincial del Serviu, Óscar Crisóstomo, que triunfó en Ñuble.

Y agregan que varios exmiembros de Bachelet 2 compiten en la senatorial metropolitana, entre ellas, Paulina Vodanovic, quien ejercía la presidencia de la fundación.

“Otra cosa muy distinta es la política de alianzas, donde estamos en la mitad de una reconfiguración del escenario. Y otra cosa es que los partidos que la acompañaron no han sido capaces de actualizarse a la velocidad que Chile impone. Ninguno, desde la DC al PC, lo ha hecho realmente”, afirma Xavier Altamirano, director ejecutivo de Horizonte Ciudadano, quien agrega que el diagnóstico y la forma de responder a los retos que caracterizaron a la expresidenta en sus gobiernos están muy presentes en la discusión de hoy. Y enumera: “Alianzas políticas amplias, Estado protector y garante de derechos sociales, proceso constitucional participativo, conquistas del feminismo, energías limpias y conservación ambiental, reconocimiento de nuestra diversidad, descentralización, inversión contracíclica en la crisis financiera del 2008, sistema electoral representativo, entre tantos temas que se tienden a olvidar”.

Altamirano señala que la tarea del think tank hoy es impedir un nuevo gobierno de derecha y colaborar en puntos de entendimiento entre los dos bloques opositores que compiten en primera vuelta. “Ni Apruebo Dignidad ni el Nuevo Pacto Social tendrán la fuerza para gobernar solos”, advierte.

Sebastián Depolo, líder de RD y quien fue el encargado del área de jóvenes de Dialoga, dice que “la Nueva Mayoría fue frustrada por un boicot interno que se graficó en el lema ‘realismo sin renuncia’, lo que dañó el potencial transformador del proyecto que lideró Bachelet y, a mi juicio, quedó en la retina de la gente y en la evaluación que se hace de sus principales liderazgos”.

Consultado si cree que una parte de ese bacheletismo se encuentra hoy en el FA, Depolo (actual candidato a senador por la RM) responde: “El socialismo chileno está hoy expresado en diversas orgánicas y movimientos. Para mí, la distinción principal es entre quienes defienden la tercera vía socialdemócrata, que se aleja del espíritu allendista de transformación, y los que buscan construir socialismo en el momento actual, aprendiendo de las lecciones del pasado, que es lo que estamos intentando con la candidatura de Gabriel Boric”.

La agonía de otros ismos

“Yo ya no pertenezco a ningún ismo, me considero vivo y enterrado”, dice el rockero argentino Fito Páez en su canción Al lado del camino.

“Más que en los ismos, yo pondría el eje en la crisis profunda de los partidos que se arrastra desde hace bastante tiempo”, afirma la historiadora Isabel Torres Dujisin, quien ha investigado los procesos políticos en los los siglos XX y XXI.

Para la académica de la U. de Chile, Lagos, Bachelet, Piñera y Lavín tienen un punto en común: “Los cuatro se distancian de sus propios partidos, a diferencia de los liderazgos importantes del siglo XX, como Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende, por ejemplo, quienes fueron líderes de sus partidos y encabezaron proyectos de más larga proyección”.

Para muchos, el laguismo se acabó el 9 de abril de 2017, cuando esa tarde, en el estadio El Llano, en San Miguel, el comité central del PS proclamó a Alejandro Guillier con 67 votos a favor- como candidato presidencial, mientras el expresidente obtuvo 36 sufragios.

Lo mismo podría decirse del lavinismo, cuando el domingo 18 de julio, Sebastián Sichel se impuso al exalcalde por un amplio margen en las primarias oficialistas.

Rodrigo Arellano, vicedecano de la Facultad de Gobierno de la UDD, afirma que, “más allá de su derrota, las ideas de Lavín seguirán muy presentes en la centroderecha y en el mundo municipal por mucho tiempo”.

Son dos legados diferentes, explica Arellano, quien fue uno de los jefes de su última campaña: “En el mundo local su herencia será la gestión y las ideas innovadora en beneficio de los vecinos más vulnerables, y en la campaña de Sichel el desafío de la inclusión social en tranquilidad y con crecimiento económico estará muy presente”.

Según Rodrigo Arellano, quien fue uno de los jefes de la última campaña de Lavín "el desafío de la inclusión social en tranquilidad y con crecimiento económico estará muy presente en la centroderecha”.

La vigencia que tendrá el piñerismo tras el fin de su segundo mandato, el 11 de marzo de 2022, está por verse.

Para Roberto Méndez, experto en opinión pública, el piñerismo existe y se mantendrá vigente por muchos años, no como una ideología, pero sí como una visión pragmática por la capacidad de gestión ante catástrofes, como el terremoto y la pandemia. Eso asegura su vigencia en un país como Chile”.

Para el expresidente de Adimark existe un paralelo en sus dos gobiernos, en que Piñera enfrentó crisis sociales que no pudo manejar bien, pero sí guió con éxito otros conflictos naturales. “En 2011 no le fue bien con la revuelta estudiantil, pero sí manejó correctamente la reconstrucción del terremoto de 2010 y la economía. En esta segunda administración se repite el conflicto social que se le salió de las manos, a partir de la explosión de octubre de 2019, pero el manejo de la pandemia es apoyado hou por un impresionante 65% de la población”.

Para el expresidente de Adimark, Roberto Méndez, “el piñerismo existe y se va a mantener vigente por muchos años, no como una ideología, pero sí como una visión pragmática por los resultados y capacidad de gestión ante catástrofes, como fue el terremoto y ahora la pandemia”.

Méndez concluye: “Todas las encuestas muestran a Sichel, que podríamos decir es un producto del piñerismo, con una gran opción de pasar a segunda vuelta”.

Las corrientes internas o “lotes” que marcaron a los partidos en las últimas décadas también se han ido desdibujando. En la DC se habla hoy con nostalgia de “guatones”, “chascones” y “colorines”.

En el PS tampoco existe la correlación de fuerzas -Nueva Izquierda, renovados y terceristas- que equilibró al partido durante la transición. Y en el hoy debilitado PPD, el “girardismo” -que tuvo las riendas del partido durante décadas- está de retirada con la salida de su líder Guido Girardi del Congreso y la falta de continuadores de su peso en la colectividad.

En el hoy debilitado PPD, el “girardismo” -que tuvo las riendas del partido durante décadas- está de retirada con la salida de su líder Guido Girardi del Congreso.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.