Columna de Julio Isamit: Crisis moral de la República



A lo largo de la historia se ha pretendido identificar los elementos que explican el auge o caída de una nación. Algunos creyeron que uno u otro estaba determinado por las creencias religiosas, por la raza predominante o por las condiciones geográficas. El siglo XX dejó en evidencia el rol de las instituciones como se sostiene en Por qué fracasan los países, a propósito de Alemania y Corea. Cicerón, el gran estadista romano, se preguntó cuáles eran los elementos que explicaran la primacía de su República, logrando identificar dos: el comportamiento de las personas y la fortaleza de sus instituciones (mores et leges).

Nuestro país experimenta desde hace varios años una crisis integral: de lucha política, estancamiento económico y pérdida de movilidad social por un lado y, por otro aún más profundo, un grave decaimiento moral y un severo desprestigio de nuestras instituciones.

Las instituciones se debilitan porque las personas a cuyo cuidado se encuentran no cumplen su deber. En los últimos años hemos visto una Presidencia empobrecida por sucesivas abdicaciones de sus atribuciones y un Congreso Nacional donde sus miembros aprueban a sabiendas proyectos manifiestamente inconstitucionales. Por su parte, los miembros del TC abdicaron de pronunciarse respecto a la constitucionalidad de los retiros previsionales y la Corte Suprema tolera que una de sus salas derive en órgano legislador, dándole una estocada a nuestra institucionalidad.

Son estos casos de irresponsabilidad, mediocridad o populismo los que configuran la crisis moral de nuestra República. A ellos, peor aún, se agregan los actos punibles de quienes traicionan la confianza de las personas y del país en el Estado, la empresa privada, en las FF.AA. o en la Iglesia.

Cicerón advertía también que la corrupción moral no solo era grave cuando se trataba de los gobernantes, sino también de los gobernados. Esa pérdida de sustrato moral la apreciamos en la falta de la autoridad de padres y profesores, en la falta de confianza en el otro, al punto que casi nadie se detiene a ayudar en la autopista por temor a una encerrona y en la falta de responsabilidad de los más de 30.000 padres del Registro de Deudores de Alimentos que deben más de 47.000 millones de pesos a sus propios hijos.

Por todo lo anterior es innegable que el país vive una crisis moral. A esto se refería Beatriz Hevia, presidenta del Consejo Constitucional, en su discurso inaugural. El escándalo por sus palabras muestra la ceguera de aquellos que reducen lo moral a lo meramente íntimo o, peor aún, a quienes creen que podemos contar con buenas instituciones (o Constituciones) con “malos” ciudadanos o a una buena democracia sin verdaderos demócratas. No por nada Cicerón también nos decía que la historia era “maestra de vida”.

Por Julio Isamit, director de Contenidos Instituto Res Publica y académico de Derecho USS

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