Ricardo Ezzati Andrello: "Las marchas suponen el ejercicio legítimo de un derecho y no debieran confundirse con violencia"

El prelado abordó el saqueo ocurrido esta semana en la iglesia de la Gratitud Nacional y los atentados a templos religiosos de La Araucanía. También se refirió a su futura renuncia, que debiera concretarse en enero próximo, cuando cumpla 75 años, edad límite para que los obispos dejen el cargo.




"Estos hechos violentos, que lastimosamente se hacen cada vez más frecuentes, evidencian una crisis de la conciencia nacional". Esa fue la reflexión que hizo el Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, horas después de conocido el saqueo en la iglesia de la Gratitud Nacional, el pasado jueves, en el marco de una marcha estudiantil. Análisis que ahondó en La Tercera, tomando en cuenta otras situaciones ocurridas en el país.

¿Cuál es su visión ante los hechos de violencia que actualmente se generan en el marco de las marchas y protestas sociales, en las que incluso resultó una persona muerta? ¿Qué o quiénes están fallando?

En numerosas ocasiones escuchamos que se enfatizan los derechos y se minimizan los deberes. Tal vez, esta sea una formulación poco persuasiva, que cae en saco roto. Sin embargo, constatamos síntomas de un peligroso debilitamiento de nuestra cohesión social, en numerosos ambientes y a todas las escalas. Las marchas suponen el ejercicio legítimo de un derecho, y no debieran confundirse o terminar con expresiones de violencia. De la misma manera, el uso legítimo de la fuerza pública, no tiene qué confundirse con el abuso policial. No perdamos la capacidad de hacer distinciones y evitemos poner a todo el mundo en el mismo saco. Las generalizaciones no ayudan. Voy a su pregunta. Es verdad: vemos síntomas de violencia en muchos ambientes. Los hechos de violencia contra algunas mujeres ha sido especialmente horrorosos en el último tiempo; lo mismo ha sucedido cada vez que peatones o vecinos detienen a alguien cometiendo un delito in fraganti y deciden hacer justicia por sus propias manos; lo ocurrido en Valparaíso el pasado 21 de mayo, ha sido particularmente lamentable; alguien estima que merece permanecer en la impunidad, pese a haber provocado la destrucción de un edificio y, lo que es peor, la muerte de un inocente. ¿Son casos aislados o dan cuenta de un ethos en expansión, donde el derecho del prójimo deja de ser pertinente en la decisión de mis actos? En este tiempo, no han faltado reclamos explícitos pidiendo impunidad para actos de corrupción que dañan a muchas personas, que van minando la credibilidad y el prestigio de la función pública. Lo acontecido en Valparaíso, ¿no será síntoma que esta cultura de la impunidad y de la solución violenta se ha "viralizado" en el conjunto de la población? Es lo que debiéramos averiguar, y de ser cierto, enfrentar. Una sana antropología debiera ayudarnos a encontrarnos con los derechos del prójimo y a cuestionarnos éticamente para lograr que nuestro tiempo sea recordado " por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida". (cfr: Carta de la Tierra, La Haya, 29 de junio 2000)

Respecto de las movilizaciones de estudiantes secundarios, quienes advirtieron que iniciarán una "ofensiva", por ejemplo su reciente irrupción en La Moneda, ¿usted considera justa o legítima esta manera de plantearlo o, a diferencia de lo que ocurrió en 2006, existen hoy canales de diálogo más institucionales? 

Un propósito bueno, no justifica cualquier método para alcanzarlo. Más allá de la expresión retórica -que en este caso es menos importante-, lo que debiera importarnos es que todos los niños y jóvenes de Chile tengan acceso a una educación de calidad. "Todos", no sólo algunos; "una educación de calidad", no sólo buena para unos y mediocre para otros. Naturalmente, en primer lugar, esto supone una reflexión atenta y profesional sobre el hecho educativo y, al mismo tiempo un discernimiento de los medios más eficaces, la búsqueda de las pedagogías más exitosas y el aseguramiento de los recursos más adecuados para alcanzar dicho propósito. Creo que lo primero, indiscutiblemente lo primero, dice relación con el diálogo franco y honesto de toda la ciudadanía, partiendo de los padres de familia sobre el tema educativo. Lo ha recordado el Papa Francisco en su Exhortación "Amoris Laetitia", cuando recuerda que "aunque los padres necesitan de la escuela para asegurar una instrucción básica de sus hijos, nunca pueden delegar completamente su formación moral". Una buena reforma educativa no se logra desde una ideología cerrada, sino desde y con aportes de experiencia plurales. Fines buenos y deseables, terminan siendo un contrasentido, cuando no cuentan con la sabiduría de todos los interesados. Un ambiente de amistad cívica y de participación acerca del mejor país que queremos, también en el campo de la educación, será muy valioso. En este tema de su consulta –la educación- como en tantos otros, debería replicarse la metodología de amistad cívica -no para negociar intereses de partes, sino para busca honestamente el bien de todos, con la sabiduría que permita hacer cambios capaces de perdurar en el tiempo. Los estudiantes deben ser escuchados, pero también deben escuchar: a sus propias familias, a expertos en educación, a las autoridades, y a los grupos de la sociedad civil, interesados en educar, etc. Así todos podríamos experimentar que Chile y su gente es un país que nos pertenece pero, en la misma medida, el país al que nos debemos.

En los últimos días han salido a la luz declaraciones de dirigentes de la CAM en torno al conflicto en La Araucanía y sobre la postura de este grupo frente a empresas, terratenientes y la presencia del Estado en la zona. Tomando en cuenta su cercanía con el tema. ¿Considera que es necesario que alguna autoridad política tome una decisión definitiva en torno a este conflicto? 

He conocido a varios dirigentes de la CAM. Con ocasión de la dolorosa experiencia de la huelga de hambre que algunos de ellos mantuvieron en la cárcel El Manzano de Concepción y en otras cárceles de la Región, sostuve largas horas de diálogo con algunos de ellos, especialmente con el señor Héctor LLaitul. Estoy convencido que si reducimos el tema mapuche a un asunto de control policial, tal vez, se podría evitar atentados, pero no se estaría dando respuesta al problema de fondo. Hay una demanda legítima de un pueblo que no ha sido atendida. Y a ella se añaden otros problemas que tampoco han sido atendidos. Considero necesario que todos asumamos la responsabilidad que nos corresponde: las autoridades, la sociedad civil, las comunidades que comparten la vida en esas tierras. Una causa justa que no encuentra satisfacción, conduce al empleo de recursos desesperados y dañinos. Es una antigua convicción de la Iglesia el que la paz es fruto de la justicia (Isaías 32, 17; Juan 14, 27). Será honesto preguntarse: una vez restablecido el orden público en la Araucanía, ¿se habrá hecho justicia a sus pueblos originarios? Añado una segunda pregunta: una vez que estos grupos organizados renuncien al empleo de la violencia, ¿qué tienen derecho de esperar de mí, de la sociedad y del Estado chileno? Hay una antropología y una cosmovisión que merecen respeto y no lo obtiene en medida que lo merece.

La CAM también dijo que ellos no atacaban a iglesias ni edificios de organizaciones sociales. ¿Por qué cree que las iglesias están siendo objeto de estos ataques? ¿Cree que tal vez esos grupos "no CAM" ven a la Iglesia como cercana a los intereses económicos de la zona y por ello se iniciaron las represalias después del desalojo del seminario San Fidel, de Villarrica, a principios de enero pasado?

Cuando ocurrió la ocupación del seminario San Fidel, el año 2014, el obispado de Villarrica emitió una declaración muy decidora: reconocía la justicia de la demanda territorial del pueblo mapuche, y ofrecía su disposición para solucionar las diferencias. Quiere ser parte en la solución del problema. Junto con resolver lo que es materia de corto plazo, y que en este caso significa defender el derecho a la libertad religiosa de numerosos mapuches católicos o evangélicos, cuyas capillas han sido incendiadas, junto con asumir la responsabilidad de reconstruir los templos siniestrados, con un espíritu de paz y concordia que es emocionante, en el mediano y largo plazo debemos trabajar para identificar y resolver las causas profundas de la violencia actual. El Comité Permanente de la Conferencia Episcopal, se reunirá próximamente, con los Obispos Católicos de la Zona y con algunos Superiores Mayores de Congregaciones religiosas para discernir la mejor manera de aportar a la paz y prosperidad de las familias mapuche, una extraordinaria riqueza de nuestra patria. Sabemos que podemos contar con la inmensa mayoría de las familias mapuche. Me lo dice también a experiencia vivida con las comunidades de la Provincia de Arauco. Por eso, miro con esperanza el futuro:  "¡Basta que haya un hombre bueno para que haya esperanza!", ha dicho el Papa Francisco.

Otro tema relevante en la agenda pública es la reforma educacional y los pasos que se vienen en educación superior. Actualmente se estudia la fórmula para avanzar en la gratuidad. ¿Está de acuerdo en cómo se ha planteado dicha fórmula? ¿Cree que se puede lograr la gratuidad como fue planteada por la autoridad en su propuesta de gobierno?

La gratuidad es un bien. Que muchos niños y jóvenes tengan acceso a una educación de calidad y que esto no signifique una carga angustiante para sus familias, constituye un logro social no indiferente. Los cristianos creemos que Dios distribuye talentos, de manera generosa, sin mirar los condicionamientos sociales u económicos levantados por los hombres. No es bueno, no es justo que jóvenes o niñas talentosas no puedan desarrollar los dones recibidos, simplemente porque la sociedad se ha construido en forma egoísta y sin solidaridad. Sin embargo, la sola gratuidad no basta: en efecto debe respetar la libertad de ofrecer y acceder a un proyecto educativo conforme a los valores y principios que inspiran la vida de los ciudadanos, ejercido con autonomía y responsabilidad. El fin bueno que se desea alcanzar, debe permitir legítimas formas de libertad de enseñanza y de organización. Es de esperar que, a pesar de las dificultades que aparecen al horizonte, la meta pueda ser alcanzada y no quede una promesa incumplida.

Cercano a cumplir 75 años, edad límite de todo obispo para presentar la renuncia a su cargo, ¿qué trámites ha realizado usted respecto de este tema o cuáles y cuándo los va a realizar? Es decir, dentro de lo que en este minuto puede explicitar, y como muchas veces ocurre en estos casos, ¿es posible que su permanencia como Arzobispo de Santiago se extienda un poco más allá de sus 75 años o está en período de reflexión al respecto?

El Decreto del Vaticano II sobre el oficio pastoral de los obispos, promulgado el 28 de octubre del año 1965, invita a los obispos a presentar la renuncia de su oficio por razones de edad. El año siguiente, el Papa Pablo VI, emana un documento en el cual explícita la indicación conciliar y establece que los obispos, al cumplir los 75 años de edad, presentan sus dimisiones, las que se harán efectivas después de la aceptación del Sumo Pontífice. A su vez, el canon 401 del Código de Derecho Canónico dice textualmente: "Al Obispo diocesano que haya cumplido setenta y cinco años de edad se le ruega que presente la renuncia de su oficio al Sumo Pontífice, el cual proveerá teniendo en cuenta todas las circunstancias". Es mi caso al cumplir en enero próximo esa edad. En su momento, con un corazón agradecido a Dios, por el privilegio de haber servido durante veinte años las Diócesis de Valdivia, Concepción y Santiago, pondré mi oficio en las manos del Papa Francisco.

¿Qué espera hacer luego de cumplir este período? ¿Espera seguir aportando a la discusión nacional en torno a temas de relevancia?

A lo largo de mi vida sacerdotal he aprendido que cada edad tiene una específica fecundidad pastoral. Me llena de esperanza y de confianza saber con qué Aliado me tocará ejercer el ministerio sacerdotal y quien le dará fecundidad. He aprendido también a reconocer con sencillez que el nido que el Señor nos prepara, es infinitamente mejor del que uno pretende construirse. Seguiré siendo sacerdote. Siempre disponible a cuánto y a cuándo determine el Santo Padre.

El proyecto de aborto en Chile está en discusión en la Comisión Mixta. Si bien es sabida la postura de la Iglesia frente a la iniciativa legal del gobierno, también se han conocido opiniones diferentes, como la del padre Mariano Puga, quien pide dejar que la mujer decida en "casos límites". ¿Cómo se puede conciliar la defensa a la vida con la problemática social a la que apela este sacerdote? ¿El proyecto necesita también de herramientas o fortalecimiento de redes para aquellas mujeres que deciden no optar por un aborto?

Los obispos de Chile hemos reconocido que las causales invocadas por el gobierno para despenalizar el aborto, son dramáticas y muy dolorosas. Sabemos también que hay médicos que desisten de denunciar los abortos de los que tienen conocimiento, por empatía con esas madres y su entorno. La Iglesia no se pone al margen de la compasión y de la misericordia. Los esposos saben que la elección responsable de la maternidad y de la paternidad presupone la formación de la conciencia que, como afirma el Concilio Vaticano II, es "el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que este se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella". Es en este contexto que el Papa Francisco recuerda el valor de la vida humana: "Es tan inalienable el derecho a la vida del niño inocente que crece en el seno de su madre, que de ningún modo se puede plantear como un derecho sobre el propio cuerpo la posibilidad de tomar decisiones con respecto a esa vida…" (Amoris Laetitia 83). Las declaraciones que algunos católicos han formulado en orden a despenalizar el aborto, son opiniones, en algunos casos, inspiradas en la compasión, que significa "padecer con", "acompañar con misericordia", "estar cerca de", lo que no significa aprobar que una vida inocente sea sacrificada, una vida que tiene igual valor que la vida de la madre. Manteniendo el desacuerdo con las tres causales aprobadas en la Cámara de Diputados, veo con esperanza la posibilidad de ofrecer instancias de acompañamiento a mujeres embarazadas. Oro para que la mente y corazón de los legisladores se dispongan a buscar y defender el bien supremo de la vida, aliento tantas iniciativas de laicos cristianos que se empeñan en acompañar y sostener a jóvenes mujeres embarazadas, que optan por la vida de las criaturas que llevan en su seno.

El tema del salario ético y la reforma laboral también han sido objeto de discusión dentro de la Iglesia, sobre todo a la hora de pedir cambios en favor de la igualdad o defensa del trabajador. ¿Considera que el mensaje entregado por la Iglesia ha tenido acogida entre quienes pueden hacer un cambio? Dentro de esto, muchos sectores se definen como "pro-vida". Asumiendo lo que ha dicho la propia Iglesia Católica, que el sueldo justo es parte de la vida, ¿espera que esos mismos sectores se manifiesten en este tema? 

Creo que el tema del salario ético ha sacudido saludablemente el debate nacional. Aunque algunos hayan replicado: "pastelero a tus pasteles", no son pocos los sociólogos, los economistas, los políticos, y sobre todo los mismos trabajadores, que sí, han concordado con esa aspiración, que apunta a una mejora constante de las condiciones de vida de los más pobres. Es tarea de los técnicos trazar los caminos para alcanzar la meta. Dice el Papa Francisco: "Debería exasperarnos las enormes inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran en una degradante miseria, sin posibilidades reales de superación, mientras otros ni si quiera saben qué hacer con lo que poseen". Son palabras dichas en la Encíclica sobre el Cuidado de la Casa Común. Me parecen muy apropiadas para justificar la necesidad de avanzar decididamente hacia una sociedad más equitativa y solidaria.

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