Columna de Francisco Leturia: ¿Cuántas armas se necesitan para desestabilizar un país?



Por Francisco Leturia, presidente del Consejo para la Transparencia.

No sabemos cuántas armas hay en Chile. Sólo legales, son más de 700.000. Pero si sumamos la tenencia ilegal, el número es imposible de determinar. Se nos va de las manos.

Desgraciadamente, a diferencia de las drogas, las armas no huelen ni vencen. Son fáciles de ocultar. Pueden ser arrendadas o compradas en el mercado negro, por piezas o enteras. Hasta una pistola a fogueo puede ser modificada, con poco esfuerzo, en una maestranza clandestina.

Las autoridades están lejos de contar con los recursos para mantener actualizado y en regla el sistema de tenencia legal de armas. Ni siquiera para depurarlo de quienes perdieron su licencia por cometer delitos y actuar en consecuencia.

Esa es la realidad.

Pero mucho más preocupante es el descomunal aumento del interés por adquirir “fierros”. Y basta que ello suceda, para que pronto aparezca el proveedor. Legal o ilegal. Nacional o foráneo. No es casual que en los últimos 15 años, haya cerca de 60.000 de armas “extraviadas” o “robadas” cuyo destino se desconoce.

¿Cuántas armas se necesitan para desestabilizar un país? Muy pocas. Sobre todo si están en manos de grupos organizados y dispuestos a usarlas.

Los sistemas de registros y las prohibiciones legales pueden ayudar, pero no sabemos cuánto. Chile ya no es un país sin armas. Y quienes las usan y poseen ilegalmente, no se someterán fácilmente al llamado de la ley.

Para identificar y desbaratar a esos pocos grupos dispuestos a usar las armas, se requieren estrategias mucho más agresivas y focalizadas que las usadas hasta ahora.

Lo prioritario y más efectivo es una estrategia de inteligencia de verdad, que permita tener información detallada de las bandas y sus integrantes, de sus escondites y planes. Sólo con ello se podrán realizar intervenciones seguras, quirúrgicas y efectivas.

Luego de controlar a los grupos armados, tocará enfrenar el problema de fondo: hacerse cargo de las muchas razones (sociales, ambientales, económicas, psicológicas, de control de armas, etcétera) que han llevado a tantas personas a usar las armas para lograr sus objetivos.

Aunque la verdad sea incómoda, es fundamental para reconocer lo que podemos y no podemos hacer. La meta es ser efectivos y reducir al mínimo el margen de error. Hay muchas vidas humanas de por medio.

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