Un viejo hincha de Curicó, en la época de las malas, cuando el equipo de la Séptima Región peleaba por mantenerse en el ascenso y a veces no lo lograba, antes de cada partido tenía una modesta aspiración: "Ojalá empatemos". Luego del debut chileno en las copas Libertadores y Sudamericana, y haciendo el recuento de los últimos años, no parece muy lejos las expectativas de los cuadros nacionales con las de ese viejo y sufrido hincha curicano. De tres partidos, dos de local, apenas se lograron dos puntos y se anotó un solo gol. Dolorosamente, en la media del fútbol chileno.

Han sido tan malos los resultados del último lustro, que el medio (entrenadores, jugadores, dirigentes, hinchas y periodistas), terminan conformándose con hacer un partido correcto, lucir por momentos o salir dignamente de la cancha. El martes, luego de que Calera se estrellara ciegamente contra el rústico y opaco Chapecoense, el técnico cementero Francisco Menighini dijo "estuvimos a la altura". ¿Qué significa eso exactamente? ¿No perder? ¿No ser bailado? Calera mostró orden, una idea de juego, pundonor (usando un término de Julio Martínez) y no mucho más. No estuvo ni cerca de ganar el partido más allá de cansarse de tener la pelota. Paqui, con todo respeto, estar a la altura es ganar el partido y pasar la llave. A Chapecoense le ponías la camiseta de un equipo paraguayo o uruguayo chico y no se notaba.

Lo de la U fue más grave. Kudelka, por fin, armó el plantel a su gusto y la dirigencia invirtió a tono. Pero a la hora de enfrentar a Melgar no se notaron los ocho millones de dólares de diferencia que hay entre un plantel y otro. Y no se trata de hablar de plata porque en la cancha son once contra once. Lo que ocurre es que ese argumento, la diferencia de planteles, es el que esgrimen los dirigentes y entrenadores a la hora de justificar porque los equipos chilenos no pelean internacionalmente en Sudamérica. "Contra los millones de River no se puede", "Imposible competir con la billetera de Cruzeiro", "Boca invirtió una fortuna"… Y viene Melgar, te gana y te deja colgando.

Palestino fue el mejor ejemplo. Lindo partido, muy bien Jiménez, excelente Soto, prolijito con la pelota el mediocampo. Pero no logra ganarle a un correcto, pero no brillante Independiente de Medellín y al final casi lo pierde. La ventaja la tienen los colombianos.

Fuerza Amarilla, Caracas, Delfín, Huancayo, Patriotas, The Strongest, nombres que dicen poco o nada, pero que han tenido la capacidad de dejar en el camino o ganarles a los equipos chilenos sin que importe demasiado. Está tan normalizado, utilizando una palabreja de moda en los círculos sociológicos, perder o quedar eliminados en las rondas iniciales de las copas contra cualquiera, que avanzar una fase o asomarse en cuartos, como lo hizo Colo Colo el año pasado, se lleva casi a la categoría de hazaña.

En fin, apenas tres partidos, queda mucho camino. Pero la tendencia, al menos en esta primera pasada, lejos de cambiar o al menos atenuarse, parece que sólo se confirma: nos cuesta mucho contra el que sea…

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