Columna de Álvaro Pezoa: Una revolución inconclusa



Para una parte considerable de la izquierda chilena el gobierno de Allende parece haber sido una “revolución inconclusa” (Fermandois, 2013). Se ha discutido profusamente si el 11 de septiembre de 1973 representó para las fuerzas políticas que apoyaban al gobierno de la Unidad Popular una derrota o un fracaso (Mansuy, 2023). Hay quienes piensan que fue ambas cosas, pero queda la impresión de que la izquierda radical ha aceptado más la primera, que el segundo. Más bien, leen esa fecha como la interrupción abrupta de un proceso revolucionario marxista que, no habiendo sido un fiasco, debe ser concluido. Esta interpretación de los hechos, unida a la declarada admiración a Allende por parte de Boric -y compañeros de ruta-, ayudaría a entender la fijación presidencial por mantener viva la esperanza de efectuar en Chile un proyecto refundacional a partir de la estructura institucional democrática, tal como parece haberlo soñado su predecesor. Esto es, hay una parte de él que quisiera “derrocar al capitalismo” (Boric, BBC) para instaurar una sociedad socialista hegemónica a lo “Laclau-Moufee” (2021).

¿Querrá Boric emular a Allende? Una parte importante de él, sí. Es su modelo. ¿Estará dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias? ¿Cuáles podrían ser éstas en las circunstancias históricas actuales y puesto en la persona del magallánico? No es posible saberlo a ciencia cierta. Pero, sus actuaciones, especialmente las más recientes, dejan entrever la fuerte pulsión revolucionaría que lo anima. Las antes mencionadas frases vertidas para la BBC; el curioso episodio del megáfono, donde señaló a viva voz que no daría “su brazo a torcer” ante el propósito de llevar adelante su programa; la excesiva tardanza en remover del gabinete a su socio político y amigo “Giorgio”, cuando todo indicaba que resultaba imprescindible haberlo hecho antes para encaminar una salida a la crisis desatada por la gigantesca corrupción que asoma a partir del denominado caso “fundaciones”, son señales de un fuerte apego al propósito de retomar -50 años después- la senda revolucionaria que Allende no quiso nunca abandonar, so riesgo de colaborar activamente a conducir al país al descalabro de una guerra civil inminente.

Transcurridos diecisiete meses de gobierno, el primer mandatario ha cosechado abundantes derrotas, partiendo por el amplio rechazo del texto -y proceso- de nueva Constitución de espíritu izquierdista-refundacional-maximalista que impulsó absolutamente, con pretensión de que se erigiese en plan de acción programática para la coalición frenteamplista. También, fracasos debidos a la impericia y malsana avidez de los agentes que, junto con él, han arribado a la administración pública o sus proximidades. Pero nada logra mitigar sus ansias por reencaminar a Chile hacia una transformación estructural extrema: “allí donde esté tú tesoro, allí también estará tú corazón” (Mt 6, 21).

Por Álvaro Pezoa, ingeniero comercial y doctor en Filosofía

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