¿Por qué los adolescentes nunca quieren dormirse? Nuevo estudio tiene una sorprendente respuesta

Los patrones de sueño de las personas cambian durante la adolescencia, quienes pueden permanecer despiertos más tiempo, dormirse más tarde y permanecer soñolientos al día siguiente.


Son las 11 de la noche de un día entre semana y su hijo adolescente aún tiene encendida la luz de su dormitorio. Quiere que duerman lo suficiente para el colegio al día siguiente, pero es una lucha.

Nuestra nueva investigación muestra lo que sucede con los cerebros y el comportamiento de los jóvenes adolescentes, años después de convertirse en “búhos nocturnos”.

Descubrimos que este cambio en el patrón de sueño aumentaba el riesgo de tener problemas de comportamiento y retrasaba el desarrollo del cerebro en la adolescencia posterior.

Pero no todo son malas noticias para los noctámbulos.

Cambio de hábitos de sueño

Los patrones de sueño de las personas cambian durante la adolescencia. Los adolescentes pueden permanecer despiertos más tiempo, dormirse más tarde y permanecer tumbado sobre la cama al día siguiente.

Muchos adolescentes también pasan de ser una alondra matutina a un ave nocturna. Se sienten más productivos y alertas más tarde en la noche, prefiriendo irse a dormir más tarde y despertarse más tarde al día siguiente.

Este cambio hacia la “nocturna” puede chocar con el colegio y el trabajo de los adolescentes. Una falta crónica de sueño, debido a estos horarios de sueño no coincidentes, puede explicar por qué los adolescentes que son noctámbulos corren un mayor riesgo de tener problemas emocionales y de conducta que los que son alondras matutinas.

Nuevas investigaciones también indican que las alondras matutinas y los noctámbulos tienen una estructura cerebral diferente. Esto incluye diferencias tanto en la materia gris como en la blanca, que se han relacionado con diferencias en la memoria, el bienestar emocional, la atención y la empatía.

A pesar de estos vínculos, no está claro cómo podría surgir esta relación. ¿Ser un noctámbulo aumenta el riesgo de problemas emocionales y conductuales posteriores? ¿O los problemas emocionales y de comportamiento hacen que alguien se vuelva más noctámbulo?

En nuestro estudio, tratamos de responder a estas preguntas siguiendo a adolescentes durante muchos años.

Lo que hicimos

Le pedimos a más de 200 adolescentes y sus padres que completaran una serie de cuestionarios sobre las preferencias de sueño y el bienestar emocional y conductual de los adolescentes. Los participantes repitieron estos cuestionarios varias veces durante los siguientes siete años.

Los adolescentes también se sometieron a dos escáneres cerebrales, con varios años de diferencia, para examinar su desarrollo cerebral. Nos enfocamos en mapear cambios en la estructura de la materia blanca, el tejido conectivo del cerebro que permite que nuestros cerebros procesen información y funcionen de manera efectiva.

Imagen referencial.

Investigaciones anteriores muestran que la estructura de la materia blanca de las alondras matutinas y los noctámbulos es diferente. Sin embargo, nuestro estudio es el primero en examinar cómo los cambios en las preferencias de sueño podrían afectar el crecimiento de la materia blanca con el tiempo.

Esto es lo que encontramos

Los adolescentes que pasaron a ser noctámbulos en la adolescencia temprana (alrededor de los 12 o 13 años) tenían más probabilidades de tener problemas de comportamiento varios años después. Esto incluyó una mayor agresión, ruptura de reglas y comportamientos antisociales.

Pero no tenían un mayor riesgo de problemas emocionales, como ansiedad o mal humor.

Es importante destacar que esta relación no ocurrió en la dirección inversa. En otras palabras, descubrimos que los problemas emocionales y conductuales anteriores no influyeron en que un adolescente se volviera más una alondra matutina o un ave nocturna al final de la adolescencia.

Nuestra investigación también mostró que los adolescentes que pasaron a ser noctámbulos tenían un ritmo diferente de desarrollo cerebral que los que siguieron siendo alondras matutinas.

Descubrimos que la sustancia blanca de los noctámbulos no aumentaba en la misma medida que la de los adolescentes que eran alondras matutinas.

Sabemos que el crecimiento de la materia blanca es importante en la adolescencia para apoyar el desarrollo cognitivo, emocional y conductual.

¿Cuáles son las implicaciones?

Estos hallazgos se basan en investigaciones anteriores que muestran diferencias en la estructura cerebral entre las alondras matutinas y los noctámbulos. También se basa en investigaciones anteriores que indican que estos cambios podrían surgir en la adolescencia.

Es importante destacar que mostramos que convertirse en un noctámbulo aumenta el riesgo de experimentar problemas de comportamiento y retraso en el desarrollo del cerebro en la adolescencia posterior, y no al revés.

Estos hallazgos resaltan la importancia de centrarse en los hábitos de sueño y vigilia de los adolescentes al principio de la adolescencia para apoyar su salud emocional y conductual posterior. Sabemos que dormir lo suficiente es extremadamente importante para la salud mental y cerebral.

Aquí hay algunas buenas noticias

No todo son malas noticias para los noctámbulos. Como muestra nuestra investigación, las preferencias de las alondras matutinas y los noctámbulos no son inamovibles. Las investigaciones indican que podemos modificar nuestras preferencias y hábitos de sueño.

Por ejemplo, la exposición a la luz (incluso a la luz artificial) altera nuestros ritmos circadianos, lo que puede influir en nuestras preferencias de sueño. Por lo tanto, minimizar la exposición nocturna a luces y pantallas brillantes puede ser una forma de modificar nuestras preferencias y conducir para dormir.

La exposición a la luz a primera hora de la mañana también puede ayudar a cambiar nuestros relojes internos a un ritmo más orientado a la mañana. Puede alentar a su hijo adolescente a desayunar afuera, o salir a un balcón o al jardín antes de ir a la escuela o al trabajo.

*Rebeca Cooper, candidato a doctorada en Neuropsiquiatría, Universidad de Melbourne

**María Di Biase, investigadora sénior, Psiquiatría, Universidad de Melbourne

***Vanessa Cropley, investigadora sénior, Universidad de Melbourne

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