El joven líder de la ciudad milenaria

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El sorprendente y muy odiado puntero alemán, el RB Leipzig, es un club surgido en 2009 desde la chequera del dueño de Red Bull.




Leipzig es una ciudad fundada en el siglo XI y que para los amantes de la música resuena por haber sido la cuna de Richard Wagner y la tumba de Johann Sebastian Bach, además de tener a la Gewandhausoschester, una de las orquestas sinfónicas más antiguas del mundo.

También ahí nacieron científicos, filósofos, pintores y empresarios, pero de fútbol, poco y nada: apenas ha producido al arquero René Adler, seleccionado alemán y compañero de Marcelo Díaz cuando pasó por el Hamburgo.

Eso, hasta que el dueño de la empresa Red Bull, el austríaco Dietrich Mateschitz, puso los ojos en la zona este de Alemania, donde había una pobre oferta futbolística. Por las normas de protección que considera el fútbol alemán, Mateschitz se vio obligado a adquirir al SSV Markranstädt y partir desde la Quinta División. Fue un camino veloz, porque en 2013-2014 alcanzó la Tercera; en la temporada siguiente, la Segunda, y en ésta, el paso final: la Bundesliga.

Así, pasó de poco más de dos mil asistentes promedio, desde su adquisición y cambio de nombre, hasta los casi 30 mil del presente torneo. Y desde el sábado es el nuevo líder del campeonato, luego de que ese día el Bayern perdiera por 1-0 en su visita al Dortmund y de que el viernes Leipzig venciera por 3-2 en Leverkusen.

Parece un sueño, pero ha tenido un buen grado de costo y polémica. Una inversión alta, aunque no desorbitante para el medio europeo; la compra de jugadores juveniles e infantiles de otros equipos; algunas resquicios legales y el odio de muchos hinchas alemanes, que ven al club como un paradigma del deporte como negocio y no como símbolo de tradición o identificación regional. Asi, nadie parece querer mucho al Leipzig. El viernes, el bus del equipo fue apedreado en Leverkusen, en la última de las agresiones que comenzaron con el célebre lanzamiento de una cabeza de toro sobre el césped en Dresden, en agosto.

El presidente del Dortmund, Hans-Joachim Watzke, recalcó esta odiosidad al declarar esta semana: "Se juega al fútbol para promocionar una bebida (...). El aficionado alemán tiene tradicionalmente una relación muy íntima con su club. Cuando se plantee: 'Ya no soy un aficionado, ni un miembro, sino un cliente', entonces tendremos un problema", recalcó. Nada raro, entonces, que los hinchas del cuadro del Ruhr hayan decidido no asistir al partido en Leipzig, como rechazo al "nuevo rico".

Además, han abundado los lienzos contra el equipo de los Toros Rojos en diversas canchas de Alemania, así como contra sus directivos. "Rangnick: puta del fútbol moderno", decía un lienzo de los aficionados del Karlsruher en contra de Ralf Rangnick, el ex DT y actual director deportivo del Leipzig.

En otras ocasión, el bus de los sajones fue cubierto con facsímiles de billetes de 100 dólares. Y, en el ataque de mayor dureza, los aficionados del ErzgebirgeAue desplegaron una pancarta que aludía a la nacionalidad austríaca de Mateschitz, vinculándola con el nazismo.

Pese a todo eso, hoy manda. Con 27 puntos, tres más que el Bayern, demuestra que todo es cuestión de inversión y método. Muy alemán, por cierto.

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