Columna de Patricio Hales: La muerte de un Presidente

En la condolencia de los adversarios políticos del Presidente Piñera no hay cinismo, sino convicción democrática.



Aplastados por la noticia del accidente del Presidente Piñera, nos vuelve a sorprender el misterioso curso que puede tomar la vida, que creemos que nos pertenece. Nos concentramos en el dolor de su familia, porque con ellos compartía ese futuro que, como todos, soñaba que era posible construirlo. Pero junto a la detonación masiva de cariño a su mujer y sus hijos por el golpe sufrido, además del dolor privado, el país también intenta consolarse públicamente porque ha muerto un Presidente de la República.

Así explotaron espontáneamente en el borde del Lago Ranco esas pocas personas que, bajo la lluvia, convocadas por nadie más que por su asombro por la noticia, comenzaron a cantar la Canción Nacional al ver los equipos de rescate caminando sobre el pequeño muellecito a la orilla del agua, cargando el cuerpo sin vida del Presidente Sebastián Piñera Echenique. Parecía un prólogo popular al funeral de Estado a un político que presidió Chile.

Es que subyace, con lágrimas, un anhelo nacional republicano de re-dignificar la función pública y la institucionalidad política.

Chilenas y chilenos han desplegado masivamente este doble pésame: a la familia en su dolor más privado y a su propio país, con dolorosa expresión de pesar, a la institucionalidad accidentada por esta sorprendente muerte de un reciente presidente, plenamente activo y comprometido con la actividad política actual.

Sin distinción partidaria y por sobre las discrepancias, el pésame público ha sido generalizado, más allá de las recientes y pasadas historias de adversidades electorales u oposiciones a los dos gobiernos del presidente Piñera, hasta de los políticos más duros en sus juicios contra el ex Presidente. Varios de los más descalificadores, incluídos algunos de los que pidieron su renuncia al cargo presidencial, saludan su memoria.

Muchos políticos que impulsaron y apoyaron la acusación constitucional para destituirlo como presidente, se han expresado con sinceridad cuando reconocen el irredargüible mérito político que constituye haber sido electo para dos mandatos por firmes decisiones del pueblo. Algunos, dolidos por la pérdida de su vida porque lo conocimos personalmente, lo recordamos por esos méritos democráticos y a pesar de nuestras fuertes diferencias políticas cooperamos con su gobierno en aquellas materias en las que nos demandó nuestra oposición constructiva.

Nunca olvidaremos el historial democrático que lo caracterizó durante la dictadura, compromiso que le creó resistencias en sus propios aliados electorales. Esa complejidad de su conducta política evidenciaba el firme y fuerte carácter de demócrata que todos los políticos han destacado al momento de expresar su pesar por su muerte.

No se trata del vulgar discurso que siempre habla bien de quien acaba de morir. Los pésames políticos de esta ocasión no borran las diferencias por oportunismo funerario sino que expresan valoración sincera de la conducta democrática de un ex presidente fundador y activo militante político en un país que luchó por la democracia. Chile llora la muerte de uno de los que, más allá de cualquier otra crítica, contribuyó en su acción política a preservar esa democracia.

Por eso bajo la lluvia, en el borde del lago del accidente, las personas de los alrededores, lugareños y veraneantes, se juntaron a recibir su cuerpo cantando el himno que nos marcó desde niños, un sentido de pertenencia a la República. Los que esperaban en la orilla que el cuerpo fuera rescatado, lloraban a un político que había sido electo en democracia para el más alto cargo que nos representa. Ese fue el primer pésame público a la política y quizás una demanda para que los responsables de echarla a perder trabajemos para recuperar la fortaleza institucional que el país exige.

Porque en las profundidades del desprecio a la política y los insultos a los políticos, expresados “objetivamente” de manera rotunda en todas las encuestas de opinión hay un anhelo vital, fetal, flotando en el interior de la democracia de un país que demanda con convicción una mejora rotunda de la Política.

Las expresiones simplonas contra la Política, la crítica destructiva hacia ella y a los políticos en bulto son desmentidas por este momento de reflexión que nos deja como último legado el ex Presidente.

Ahora la tarea principalmente es de nosotros, los políticos.

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