Columna de Teodoro Ribera: Turismo antártico y geopolítica austral



Distintos estudios ilustran la primacía de Ushuaia en el turismo antártico, que con más de 600 recaladas de barcos turísticos esta temporada, triplicará a Punta Arenas. La inversión pública argentina en infraestructura “antártica”, es una política de Estado de larga data que no solo garantiza empleos, sino que acrecienta su influencia política en el austro, tanto en su disputa con el Reino Unido como en su posicionamiento marítimo y antártico.

Argentina concibe su cualidad antártica desde Tierra del Fuego, habilitando caminos, ampliando puertos, fortaleciendo centros científicos y la logística antártica en todas sus dimensiones. Liderar el turismo antártico es un brazo más dentro de otras iniciativas que realiza el país vecino, que, sin desconocer el rol del multilateralismo, hace prevalecer la concepción soberanista sobre sus espacios australes.

A pesar de que la posición de Punta Arenas y Puerto Williams presentan ventajas geoestratégicas para la proyección del turismo chileno, desde la década de 1990 Ushuaia aprovechó el declive de la primera para posicionarse como principal “puerta de entrada a la Antártica”. En sus 180 años de historia, Punta Arenas exhibe un gran desarrollo inicial, luego un estancamiento con la apertura del canal de Panamá, y finalmente una gradual (e imperceptible) depresión en su condición de puerta antártica en los últimos 30 años.

El Tratado de Paz y Amistad de 1984 prescribe que los buques que operan desde Ushuaia deben transitar por la boca oriental del canal Beagle, sin acceso al by-pass del canal Murray y el Cabo de Hornos. Esto no impidió la consolidación de Ushuaia, que gracias a concesiones chilenas (que habrían importunado a los negociadores de los procesos del Laudo Arbitral y de la mediación papal) accede de todas formas a los atractivos de las regiones de las galerías de glaciares del canal Beagle occidental. Así, la falta de una visión respecto del valor económico y geopolítico de nuestra zona austral facilita el dominio argentino en esta zona.

El país al sur del Estrecho de Magallanes sigue siendo desconocido para la mayoría de los chilenos, lo que desaprovecha las ventajas que el Tratado de Paz y Amistad nos reservó. En el imaginario de nuestra clase política en general, al sur del Estrecho de Magallanes se extiende una región “que es de todos y es de nadie”, o mejor dicho “no solo para Chile, sino para todo el planeta”. Esta mirada merma el interés nacional, conviene a otros países que sacan provecho de los descuidos de nuestra política exterior, que no asimila aún los derechos y prerrogativas de Chile en el Estrecho de Magallanes y en su proyección legal y política al sur del Cabo de Hornos.

Así, la habilitación de un muelle en Puerto Williams es una buena noticia, pero ello debe ir acompañado de una política nacional y regional que permita unir intereses diversos y se acomode a las necesidades de las empresas de turismo.

Por Teodoro Ribera, rector Universidad Autónoma de Chile y ex ministro de Relaciones Exteriores

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