“Hace cinco años que no me enganchaba con una mina, pues mi matrimonio fue tan caótico y dejé tantas cagadas”


Son múltiples los beneficios asociados al running y uno de ellos es la adquisición de nuevos hábitos y la disminución -e incluso desaparición- de viejos comportamientos. Para graficar estos cambios de hábitos asociados al deporte nos valdremos de la experiencia de Matías, cliente ultramaratonista que, tras un radical cambio, siente trastabillar su estructura al empezar una relación de pareja.

Vamos con este cliente, cuyo nombre y algunos datos han sido modificados por razones de confidencialidad.

“Hace cinco años que no me enganchaba con una mina, pues mi matrimonio fue tan caótico y dejé tantas cagadas”

Hola Sebastián, gracias por atenderme. No quiero darme muchas vueltas en la partida y aunque la he pensado varias veces, ahora me fui a negro (fuerte suspiro). Perdona… ¡ya! La razón por la que vine es que hace dos meses empecé a salir con una mina que me gusta mucho. Estoy muy contento, pero también asustado, pues llevo años ordenado y enfocado. Hace tiempo que no estoy seriamente con nadie, pues me ha costado mucho armarme…

¿Por?

Arrastro un pasado de cagazos y adicciones del que finalmente salí corriendo.

¿Cómo es eso?

Antes de ponerme a correr estuve en varias clínicas de rehabilitación en distintos momentos de mi vida, con psiquiatras y psicólogos desde chico. Niño con déficit atencional con hiperactividad de base. Desde entonces he probado todo el recetario de pastillas y todas las terapias y al final lo único que me resultó fue correr. Perdona lo rápido, pero créeme que he contado esta historia cientos de veces y no estaría hablando de esto si no supiera que tengo que hacerlo para superar lo que me está pasando…

¿Qué te pasa?

Sorry que me ponga así, pero me agota el tema, me hace mal recordarlo… y por eso creo que lo único que me funcionó fue empezar a correr como loco. ¡Sin pensar! ¡Sin hablar! Me lo sugirió un amigo que estaba en la misma clínica de rehabilitación y nada más salir le hice caso. Como sabía que no iba a poder motivarme solo al inicio, me metí a un equipo. Y me embalé tanto, que de ahí me pasé al triatlón y a los ultra. Desde ese día no he parado y, para sorpresa de todos, nunca más carreteé y dejé de consumir todas las cochinadas que me metía dentro, pero es cierto que me obsesioné con las carreras.

¿Según quién?

Buena pregunta. La gente que no me conoce de antes me ve como un bicho raro, pues no entienden cómo puedo correr tanto, cómo puedo entrenar todos los días y sacrificarme así… pero los que sí conocen mi pasado cachan que soy extremo para todo …

¿Cómo así?

Intenso. Desde siempre. Volvía loco a mis papás y a mis hermanos mayores. Lo mismo en el colegio. Pasé por varios y ya de adolescente el tema de mi intensidad más el carrete se hizo inmanejable. A los 14 me fui a vivir con una tía que quiso ayudar a mis viejos. Obviamente no se la pudo y al año me fueron donde mis abuelos. Y para no seguir dando botes entre la familia y el colegio, me conseguí irme de intercambio con una beca deportiva, pues pese a todo lo que te cuento, era muy bueno para los deportes en general y para el tenis en particular. Y en Estados Unidos me enfoqué y me iba increíble en la cancha, carreteaba poco y sobrevivía las clases, pero cuando llegaban las vacaciones me desbandaba y así fue como me quitaron la beca (silencio). Mira, son infinitos los botes que di, pero aun así logré sacar una carrera, pololear, trabajar y casarme a los 30… Pero nada, salvo correr, me ha durado mucho. Me iba o me sacaban rápido de las pegas y mis pololeos eran de días, semanas o meses. Mi exseñora fue la excepción, pero al año de casados me terminó largando de la casa porque chupaba y consumía de todo para seguir chupando (silencio). Y a mis 31, y después de pasar por la última clínica de rehabilitación a la que fui, di la sorpresa y cuando ya nadie daba un peso por mí, empecé a correr. (silencio). Ayer cumplí 36 y llevo cinco completamente limpio. Cinco años donde todos los días han sido una batalla ganada.

¿Cómo es eso?

Aunque me cargue, es cierto lo que dicen los alcohólicos anónimos. Yo todos los días lucho con mis demonios antes de salir de la cama y ponerme a correr. A veces es un verdadero infierno. No te explico las peleas y las cosas terribles que me digo o recuerdo mientras me preparo para salir, pero ya corriendo siento el premio. Sí, al poco andar siento que gané la batalla. Y aunque gano todos los días, todas las mañanas dudo y ahora que empecé a salir con la Feña estas batallas se han transformado en verdaderas guerras silenciosas. Y ya no sabía qué más hacer, así que me acerqué a Jaime, el más canchero del equipo y le conté un poco lo que me pasaba.

¿Y qué te dijo Jaime?

Creo que lo sorprendí con mi historia, pues para los que no me conocen de antes soy una máquina que lo único que busca es romperse el cuerpo. En el equipo de running -al que voy un par de mañanas- me retan porque no descanso y doy mi máximo, pues los días que no estoy con ellos entreno con un equipo de triatlón y los fines de semana salgo a algún cerro a correr hasta el límite, límite que varias veces he cruzado y terminado mal. Pero filo, la cosa es que Jaime nunca se imaginó que yo pudiera tener un pasado de adicciones ni que una mina me pudiera quemar tanto el mate. Quedó en blanco y me dijo que a la única persona que conocía para hablar de estas cosas era a ti… Y te llamé ayer, y aquí estoy, pues para todo soy así…

Volvamos a la Feña… ¿Qué pasó?

A la Feña me la topé varias veces en distintos cerros. Le gusta correr como a mí y después de varios encuentros me preguntó si me quería tomar algo uno de estos días (silencio). Perdona… pensé que hablar de mis adicciones era lo difícil… pero esto me cuesta más que la chucha decirlo… pues básicamente me cagué de miedo… Entiéndeme Sebastián, me encanta la mina, me encanta su onda… me invita a salir y casi me da un ataque de pánico… ataque del que logré salir corriendo.

¿Literalmente?

Sí… le dije que sí… le dije que la iba a buscar en Instagram y le escribía por ahí, pero que tenía que seguir corriendo y me fui. Había corrido tres horas y pude… ¿o tuve? que correr dos más para tranquilizarme.

Matías hace una larga pausa. Está rojo, se tapa la cara con las manos y se dobla hacia adelante sobre la silla. Ahí se queda largos segundos y de súbito se echa hacia atrás, inhala con fuerza y con los ojos bien abiertos continúa… como si nada…

Hace cinco años que no me enganchaba con una mina, pues fue tan caótico mi matrimonio y dejé tantas cagadas, que pensé que podría estar solo eternamente. Como ya no carreteo ni salgo con minas, mi vida ha estado muy tranquila, pues salvo cumpleaños o fiestas muy familiares, no voy a ningún lado donde intuya haya tentaciones. Y cuando lo hago, me quedo poco rato e invento que tengo otra cosa para arrancar, pues me siento terriblemente incómodo entre gente que toma y lo pasa bien. ¡Yo no puedo hacer eso! Por eso prefiero partirme el lomo en un cerro, tragar agua nadando, romperme las piernas corriendo o darlo todo pedaleando… pues ahí… entre puro sufrimiento… me siento bien… y no sé cómo llevar una relación normal… pues creo que nunca la tuve…

¿Y te gustaría?

Me encanta la Feña, pues a diferencia mío, es equilibrada. Le gusta su pega, se lleva bien con su familia y puede carretear con sus amigas y amigos sin desbandarse.

¿Y a ti que te pasa con estas cosas?

Me carga mi pega, cumplo porque necesito pagar el arriendo de mi depa y la cuota del auto. Y no me cambio a ninguna otra pega porque en todas me pasa lo mismo. Mi familia me tiene cortito, pues me sufrieron por treinta años y quedaros dañados. Y de mis amigos arranco, pues nunca entendieron que yo no soy como ellos.

¿En qué eres distinto?

Yo me rayo, me pierdo y antes no entendía por qué me tenía que pasar esto a mí y no lo podía controlar. Es una mierda ser así, pero cuando llevas ocho horas corriendo sin parar, cuando te sacas la chucha varias veces en el camino, cuando te deshidratas, vomitas, te repones y sigues corriendo, ahí te das cuenta que para algo servía esta locura. Y le doy. Le doy aunque esté hecho pebre. Y sigo, y no paro, aunque se haga de noche, aunque mis piernas no den más ni sepa donde estoy. Y sigo, a veces lloro, vomito y boto toda la mierda que llevo dentro. Y después de ese sufrimiento es como que renaciera. Y sí, se que suena místico todo esto, pero ahí me viene una increíble gratitud, la misma que siento desde que conozco a la Feña, solo que ahora no sé como comportarme en un contexto normal, en una vida normal o más equilibrada. En la montaña o cuando estamos solos lo paso increíble, pero me pongo nervioso apenas me dice que salgamos o que vayamos a tal lado con exis personas. Y ella todavía no cacha bien que me pasa, pero se da cuenta que me pongo nervioso… y no quiero que esto me cague la onda… así que aquí estoy… esperando ya no lo pastillita mágica… sino que me ayudes con este tema, pues tarde o temprano o lo hablo o explota…

Continuará…

Lea nuestras otras columnas:

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.