Columna de Javier Salinas: “¿Estamos preparados para el 2023?”

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"Faltan un par de meses para que el año termine, pero ni la economía ni el mercado entienden de calendarios. El escenario internacional se está complicando en múltiples dimensiones"


Esta semana se están llevando a cabo las conferencias anuales del FMI y el Banco Mundial en Washington, en donde autoridades de todo el mundo discuten acerca del futuro de la economía y sus riesgos. Y este año (como durante los últimos años), los riesgos parecen tomar la agenda: la amenaza del Covid sigue presente (aunque ésta se ha ido diluyendo con el paso del tiempo); la guerra entre Rusia y Ucrania no termina; existen riesgos relevantes de una recesión global y la inflación se niega a retroceder; hay preocupaciones acerca del suministro de alimentos y de energía en el cercano futuro, además de los persistentes problemas con las cadenas de suministros; el cambio climático, los desastres naturales… y el mercado financiero agregaría a la lista la incertidumbre acerca del desempeño de China, las políticas monetarias y del futuro de las condiciones crediticias. En pocas palabras: estamos frente a un mundo más volátil y frágil, con menos predictibilidad, lo cual es particularmente nocivo para las economías emergentes.

Y mientras todas esas discusiones ocurren a miles de kilómetros, pareciera que en el país la agenda pública es otra: reformas sociales (y la tributaria, para financiarlas), nueva propuesta constitucional, políticas de comercio exterior, etc. Y la verdad es que la experiencia nos muestra que no podemos estar desatentos a lo que sucede en el mundo, porque Chile sigue siendo una economía pequeña y abierta (usando el término técnico económico, y sin intención de ser peyorativo en el término “pequeña”).

La pregunta es ¿Estamos preparados en la región, y particularmente en Chile, para lo que nos espera en el año 2023? El déficit fiscal se ha ido reduciendo de manera importante, lo que le da espacio al gobierno para aplicar políticas contracíclicas el siguiente año en caso de ser necesario. Sin embargo, hay que monitorear de cerca cómo van a interactuar la recesión con la inflación, porque si bien hace sentido esperar que las presiones inflacionarias disminuyan, no es claro del todo aún. Así, si la inflación alta persiste, el Banco Central estaría en la dificultad de combatir la inflación sin profundizar los efectos globales en la economía local. Y, en este caso, tampoco es óptimo una política monetaria contractiva con una fiscal expansiva, aunque una buena focalización por parte del gobierno podría aminorar esto.

Por otra parte, los desequilibrios macroeconómicos externos continúan, de la mano con un déficit de cuenta corriente persistentemente alto. Cuando las condiciones financieras externas se recrudezcan, las economías con mayores desequilibrios serían las más afectadas, con consecuencias claras en el tipo de cambio (aunque parte de este complejo escenario global ya estaría internalizado). Aquí es donde está el talón de Aquiles de la economía local el día de hoy, pagando los excesos del pasado.

Faltan un par de meses para que el año termine, pero ni la economía ni el mercado entienden de calendarios. El escenario internacional se está complicando en múltiples dimensiones (“múltiples crisis en la era de la volatilidad”, tomando prestado el título de una de las charlas centrales de las conferencias anuales del FMI y el Banco Mundial), y el mundo está atento a cómo esto evolucione; estemos alertas.

El autor es economista Jefe de LarrainVial Research

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