Columna de Luis Larraín: Constitución: calma y tiza

Foto: Jesús Martínez, Agencia Uno.


Van a ser cuatro años desde que la clase política, luego de la brutal violencia en las calles, convenció a la mayoría de los chilenos que la Constitución era responsable de sus penurias. El deterioro en la calidad de vida podría detenerse si la cambiábamos. Un grupo de convencionales, elegidos bajo vientos octubristas y con reglas electorales tramposas generó un proyecto tan malo y ajeno a nuestra tradición democrática, que una amplia mayoría de la población lo rechazó.

Los políticos decidieron entonces, con poca reflexión, diseñar un nuevo proceso que esta vez sí iba a permitirnos cambiar la Constitución. Los consejeros elegidos popularmente trabajan hoy aceleradamente bajo la mirada de políticos, elites y medios de comunicación. En esta etapa, producto de la negociación, se amplifican las diferencias y exageran los peligros de las propuestas adversarias. Así, se ha dicho que enmiendas aprobadas impedirían el aborto en tres causales que existe hoy, pese a que Carlos Peña (no precisamente un conservador) desvirtúa categóricamente esas afirmaciones. Cabe consignar que según el CEP un 40% de las enmiendas aprobadas en el pleno al texto de la comisión de expertos lo han sido por unanimidad.

Pero sucede que, en un carril paralelo que no se cruza con el anterior, la mayoría de los chilenos sufre penurias mayores que hace cuatro años. La situación económica es peor, la criminalidad llega a límites intolerables y se ha incubado en la mayoría un fuerte hastío con el proceso constitucional y desconfianza hacia las elites que los habrían engañado.

Entre estas últimas, ha cundido el pánico en los últimos días al constatar que todas las encuestas muestran una amplia ventaja de la opción “En Contra” por sobre “A Favor”. No se cumpliría así el objetivo de cerrar el ciclo constitucional. Algunos creen que la solución es que la Constitución sea lo más transversal posible para concitar la aprobación de todos. Pero la mayoría permanece indiferente a esa discusión. De hecho, las encuestas señalan que la transversalidad no mueve la aguja. Lo que sí lo haría, es que se perciba que la constitución dará mayor estabilidad para el futuro. Han surgido también propuestas creativas y bien poco serias, para que no haya plebiscito porque no hay texto, o para que se acoja el borrador de la comisión experta sin modificaciones. Creo que cualquiera de estas alternativas aumentaría el rechazo a las elites y a una nueva constitución.

Lo que cabe ahora es mesura, templanza y sobriedad, para aprobar luego de las últimas negociaciones un texto que concite apoyo mayoritario y se haga cargo de los temas que de verdad importan a la población. Hay que convencer a los chilenos que, cerrado satisfactoriamente el tema constitucional con un “A Favor”, Chile se dedicará a resolver los problemas que agobian a la ciudadanía.

Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo

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