Embarazo arcoíris: el duelo y la esperanza después de la pérdida de un hijo




Cuando hablamos de embarazo, probablemente la ilusión de una mamá que espera ansiosa a su guagua es una de las primeras nociones que se viene a la mente. Pero para muchas mujeres, incluso aquellas que anhelaban la maternidad, los nueve meses de espera son un período lleno de aprensión. Así lo relata Stephanie Galan, matrona, quien a los 33 años esperó con ansias a su hijo Noah pero para quien las cosas no fueron como esperaba. “A las 23 semanas más o menos empecé a sentirme muy extraña. Todo pasó rápido y Noah nació a las 24 semanas por una cesárea de emergencia por riesgo vital”, recuerda. “Ambos quedamos en unidades de cuidado intensivo. Noah murió a los 24 días de vida”.

Hoy, dedicada a trabajar como terapeuta de duelo perinatal y gestacional, Stephanie es la creadora de la cuenta de Instagram @maternidad_azul y es también miembro del Centro de Formación y Acompañamiento Duelo y Arcoiris, porque sabe que en un futuro embarazo, posiblemente el sentimiento más prevalente sea la inseguridad. “Todo es aprensión”, confirma. “Desde la búsqueda del embarazo hasta que llega ese test positivo y luego esa primera ecografía con latidos positivos. Y así sucesivamente”, explica luego de haber acompañado a otras mujeres en el proceso de duelo y, también, en la experiencia de la maternidad después de la pérdida. “La incertidumbre se hace presente en cada momento y es difícil de manejar”.

Existe una resistencia muy consciente a entusiasmarse y confiar. Es una experiencia difícil, las cosas pueden ir mal, nadie te lo contó. Lo viviste y puede volver a ocurrir”, explica.

Y es que en un proceso de gestación arcoíris —como se denomina los embarazos que vienen después de perder a un hijo— la inestabilidad, el miedo y la pena pueden contaminar la alegría que suele traer la noticia de una guagua. Así lo explica María Ignacia Lagunas, psicóloga perinatal, doula y miembro de la Red Chilena de Salud Mental Perinatal. “En una gestación arcoíris muchas veces se vive mucha angustia, incertidumbre y miedo”, comenta. “Hay ansiedad y estrés porque está muy latente la posibilidad de que vuelva a suceder lo mismo de nuevo”, agrega María Ignacia. Porque la especialista aclara que miles de mujeres han vivido no solo una, sino varias muertes gestacionales a lo largo de su vida. Lo que puede convertir un aborto espontáneo, una muerte gestacional o neonatal en una amenaza que se percibe como inminente. Las estadísticas indican que hasta un 15% de las mujeres puede haber experimentado una pérdida y que la cifra es posiblemente más alta que lo que indican los registros, pues muchas mujeres sufren abortos espontáneos sin saber que estaban embarazadas.

Y si bien el Colegio de Obstetricia y Ginecología de América entrega datos de que el 85% de las mujeres que han sufrido una pérdida gestacional llegarán a tener un embarazo exitoso, María Ignacia Lagunas explica que, para quién ha vivido la experiencia de la muerte de un hijo, un nuevo embarazo, incluso uno que se viva sin sobresaltos, puede sentirse en peligro. “Incluso cuando se ven en la situación de una gestación con menos dificultades y se vislumbra la posibilidad de que el bebé sí pueda estar en sus brazos y que pueda criarlo, las mujeres se enfrentan a los sentimientos encontrados de miedo y tristeza principalmente por no tener capacidad de control sobre el proceso. Porque finalmente la maternidad nos enfrenta a eso: a entender que hay muchas cosas que escapan de nuestro control”, explica la psicóloga.

Y precisamente por esta razón es que, incluso después de un embarazo que llega a término y con un nuevo miembro de la familia en los brazos, muchas mamás pelean por desprenderse de ese miedo. “Si bien hay una sintomatología que puede ir desapareciendo cuando el bebé nace, también hay otras emociones, sentimientos o sensaciones que continúan en el camino”, explica María Ignacia. La especialista aclara que no se trata de que el término llegue con el nacimiento de un nuevo hijo, sino más bien con el cierre de un proceso. “Tiene que haber un proceso de acompañamiento, de ir validando la experiencia, la pena y las emociones que van surgiendo en el camino”, comenta.

El énfasis, según la terapeuta, debiese estar en cómo se trabaja ese miedo y las emociones dolorosas que vayan surgiendo y no en buscar una salida a toda costa ni mucho menos un reemplazo para ese hijo que se esperaba con ansias. Agrega que el apoyo social y las redes que tenga esa mujer van a ser un pilar fundamental ya que, el apoyo profesional si bien es clave, no lo es todo.

Para acompañar a otras mujeres y ser esa comunidad que acoge es que Stephanie decidió formarse como terapeuta de duelo y crear @maternidad_azul después de la muerte de Noah. La matrona explica que, si bien el miedo de perder a un hijo no se va, se va transformando con el paso del tiempo en las aprensiones propias de la maternidad. Pero agrega que, con el tiempo también se puede ir dando paso al disfrute de esta fase de la vida que todavía espera volver a vivir. “Siempre sentí como una certeza el que iba a ser mamá otra vez después de Noah”, cuenta Stephanie. “Ahora miro atrás y entiendo por qué no se dio antes. Y es porque necesitaba sanar y vivir varias experiencias más. Un hijo no viene a sanar la ausencia de otro”, confirma. Pero incluso en el escenario en el que un nuevo embarazo no sea realidad, Stephanie lo acepta desde la paz. Hoy entiende que no siempre viene ese arcoíris después de la tormenta y explica que es un tremendo desafío para cualquier mujer replantearse la vida y ser capaz de redirigir la energía a otros espacios y “abrirse a confiar en que el camino puede ser hermoso de otra manera también”.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.