Columna de Sebastián Sichel: Andrea y su esfuerzo

FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA


Andrea está ahorrando para su jubilación. Es tan ordenada que decidió ahorrar en depósitos a plazo parte de su sueldo. Le cuesta. Sabe que es el fruto de su trabajo y que ahorrando gana menos en el presente. Es un sacrificio que estima necesario, pero piensa que si se ha hablado tanto de un 6% adicional, debe hacerlo. Se saca la cresta para mantener a sus hijos y no le alcanza -el padre desapareció-, pero su familia le enseñó que no había nada gratis y necesita pensar qué va a hacer cuando no le queden fuerzas para trabajar. Sabe que el ahorro es la clave.

A ella no la hacen lesa, sabe que los que prometen las cosas gratis son los que se aprovechan del poder para su propia fortuna. Y timan a la gente. También su familia le enseñó que al final siempre la gente que trabaja paga la cuenta de esas falsas promesas. Ha visto cómo alcaldes roban plata; cómo políticos les dan pega a sus parejas y a sus familias; cómo arman fundaciones para defraudar al Fisco, y cómo el Estado se llena de burocracia cuando tiene que ayudarles a las personas. Ya no le cree a nadie.

Sabe que va a salir adelante en la medida en que se esfuerce y lo único que espera del gobierno es que haga, al menos, bien su trabajo básico: garantizarle seguridad, salud y educación. Pero cada día siente más miedo, el colegio público de sus hijos cae en los rankings y tiene terror a enfermarse por las listas de espera. Algo escuchó de que el Presidente dijo que su miedo era algo como un invento o “cherry picking” y que la ministra del Trabajo andaba peleando con las AFP y quien administraba su plata. Le pasó lo de siempre: siente que esos que se llenan la boca diciendo representar el pueblo jamás han entendido sus problemas: están preocupados de los problemas de unos pocos y sus causas de jóvenes privilegiados. Hablan de un país y cifras inventadas que ella no conoce. No sabe a quién contarle que lo que ella vive y enfrenta es el mundo real y pedirle solo una cosa: que hagan mejor su trabajo. Nada más ni nada menos. Pero ve que no se exigen. Que no importan las embarradas que hagan en el poder, siguen aferrados al cargo. Mientras, si ella se atrasa, la echan. O si se equivoca, se lo descuentan.

No. No quiere que le saquen de su sueldo más plata para que el Estado diga qué hacer con ella o mandársela a otra persona. Menos ahora, que vio que el gobierno con su plata y la de todos los chilenos les regaló pensiones a quienes no trabajaban sino delinquían y tenían condenas. También le pide algo de coherencia: que condene a los que saquearon y quemaron su ciudad, no que les premie con indultos o pensiones.

Andrea necesita tener una buena pensión y está dispuesta a trabajar por ello. Y también quiere ser solidaria. Sabe que la mitad del Estado se financia con el IVA que paga cada vez que compra algo, y entiende que se gaste en ayudas directas a las personas. Por lo mismo, se ríe cuando gente que nació con privilegios le dice que sea solidaria: los ve con pegas y sueldos garantizados del Estado, sin experiencia y ganando millones, mientras ella los financia pagando impuestos. Y no les cree el discurso de la solidaridad: ellos no dan el ancho, pero siempre quitan. Les ruega a los políticos que no le pidan más que trabaje por ellos, que su esfuerzo y trabajo no están para pagarles un subsidio a los que roban, se apitutan o se pensionan por sus redes políticas.

Ahora llegó el tiempo de que los que trabajan en el Estado y en los gobiernos se esfuercen y vean cómo dejar de malgastar recursos para aumentar las pensiones de todos. Es lo que ella hace siempre a fin de mes. No, Andrea no quiere que la hagan más lesa. Como les dice a sus hijos: sin sacrificio no hay éxito. Y no ve dónde, cómo, ni cuándo el gobierno se esfuerza en hacer las cosas mejor. Andrea no cree en sermones morales de jóvenes a quienes les costó poco llegar a donde están, y que en dos años parece que poco saben de lo que ella y su familia viven. Andrea confía en su futuro y el de su país y está llena de ideales: esfuerzo, solidaridad, colaboración y el mérito la mueven. Justo lo que no ve en quienes lo gobiernan.

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