Visión crítica y revisionista se impone a 100 años de la Primera Guerra

En medio de la Guerra Fría o antes del Muro de Berlín era muy difícil hacer un análisis serio.




El asesinato del heredero al trono del Imperio Austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando, el 28 de junio de 1914, a manos de un extremista serbobosnio en Sarajevo, fue la excusa para que se produjera una cadena de rompimientos de relaciones entre países europeos, que llevó al estallido de la Primera Guerra Mundial. Sólo ahora, cuando se cumple el centenario de ese conflicto, historiadores han apostado por desmitificar los hechos a la luz de una visión más crítica e incluso revisionista. Cómo no, si en los aniversarios anteriores "redondos", como el de los 50 o los 75 años, en medio de la Guerra Fría (1964) o ante la inminente caída del Muro de Berlín (1989), era muy difícil llegar a un análisis frío y objetivo. Es con motivo de los 100 años que expertos de diversas nacionalidades se han animado a validar algunas de las conclusiones del pasado, pero también para reconocer los errores cometidos por sus países y las exageraciones construidas. 

Ello, dentro de un momento político actual delicado, donde los movimientos nacionalistas europeos han crecido y donde se alzan las voces que piden redefinir la unidad de los países del Viejo Continente.

El británico Christopher Clark, autor del libro Sonámbulos, y el alemán Herfried Münkler consideran el tema de la culpa desde puntos de vista diferenciados, al asegurar que todos los implicados tienen su parte de responsabilidad por la mezcla de factores que llevaron al estallido de la guerra, como la clásica política imperialista, las contradicciones internas, la sobrevaloración de las propias capacidades, una toma de decisiones entre cuatro paredes. "Los protagonistas de 1914 eran como sonámbulos vigilantes, pero ciegos; angustiados por los sueños, pero inconscientes ante la realidad que estaban a punto de traer al mundo", escribió Clark. El historiador alemán Jörn Leonhard sostiene en su reciente libro Die Büchse der Pandora (La caja de Pandora) que la Primera Guerra destapó esa olla de mitología antigua que es Europa y de la que se escaparon todas las desgracias y los vicios del mundo: desconfianzas entre los pueblos, ánimo de revanchismo, totalitarismos y un irracionalismo político. Mientras que la historiadora canadiense Margaret MacMillan, autora del libro 1914. De la paz a la guerra, destaca la importancia de los individuos en los hechos y profundiza en las personalidades y los sentimientos de personajes que tomaron las decisiones, donde destaca que entre ellos no hubo una mujer.

Es una nueva generación de escritores que apuesta por echar por tierra el concepto extendido de que las dos guerras mundiales pertenecen a distintos órdenes morales y que una era buena (la Segunda, por la apuesta por derrotar al fascismo) y la otra mala. La verdad es que el estallido de 1914 hay que entenderlo aún con la mentalidad del siglo XIX, con países, como la Alemania recién unificada, que se creían imbatibles, y que consideraban que el poder estaba en la expansión territorial y no en el control y poder económicos. Y las ciudadanías apoyaban la guerra porque no sabían cómo los golpearía en su vida familiar y nacional.

El historiador británico Max Hasting, autor del libro 1914. El año de la catástrofe, descalificó en un reciente artículo que un triunfo alemán pudiese haber sido hasta positivo, que la guerra fue una masacre inútil o que el Tratado de Versalles fue una injusticia absurda, pese a que terminó siendo el germen de la Segunda Guerra. "Parece que algunos de los que ahora participan en los actos conmemorativos de 1914 están queriendo limitar el debate sobre las causas que provocaron el conflicto. Entre otros motivos, para no despertar susceptibilidades entre los actuales socios de la Unión Europea y para que este tema no se convierta en 2014 en una mera apología del remordimiento y la disculpa", señala.

Así, insiste en que los historiadores más serios, incluso alemanes, consideraban al régimen germano de 1914 como "una autocracia militarizada cuya victoria habría sido un desastre". Sostiene que "la civilización occidental tiene que agradecer por muchas razones a los aliados su victoria tanto en 1918 como 1945", y que "los críticos del Tratado de Versalles no imaginan el tipo de paz que habría pactado Alemania en caso de que hubiera resultado vencedora, como de hecho hizo con Rusia, imponiendo sus condiciones en el Tratado de Brest-Litovsk".

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