El dolor de perder un hijo en gestación




Sin duda, la pérdida de un ser querido es una de las situaciones más duras que podemos enfrentar en nuestras vidas. Una circunstancia que requiere de coraje, esperanza y aceptación para poder sobrellevarla.

Muchas veces me pregunto por qué la pérdida de un hijo recién gestado o durante el embarazo pierde peso ante los ojos de aquél que lo observa. Se trata de una de las pérdidas que quizás se vive más sola y que pocos logran entender. Laura Sparrow, colaboradora de Gottman Institute, plantea que existen estudios que demuestran cómo la mayoría de las veces la pérdida de un bebé es subestimada por el resto, cuando la realidad es que es una de las vivencias más desgarradoras para muchas mamás.

Soy una convencida de que somos madres desde el momento en que ese test de embarazo sale positivo. Nuestro mundo en ese preciso instante cambia y comenzamos a conectarnos con lo que pasará, lo que vendrá y con ese hijo al cual conoceremos en 9 meses más. Somos madres desde ese momento y, como tales, comenzamos a soñar con nuestro futuro hijo, nos ilusionamos con imaginar su carita y nos preocupamos desde ese mismo momento de que nuestros cuerpos sean su mejor hogar. Nuestro organismo se vuelve un templo creado y sostenido para ellos, sin importar del tamaño que sean porque desde que son una semilla de sésamo empezamos a sentirnos mamás.

Desde mi experiencia personal, haber perdido un hijo a las 16 semanas de gestación fue una de las situaciones más difíciles que me tocó enfrentar. Y no solo por el hecho de haberlo perdido y entrar en el proceso de duelo esperado, sino porque me sentía absolutamente sola en ese dolor. Descubrí que quizás los padres son padres cuando nace su hijo, cuando pueden tocarlo, olerlo, acurrucarlo. Nosotras, en cambio, somos madres desde que sentimos que en nuestro cuerpo ellos viven, crecen y laten.

El dolor de perder un hijo de 5, 10, 16 o 20 semanas de embarazo es el mismo. Se rompe algo dentro de nosotras. Quedamos vacías de sueños e ilusiones. Y a esa tristeza se suma que el mundo intenta mostrarte que “es algo que le pasa a muchas”, que “es súper común”. Más de alguien te comenta: “tengo una amiga que perdió 3”, como si por ser común uno debería sentir menos pena, menos dolor. Lo que el otro no logra ver, es que para uno era un hijo en particular, no uno más de tantos en el mundo. Era tu vida junto a la de él, tu proyecto, tu sueño y tu ilusión. Si era esperado o no, si era el primero o el tercero, si era del porte de un limón o de una pepita de sandía da igual, el dolor se vive por montones.

El vacío de sentir que tu cuerpo ya no es el mismo, que esa personita que te acompañaba ya no está y el dolor de vivir esta pérdida sintiendo que el mundo no te contiene y que probablemente tu marido tampoco logra entender, es un camino duro de recorrer. Se necesita tiempo para pasar por todas esas etapas del duelo: negación, rabia, pena y aceptación. Primero la negación de que algo así está pasando; después la rabia de pensar por qué esto me pasa a mí, para pasar a la pena inmensa que inunda el alma y así llegar a ese camino de la aceptación y lograr moverse y seguir adelante.

Cada ser humano debería tener la posibilidad de vivir su duelo a su propia manera y en su propio tiempo. La pérdida de un hijo en gestación necesita ser validada, contenida y abrazada por todos aquellos que nos rodean en nuestro ser mamá. No existe un límite de tiempo o profundidad para vivir este duelo y el dolor asociado a él. Uno necesita sentir el espacio para estar triste sin sentirse loca por estarlo, porque no “es algo que le pasa a todo el mundo”.

Es vital en todo este proceso como madres aprender a pedir ayuda, exponer lo que sentimos y poder ser claras en mostrarles a nuestras parejas y personas cercanas cómo y en qué necesitamos su apoyo. Vivir este proceso sola, como el mundo a ratos te pide que lo vivas, es el quizás el camino más difícil que podemos elegir. Porque nos sentiremos más solas, incomprendidas y probablemente enrabiadas.

Escribo estas líneas con la esperanza de entregarle cierta paz y contención a otras madres que quizás estén como estuve yo hace ya ocho años atrás. Espero que leyendo estas palabras puedan abrir su dolor a otros y conversar con aquellas mamás a las que les haya pasado lo mismo. Espero que no se consuelen con que esto es “algo común” y entonces no tiene por qué doler. Espero que puedan mostrarle al otro su vulnerabilidad, permitiéndose vivir lo que venga. Espero que sean explícitas en sus pedidos y en mostrarle al otro sus necesidades, ya que poca gente entiende y logra dimensionar lo que es perder una guagua durante el embarazo. Porque al fin y al cabo es la pérdida de un hijo que venía y necesitamos vivirla como tal.

Vivan su duelo, pidan compañía y permítanse ser vulnerables y frágiles. Solo así se puede vivir la pena para luego poder lograr la aceptación que te permitirá seguir adelante a tu propia manera.

María José Lacámara (@joselacamarapsicologa) es psicóloga infanto juvenil, especialista en terapia breve y supervisora clínica.

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