Los últimos recuerdos de la ex ballenera de Quintay

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Imagen antigua que refleja el trabajo en la extinta ballenera.

A 74 años de su inauguración, libro rememora las anécdotas e hitos del funcionamiento de la fábrica.




Tiempo atrás, nadar en la bahía de Quintay era una proeza para los habitantes del pueblo de la Región de Valparaíso. En la década de 1950, según recuerdan los lugareños, la sangre y la grasa de las ballenas muertas que llegaban a la orilla con profundas heridas se mezclaba con los cochayuyos y las pulgas de mar.

En ese tiempo, el pueblo estaba conformado casi en su totalidad por trabajadores y operarios de la planta ballenera Indus, que en 1943 inició sus funciones en la caleta, y que generó millonarias ganancias gracias a la producción de aceites, carne, harina de huesos y jabones derivados de la caza de cachalotes y de ballenas franco austral.

"El olor a tripas cocidas era nauseabundo", según recuerdan, pero soportable para las 200 personas que vivían en el campamento obrero que se estableció hasta el cierre de la planta ballenera, en 1967. Ese mismo año, René Barrios (63), pescador de Quintay, recuerda que estaba bañándose en la playa y una ola engulló su cuerpo impregnándolo de un olor a olvido. "La planta dejó sangre, grasa y un sitio inhóspito", cuenta.

Cuando era niño recuerda que "llegaba mucha gente de Valdivia, Puerto Montt, de Iquique y otras partes del país. La convivencia que había era muy buena. Acá era zona seca, pero igualmente se hacían fiestas".

La ballenera de Quintay fue la más grande de Chile y fue considerada un prodigio del desarrollo de la región, testimonio que ha quedado plasmado en el libro La ballenera de Quintay y otros relatos de la caza de ballenas en Chile, de los autores Carlos Lastarria y Marcela Küpfer.

Küpfer, coautora del libro, indica que "la planta ballenera de Quintay dejó un legado social, una cultura ballenera de la que participaron sus trabajadores de tierra y de mar. La ballenera es el capítulo final de la historia de la caza de ballenas en Chile. Fue un fenómeno particular, porque se dio en la V Región, donde nunca hubo tradición ballenera. La empresa daba muchísimo trabajo, pero hubo depredación".

Una de las "épocas más raras", según Küpfer, fue la vida con la llegada de los japoneses, en los últimos tres años de funcionamiento de la ballenera. "Ellos venían en las temporadas de caza, que duraban seis meses. Les pagaban en Japón, por lo mismo, vendían las cosas que tenían y lo intercambiaban a la gente de acá, quienes las vendían en Valparaíso. En un mismo bar se podía ver a policías, japoneses y trabajadores juntos".

En lo que fuera la planta hoy se levanta el Centro de Investigación Marina de Quintay (Cimarq), perteneciente a la U. Andrés Bello (Unab). Jorge Martínez, vicerrector Unab de Viña del Mar, señala que "nos hemos propuesto cuidar, rescatar y mantener este patrimonio histórico del país. Afortunadamente, aún podemos avistar ballenas en la bahía de Quintay".

En 2015, el lugar fue declarado Monumento Histórico Nacional, y en parte de los terrenos se encuentra el museo de la Fundación Quintay, donde se exhibe la historia de la ballenera.

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