Columna de Jaime Bellolio: Política: ni profetas ni barras bravas

El Palacio de La Moneda


James Madison dijo: “si los hombres fueran ángeles, el Estado no sería necesario, y si los ángeles fueran a gobernar a los hombres, ningún control al Estado, externo o interno, sería necesario”. Pero no somos ángeles ni estamos gobernados por ellos y, quienes más intentaron asemejárseles son quienes más fuerte han caído. Es que quien se presenta como un camino de salvación, o está citando la Biblia o está escribiendo la suya propia.

Vivimos tiempos de incesantes cambios y, especialmente en Chile, enfrentamos un “futuro corto” que nos obliga a sobrevivir sin podernos proyectar en el largo plazo. La política no es ajena a ello y por tanto los incentivos a cooperar son muy débiles. Entonces continuamos por la senda de la ganancia inmediata; de la confrontación; de “ellos” versus “nosotros”; de la imposibilidad del matiz; del like. Dialogar es traicionar, negociar es ser débil y debatir es insultar. Una lógica antipolítica que siempre deriva en fracaso.

En estas páginas sostuve que hay que resistir la tentación de capitalizar la crisis del Frente Amplio por las consecuencias que para el futuro eso tendría, pero que obviamente se deben perseguir responsabilidades para que no exista atisbo de impunidad, así como separar lo corrupto de lo correcto, precisamente para proteger a nuestra institucionalidad y, con ello, la democracia. Como era de esperar, desde un lado me llamaron cobarde, traidor, buenista, cómplice, ingenuo, vendido y más. Y del otro, inmoral, corrupto, comprado, criminal. Hubo también críticas de buena fe, que siempre deben ser escuchadas, pero en la mayoría de los debates públicos, parece ganar la cultura de la confrontación.

Me tocó ser parte de momentos muy duros de nuestra política, de intentos de desestabilizar nuestra democracia; de justificaciones inexcusables de la violencia; de tratar al opositor como enemigo, y entonces ver en el otro siempre lo peor y tratar de infligirle el mayor daño; de pretender instalar unas reglas constitucionales canceladoras y mesiánicas. No me olvido de ello, ni menos de que hayan amenazado a mi familia y a mí por razones políticas.

Necesitamos dotarnos de reglas comunes para poder imaginarnos un futuro compartido, para poder proyectarnos más allá de unos meses y entonces planear individual y familiarmente nuestra vida en comunidad. Por lo mismo es que me resisto a ver la política como una guerra entre profetas o barras bravas, donde todo está bien o mal dependiendo del prisma desde donde se ve.

Ya nos han alertado, las democracias mueren lentamente y su peor enemigo son los populismos. Para protegerlas, mencionan los autores, debemos combatir la corrupción y proteger la libertad de prensa, hoy en debate.

No podemos aspirar a los beneficios del futuro sin cruzar antes por los pantanos del presente. De la crisis podremos salir si fortalecemos a la política, entendida como el espacio que le hemos ganado a la historia para tomar decisiones en pos de la libertad, pluralidad, justicia e igualdad. No al revés.

Por Jaime Bellolio, director Observatorio Territorial IPP UNAB

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