República Dominicana planea muro en la frontera con Haití para frenar la inmigración ilegal

Manifestantes haitianos marchan por las calles de Puerto Príncipe, el 28 de febrero pasado.

Según expertos, proyecto no funcionará a menos que sea acompañado de otros planes de desarrollo en la zona. La relación entre ambos países ha sido tensa desde la Masacre del Perejil, donde murieron decenas de miles de haitianos.


Un mes después de que el gobierno de República Dominicana acordara ayudar a Haití entregando documentos de identidad a sus ciudadanos que viven en territorio dominicano, Santo Domingo anunció que construirá un muro fronterizo para reducir prácticas como la inmigración ilegal y el narcotráfico.

República Dominicana y Haití están separados por una frontera de 380 kilómetros, y ambos países comparten la isla La Española, donde se formó la primera colonia europea en las Américas.

Aunque no se han entregado muchos detalles sobre el proyecto, el Presidente dominicano Luis Abinader anunció hace una semana que las obras comenzarían a finales de este año. “En dos años queremos acabar con los graves problemas de inmigración ilegal, narcotráfico y transporte de vehículos robados que sufrimos desde hace dos años”, señaló el Mandatario.

Aunque el país ya ha construido algunos tramos de cercas a lo largo de la frontera, Abinader dijo que la barrera en algunas secciones “conflictivas” consistiría en una valla doble con sensores de movimiento, sistemas infrarrojos y cámaras de reconocimiento facial.

“Las nuevas medidas de refuerzo de la seguridad combinarán los medios físicos y tecnológicos”, dijo el Presidente. El diseño piloto del muro -que se construirá en los dos puntos más conflictivos de la frontera- estará a cargo de una empresa israelí, y el proyecto costaría más de US$ 100 millones.

El gobierno dominicano tiene previsto financiar una parte del muro con la ayuda de la ciudadanía. “Con los aportes de la población se puede por lo menos cubrir unos 20 o 30 kilómetros de la frontera”, explicó la periodista dominicana Cándide Acosta a Radio Francia Internacional (RFI).

“Lo que se va a cubrir en un principio, unos dos o tres años, no es ni siquiera la mitad de la frontera con Haití que cubre más de 300 kilómetros. El resto se controlará de manera electrónica, con verificación facial, con los drones, y creo que eso sí puede dar resultados. Pero el que hizo la ley hizo la trampa, con una verja así no hay control absoluto, la gente hace hasta túneles”, advirtió Acosta.

Históricamente, la relación entre los países vecinos no ha sido fácil. Cada vez que hay un nuevo gobierno en República Dominicana, se pone como prioridad abordar la migración ilegal desde Haití. Según la Encuesta Nacional de Inmigrantes, casi medio millón de haitianos viven en el país vecino, que tiene una población de 10,5 millones.

Niños cargan agua en un balde en el barrio Pequeño Haití, de Santo Domingo.

La decisión es bilateral. Abinader y su homólogo haitiano, Jovenel Moïse, firmaron el 14 de enero un acuerdo en el que se comprometían a tomar medidas contra “la ola de migración ilegal” y “reforzar la seguridad y vigilancia fronteriza”, aunque no hablaron específicamente del muro.

Sin embargo, los expertos no se han mostrado a favor de la medida. “No debe haber un muro mientras persista la pobreza extrema y la inestabilidad política en Haití, que ejerce presión migratoria”, señaló a AFP Juan Del Rosario, profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la capital dominicana. “Se puede construir un muro de 100 metros de altura y la gente intentará sortearlo”, aseguró el académico.

William Charpentier, coordinador del organismo independiente Mesa Nacional para las Migraciones y Refugiados, considera que el proyecto es un “gasto innecesario” de dinero que podría utilizarse en otra parte. Charpentier opina que las autoridades “necesitan incrementar los proyectos de desarrollo” en las zonas fronterizas que beneficien tanto a dominicanos como a haitianos. Levantar un muro, en cambio, despierta “resentimiento, xenofobia y racismo”.

Otros expertos han mostrado preocupación porque tanto la agricultura como la construcción dependen de trabajadores extranjeros. Por eso, muchos opinan que estas acciones deberían estar acompañadas de medidas para regular y facilitar la migración legal.

“Los países que se beneficiaron de Haití le dieron la espalda y nos han dejado ese peso a nosotros”, dijo Acosta a RFI. “Nadie quiere irse si está bien en su casa. Eso pasa porque los gobiernos no son suficientemente responsables con sus ciudadanos y se crean cordones de miseria que obligan a la gente a emigrar. Los haitianos necesitan ayuda internacional”, concluyó la periodista dominicana.

La nueva valla fronteriza es otra muestra de lo diferentes que son ambos países, pese a que comparten la misma isla.

República Dominicana, de habla hispana y ubicada en el lado este de la isla, no solo es el segundo país de mayor tamaño del Caribe, sino que además tiene una de las economías más grandes y de más rápido crecimiento en la región. Haití, en cambio, de habla creole y ubicada en el oeste, es la nación más pobre del hemisferio.

Pese a la decisión de instalar la valla, Abinader aseguró que está comprometido a ayudar a su vecino, y lo ha demostrado con sus acciones. En las últimas semanas, República Dominicana ha emitido identificaciones a haitianos indocumentados y tiene planes de construir hospitales de maternidad en Haití. “Queremos una relación de beneficio mutuo con Haití”, dijo Abinader.

Masacre del Perejil

Hace 84 años, la frontera entre Haití y República Dominicana fue escenario de una tragedia que ha marcado la memoria colectiva de los haitianos, pero que es relativamente desconocida en el resto del mundo.

El episodio se ganó el nombre de Masacre del Perejil, porque los soldados dominicanos llevaban una rama de esta hierba y pedían a las personas sospechosas de ser haitianas que pronunciaran la palabra “perejil” en español, algo difícil para quienes hablaban criollo haitiano o creole.

Los historiadores estiman que entre 9.000 y 20.000 haitianos fueron asesinados en República Dominicana bajo el mandato del dictador dominicano Rafael Trujillo (1930-1961), y los cuerpos fueron arrojados al río Masacre.

Desde finales de septiembre de 1937 hasta mediados de octubre de ese año, mujeres, niños y hombres fueron detenidos y asesinados a machetazos sólo por el hecho de ser haitianos. Incluso los dominicanos de piel oscura fueron víctima de esta purga, que se conoció como “el corte”.

Hasta entonces, los migrantes haitianos habían cruzado por años la región fronteriza informal en el norte de la isla para trabajar en las plantaciones de azúcar dominicanas. Sin embargo, durante la Gran Depresión, la economía del país se desplomó y los más afectados fueron los inmigrantes.

Los asesinatos tuvieron efectos que se pueden sentir hasta hoy en ambos países .

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