Afganistán | El día que murió la música

La orquesta femenina del país, bautizada como Zohra, en honor a la diosa persa de la música, fue acallada apenas los talibanes se tomaron el poder. Estaba compuesta principalmente por niñas y mujeres de un orfanato de Kabul de entre 13 y 20 años. Varias de ellas tuvieron que quemar sus instrumentos y registros para evitar la muerte.


Negin Khpalwak, directora musical de la orquesta, estaba sentada en su casa en Kabul cuando se enteró de que los talibanes habían llegado a las afueras de la capital.

La última vez que los militantes islamistas estuvieron en el poder, prohibieron la música y las mujeres no pudieron trabajar. En los últimos meses de su insurgencia, llevaron a cabo ataques selectivos contra aquellos que, según dijeron, habían traicionado su visión del gobierno islámico.

Corriendo por la habitación, Khpalwak agarró una bata para cubrir sus brazos desnudos y escondió un pequeño juego de tambores decorativos. Luego reunió fotografías y recortes de prensa de sus famosas actuaciones musicales, las amontonó y las quemó.

“Me sentí tan mal, sentí como si todo el recuerdo de mi vida se hubiera convertido en cenizas”, dijo Khpalwak, quien huyó a Estados Unidos, una de las decenas de miles que escaparon al extranjero después de la conquista relámpago de Afganistán por los talibanes.

La historia de la orquesta en los días posteriores a la conquista de los talibanes, resume la sensación de conmoción que sienten los jóvenes afganos como Khpalwak, en particular las mujeres.

La orquesta, llamada Zohra en honor a la diosa persa de la música, estaba compuesta principalmente por niñas y mujeres de un orfanato de Kabul de entre 13 y 20 años.

Formado en 2014, se convirtió en un símbolo global de la libertad que los afganos comenzaron a disfrutar en los 20 años transcurridos desde la última vez que gobernaron los talibanes, a pesar de la hostilidad y las amenazas que siguió enfrentando en el país musulmán profundamente conservador.

Usando hijabs de color rojo brillante y tocando una mezcla de música tradicional afgana y clásicos occidentales con instrumentos locales como el rabab con forma de guitarra, el grupo entretuvo al público desde la Ópera de Sydney hasta el Foro Económico Mundial en Davos.

En la actualidad, miembros armados de los talibanes montan guardia en el Instituto Nacional de Música de Afganistán (ANIM) cerrado, donde alguna vez practicaron, mientras que en algunas partes del país el nuevo régimen ha ordenado a las estaciones de radio que dejen de reproducir música.

Los miembros de la orquesta de Zohra han hablado anteriormente sobre tener que ocultar su música a familias conservadoras y ser abusados verbalmente y amenazados con palizas. Incluso hubo resistencia entre los jóvenes afganos.

Desde que regresaron al poder cuando los últimos soldados occidentales se retiraron del país, los talibanes han tratado de tranquilizar a los afganos y al mundo exterior sobre los derechos que les permitirán.

El grupo ha dicho que autorizarían actividades culturales, así como trabajos y educación para las mujeres, dentro de los límites de la sharia y las prácticas islámicas de Afganistán.

Mientras Khpalwak quemaba frenéticamente sus recuerdos musicales el 15 de agosto, el día en que los talibanes entraron en Kabul, algunos de sus compañeros asistían a una práctica en ANIM, preparándose para una gran gira internacional en octubre.

Khpalwak logró escapar audazmente de Kabul unos días después de la llegada de los talibanes, abordando un vuelo de evacuación junto a un grupo de periodistas afganas.

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