Los nuevos límites para educar a los hijos

<img height="21" alt="" width="94" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200811/193348.jpg" /> Una nueva corriente señala que sin abandonar a los hijos, hay que dejar que ellos exploren un poco más en solitario el mundo que los rodea.




Lenore Skenazy no lo podía creer. De pronto se había convertido en la "peor mamá de América" y estaba dando entrevistas a tres canales de televisión distintos para defenderse de la acusación. Una semana antes, esta escritora y columnista estadounidense había publicado un artículo relatando la aventura de su hijo de nueve años, quien -por primera vez- había abordado sólo el metro. Su madre lo había dejado en una estación no muy alejada y él había recorrido el trayecto de  dos kilómetros hasta su casa.

¿Usted lo haría?, ¿Le pasaría tranquilamente a su hijo de nueve años los $ 420 para el metro y le diría que lo espera en la casa?

Esa es precisamente la fibra que tocó Skenazy y no apunta sólo a la sobreprotección. Ella es parte de una nueva tendencia que está en pleno debate en Estados Unidos y que cuestiona la obsesión y perfeccionismo de los padres con la educación de sus hijos; el que se les vaya la vida por encontrar el mejor jardín infantil o las clases extracurriculares adecuadas para su futuro, y en ese empeño no los están dejando experimentar solos.

Esa es la tesis que luego del ejercicio de independencia con su hijo plasmó Skenazy en el blog Free Range Kids (Hijos en libertad) y después, por el éxito que tuvo, en el libro del mismo nombre. La discusión ya se instaló y no sólo en Estados Unidos. El autor canadiense Carl Honoré habla de lo mismo en sus libros Elogio de la lentitud y Bajo presión,  mientras que el británico Tom Hodgkinson hace lo suyo con The Idle Parent (El padre perezoso).

Todos estos expertos aseguran que los llamados padres "helicóptero" o "hiperpapás" están "secuestrando la infancia de sus hijos" y advierten que se aproxima un cambio importante en la forma de enfrentar la paternidad.

REBELION DE GENERACIONES
La tendencia que está surgiendo se la denomina "slow parenting", y difiere de la actual, como lo resume Honoré, en que la educación de los hijos no se trata de "un proyecto, sino de un viaje" de exploración. En esos términos, el autor señala que no sólo hay que quitarle presión a los niños; que también los padres deben quitarse presión en cómo asumen la crianza y el tiempo que dedican a estimular a sus hijos.

"Cada aspecto de la infancia -la educación, la disciplina, el deporte, jugar, etc.- se ha estructurado para que se adapten a los padres en lugar de a los niños. Vivimos en una cultura que nos dice que la infancia es demasiado preciosa para dejársela a los niños y los niños son demasiado preciosos para quedarse solos", postula Honore.

Los defensores de este nuevo método explican que no se trata de abandonar la educación de los hijos y dejarlos solos frente a todo. "Slow (lento) no significa ir a paso de tortuga, significa hacer las cosas a la velocidad correcta. Darles a los niños mucho tiempo y espacio para explorar el mundo en sus propios términos", explica en su columna de The New York Times la escritora Lisa Belkin.

Pero, ¿por qué surge ahora esta nueva manera de enfrentar la crianza? Los especialistas señalan que estos cambios se explican por el "fuerte componente generacional" que determina lo que es y no es correcto en la crianza. En ese escenario, cada generación definirá su método por oposición a la de sus padres.

En Estados Unidos, por ejemplo, el fenómeno comienza con los llamados "babyboomers" (los nacidos inmediatamente después del término de la Segunda Guerra Mundial). Ellos se  centraron sus vidas en el éxito profesional y dejaron a sus hijos crecer solos. Ahora, esos hijos que ya tienen más de 30 y 40 años -la llamada generación X- no quieren repetir los "errores" de sus padres y se convirtieron en adultos sobreprotectores de sus niños.

En Chile, la experiencia es diferente. Puede que los actuales padres no estén reaccionando a progenitores trabajólicos, pero lo que sí está claro es que se han dejado llevar por la necesidad de criar niños con todas las habilidades y posibilidades posibles , y en ese camino pueden estar sobrereaccionando.

Sin embargo, en forma incipiente, en Chile también ya hay señales de que esto puede cambiar: a las consultas están llegando padres que buscan mayor libertad e independencia para sus hijos y para ellos mismos.

SOBREPROTECCION AGOBIANTE
El corazón del "slow parenting" es bajar el nivel de estrés que genera en la familia el empeño en hacer de los hijos "el mejor". El siquiatra Patricio Fishman explica que esta nueva corriente en la educación se refiere a una vuelta a la temporalidad de los niños, al retomar un ritmo lento, más allá de presionarlos en todos los ámbitos en que los padres quieren que sus hijos se desarrollen.

El especialista, además, señala que esto podría ser más beneficioso que la hiperestimulación en la que viven hoy los niños que, muchas veces, "al ser una mezcla de experiencias (sicólogo, sicopedagogo, talleres, profesor de tenis) no se conoce bien, no escoge lo que le gusta y no sabe cómo enfrentarse al mundo", explica.

Los especialistas, además, coinciden en que esta suerte de carrera contrarreloj termina con padres agotados, que se postergan al punto de no tener tiempo para vivir sus propias vidas. Algo que es confirmado por una encuesta de Chilescopio, que muestra que si bien a nivel global el 67% de los chilenos dice tener tiempo libre, esa cifra cae al 30% entre los que son padres de niños menores de 12 años.

La sicóloga Verónica Bagladi explica que al estar con toda esta carga encima, los papás se vuelven mucho más irritables, impacientes, cuestionadores, censuradores y demandantes con sus hijos: "Es un tremendo estrés. En este contexto, algunos papás están optando por tomar con 'más calma' el tema de la crianza", dice.

Y eso es, justamente, lo que sucedió a Carl Honoré, uno de los promotores mundiales del "slow parenting". El escritor cuenta a La Tercera que decidió parar con su "perfeccionismo" cuando un profesor de arte le hizo ver que su hijo, de siete años, tenía un talento natural para la pintura. Comenzó entonces  a buscar profesores y cursos para desarrollar todo el potencial de su hijo y se imaginó criando a un nuevo Picasso. Pero fue su propio hijo quien lo hizo reflexionar: "Papá, yo no quiero un profesor particular, sólo quiero dibujar. ¿Por qué los adultos siempre tienen que controlar todo?".

La sicóloga y orientadora familiar del Instituto Nexos, Leonora Pösel, cuenta que este tipo de padres se ve con frecuencia en la consulta en los últimos años. Y según estimaciones de profesores de colegios particulares en Santiago, al menos el 10% de los padres  se sobreinvolucra en las vidas de sus hijos.

VIENTOS DE CAMBIO
El cambio, entonces, indican estos autores, debe partir por los adultos. En su libro The Idle Parennt, el británico Tom Hodgkinson dice que para reducir el estrés en los niños, los padres deben aprender a disfrutar sus propias vidas en lugar de perder la cabeza armando panoramas para sus "atareados" hijos.

Nada de organizar sus agendas infantiles. Simplemente -aconseja-, se debe dejar que jueguen en la casa, en el patio o invitarlos a la cocina para preparar juntos el almuerzo. El autor introduce el concepto de "negligencia fértil", término que alude a dejarlos explorar por sí mismos y asegura que por esta vía no sólo los padres pueden quedarse más tiempo en cama los fines de semana, sino que los niños sacan valiosas lecciones de "autoaprendizaje".

Lenore Skenazy afirma en su libro que esta es la única alternativa para devolver a los hijos una de las mejores experiencias que se puede tener en la infancia, una que los adultos les han secuestrado: "El momento en que descubren que son capaces de hacer algo y te dicen ¡lo hice yo solo!".

A todos ellos no les importa que sus hijos nunca lleguen a ser como Bill Gates, Einstein o Mozart, ni tampoco les importa que escritores como Malcolm Gladwell, autor de Blink y The Tippinig Point (ver recuadro), aseguren que la única manera de tener hijos talentosos es ejercitar incansablemente hasta alcanzar al menos 10 mil horas de práctica.

EL EQUILIBRIO NECESARIO
Aunque tanto sicólogos como siquiatras coinciden en la necesidad de dar más espacio a los hijos, la mayoría concuerda en que se debe alcanzar un justo equilibrio.

En esos términos, Fishman dice que si bien hay niños que necesitan calma después de sus actividades, otros necesitan mayor estimulación para corregir ciertas disfunciones.

En esa misma línea, Verónica Bagladi explica que los padres demasiado permisivos o "laissez faire" (dejar hacer), tampoco generan buenos resultados: "Los dos extremos son negativos, en cualquier cultura o etapa que viva la sociedad", dice. Lo más acertado, en su opinión, es rayar la cancha y dejarlos que jueguen: "No me pongo a jugar cuando le toca al niño tener la pelota. Puedo conseguir un buen estadio, darle feedback cuando corresponda, pero también debo saber cuándo mostrar la tarjeta amarilla", concluye.

Esta corriente, dice Skenazy, podría generar en los niños la misma reacción de su hijo tras su paseo en metro: "Estaba extasiado con la sensación de independencia que sintió".

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