Ya no los soporto … ¿me puedo ir de vacaciones sin mis hijos? (3ª parte)

Tengo razones para odiar a los niños (Corinne Maier).


Históricas temperaturas, malls repletos y balaceras en Santiago. ¿Qué ira a pasar con el segundo retiro de nuestros ahorros? ¿Habrá un tercero? No se sabe, pero el comercio respira, pues las ventas navideñas han subido respecto al 2019. Lamentablemente al que le falta aire es al servicio de salud, pues pasan los días y no bajan los contagios. ¿No era que el coronavirus perdía fuerza con el calor? ¿Cuándo llegarán las demás vacunas? ¿Y qué pasa con la nueva cepa de los ingleses?

Abrumado, cambio la radio y mientras avanzo en un monumental taco -preocupado por llegar a la hora a mi sesión virtual con un cliente- descubro que sube el cobre, baja el dólar y cierran el Vaticano para Navidad. Apurado, me bajo con mis últimas compras navideñas y me conecto a la hora exacta con Fernando, un cliente que a esta altura del encierro ya no tolera la convivencia con sus hijos.

Fernando, lejos del espíritu navideño, le encuentra toda la razón a Corinne Maier, polémica escritora que afirma que la única explicación racional para alentar la natalidad en un mundo sobrepoblado “es proporcionar un número cada vez mayor de pequeños consumidores que nunca se fatigarán de un capitalismo que necesita vender cada vez más productos. Es en el nombre de los hijos que los padres compran autos, lavadoras, casas y demás artefactos”.

Así, sin más preámbulos, conecto puntualmente con Fernando:

Hola Sebastián. He pensado toda la semana en esta sesión y en las lecturas que me recomendaste y te confieso que no hubiera soportado la semana sin ellas… Mira, después de nuestra segunda sesión tuvimos un asado familiar con mis hermanos. Este año, con todo este webeo de los aforos, decidimos, ya que todos tenemos hijos grandes, adelantar la navidad. En fin, estuvo bueno juntarse. Lo penca fue tuve que escuchar las conversaciones de mis cuñadas con mi señora y todas me parecieron demasiado cínicas. ¡Y mis hermanos se sumaban!

Silencio…

De repente todos valoran el trabajo, la familia, la salud, los amigos y el solo hecho de estar vivos. Y para más recacha todas ensalzaban a nuestros hijos, que tan bien se han tomado la pandemia. Son un ejemplo. ¿De verdad se creen esa webada? Te juro que parecía un show para la tele y mi señora fascinada contando los avaneces y aprendizajes de nuestros hijos. Weón, yo que no tomo mucho, me tuve que servir un trago largo para soportar la conversa. Y mientras nosotros los alabábamos, nuestros hijos estaban en un rincón con sus teléfonos riéndose del último meme que les llegó. No me webi… Y ahí me iluminé.

asado

¿Qué pasó?

Tengo un hermano que es insoportable. Es el weón más competitivo y winner que conozco y ahora anda en una parada iluminada y ecologista. Claro, después de forrarse y asegurarle la vida a sus futuros nietos, el weón dejó el mundo corporativo y se dedicó a comprar tierras en el sur y se ha armado un cuento outdoor… que al final… si le sacamos la poesía… son unas cabañas de lujo -sin lujos- para gringos que pagan un ojo de la cara para pescar con mosca, caminar solos y observar pájaros. No entiendo a esos weones. Pagan carísimo por mojarse y embarrarse y mientras más incomodidades… mejor. Pero le ha ido la raja a Carlos, así que supongo que hay weones para todo.

Silencio…

Yo estaba ya medio desconectado… cuando Carlos empezó con su cuento de la huella ecológica, de los glaciares, el agua… y casi pisé el palito… me iba a picar… pero la Pancha… que cacha que ando sensible con las críticas a la minería… me pegó su mirada y me quedé callado. Si la vieras. Tiger Woods parece un gatito. Sebastián, respiré hasta treinta y siete… y ahí me acordé de mi Feña… que también me vino con esta melodía ecologista bonachona la semana pasada… y zas… dije… me voy a llevar a mis hijos estas vacaciones a las cabañas de Carlos… donde hay cero internet, par de horas de electricidad y puras incomodidades para sentirse buena persona. Me imaginé a estos weones sin teléfonos ni consolas…

¿Qué quieres que pase?

Puta… quiero que estos pendejos despierten y que mi señora deje de sobreprotegerlos. Te juro que cuando contaba todo lo que han crecido y madurado casi se me cae la cara. ¡Si yo creo que hasta el año pasado mi señora les cortaba las uñas! Sé que es odioso comparar, pero a la edad de mis hijos, con mis hermanos nos sacábamos la chucha. Es cierto, somos puros weones pesados, pero weón, sacamos adelante nuestras vidas y a nuestras familias. Yo te juro que no me imagino a ninguno de los míos haciéndose cargo de algo. El año pasado me lloriquearon por un perro y lo terminamos regalando porque después de una semana el pobre animal perseguía a mi señora y a la nana para que alguien lo pescara. Estos weones no se preocupan por nadie ni por nada.

¿Qué dice tu señora de estas vacaciones?

Quedó medio plop y de ahí nos agarramos. Según ella estoy viejo y amargado. Y puede ser. Pero no soy weón. Veo y escucho. Y lo que veo es a tres sujetos que deambulan de la cama a la cocina y del teléfono, al computador y a la consola. Y cuando le dije a mi señora todo esto, me dijo que soy un insensible y que soy incapaz de ponerme en el lugar de ellos. ¡Que han sufrido mucho! Mira, te reconozco que nunca he sido el papá más presente, pero siempre he sido un buen observador. Y a estos weones la pandemia no les ha cambiado tanto la vida. No eran buenos para salir de día y de noche se pasaban conectados cagándose de la risa en la play. Es más, yo creo que la pandemia les ha hecho más fácil la vida a estos weones, pues ahora tienen la excusa perfecta para no hacer nada. Cortemos el webeo… si estos weones no trotaban, no iban al gimnasio ni ayudaban en nada a nadie.

¿Y encerrados en el sur qué esperas que pase?

Puta, que al menos la Pancha los cache como son.

¿Y qué te hace pensar que en esas condiciones los va a cachar?

¿Hay que ser autocrítico no? Mira… yo creo que lo he hecho como las webas como papá. Y me doy cuenta que compensé pagando y aceptando todo para no ver ni escuchar. Pero la Pancha también tiene que cachar que ella se fue para la otra punta. Si el otro día vi como ayudaba al menor a postular a una universidad. ¡Mi señora hacía todo y el weón pajero miraba el celular mientras la mamá respondía sus formularios! ¡Tiene 20 años y la Pancha me dice que le pongo color! Si esto viene de mucho antes, con la tele para todo, el teléfono para que no webee, la consola para que no sufra y no se quede afuera del grupo de amigos. Lo tienen todo y a la Pancha, para que estamos con webadas, esto le acomoda. Los tiene cerca a sus pollos. ¡Pollos que pesan el doble que la pobre Pancha!

Silencio…

Perdona Sebastián, te juro que no soy ni tan básico, ni tan primitivo ni tan amargado como dice mi señora, pero el cinismo ya me tiene enfermo. Supongo que los discursos y las paradas ecologistas me ponen a la defensiva y ese cuento del machismo y el patriarcado que le escucho a mis hijos y a la Pancha me ponen mal, porque yo no veo que estos mamones salven el mundo ni ayuden a su mamá. Y el asado familiar, con toda esta moda de ser bueno y correcto, me llevó a explotar y hablar… y eso nos tiene para la cagada.

¿Hablar de qué los tiene tan mal?

De esto. Antes yo no decía nada, pues sabía que me tenía que aguantar un rato y listo. Me subía al avión y los problemas quedaban atrás. Durante demasiados años lo hice así y funcionó, pero si esto sigue así todo el 2021 nos vamos a la chucha como familia. Necesitamos un Reset. Todos, pues ahora el único weon que parece tener un problema soy yo. Y aunque no me creas, por primera vez me dan ganas de dejar la cagada. Pero no para mandar todo a la mierda, sino para salvarnos. Yo no puedo pensar lo que pienso de mis hijos y hacerme el weon eternamente. No es sano. Y la Pancha ya tiene que dejarlos crecer. Weón, es como si nunca hubieran salido del jardín infantil. Son unas guaguas gigantes…

Al indicarle a Fernando que estábamos cerca de la hora, me pide un minuto. Respira, toma agua y continúa.

Sorry, se me pasa volando la hora y aunque nunca creí en psicólogos, ni en las vidas pasadas, te agradezco este espacio, pues al menos contigo no tengo que ser políticamente correcto ni me siento un esclavo de mi familia o del destino. Siéndote súper sincero, en mi familia hablamos puras webadas. Paradas, poses, discursos. En definitiva, lo que me gustaría lograr algún día es hablar así con mis hijos y no tener que estar ni suavizándoles las cosas para que no sufran, ni tampoco tener que aguantarme la bronca. Quiero hablar libremente y me encantaría que en estas vacaciones nos acerquemos a eso. Seguramente al principio va a quedar la cagada, pero confío en que esta pandemia no solo haya sido una oportunidad para conocer mejor a mis hijos, sino también para verdaderamente acercarnos y querernos más.

Lee la primera parte de esta columna en este enlace.

Lee la segunda parte de esta columna en este enlace.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.