Derecho a la participación, una oportunidad histórica



Por Margarita Maira, Mg. en Literatura

En Chile, por fin está triunfando el ímpetu de la movilización social. Salimos a manifestarnos por la educación en 2011, ignorando que forjábamos una generación política que muy prontamente llegaría a las cumbres del poder. En 2019 subimos la apuesta, pidiendo refundar las dinámicas de sociedad, el sistema económico/político y tanto más, sin sospechar que podríamos plasmar estos anhelos en un texto constitucional. La participación en las calles ha logrado escribir su futuro, configurando por completo el actual escenario político.

Esas personas, las movilizadas, son una diversidad de miles, buena parte de las cuales sin duda se sintieron interpeladas por el discurso de inauguración del Presidente Gabriel Boric. En el mismo, el Mandatario promete abrir las grandes alamedas, pero también el Palacio presidencial, los gabinetes ministeriales y cada rincón de servicio público donde las autoridades tengan vínculo con las ciudadanías. “No va a ser este gobierno el fin de la marcha’', asegura. Nos invita a seguir andando juntos.

Esas personas, las movilizadas, también se abrieron paso hasta la Convención. Ahí defienden las prioridades de sus territorios. Entre esas, justamente la necesidad que tiene la gente de Chile de ser escuchada por los espacios de poder. Además de numerosas propuestas sobre mecanismos participativos, se están tramitando en la Comisión de Principios diez iniciativas de norma que proponen el derecho a la participación política. Este derecho, que la población ha hecho valer desde la precariedad y en circunstancias adversas, seguramente quedará consagrado en la nueva Constitución. Y enhorabuena que así sea, porque también son miles quienes quedan marginados de la vida política hoy en día, en especial los grupos históricamente excluidos.

Esas personas, las movilizadas, son por primera vez protagonistas de la fuerza política gobernante. Y han prometido que no olvidarán de donde vienen. Administrar las expectativas que eso genera requerirá de gran habilidad, a la vez que se abre una ventana única. Quienes lideran el país comprenden la participación como el derecho humano que es, y ahora tendrán la oportunidad de hacerlo realidad. En ellos recaerá renovar la relación con el pueblo y los pueblos de Chile para hacerlos parte de su gestión, además de probablemente implementar una nueva Constitución y con ella una nueva institucionalidad para la participación.

Esas personas, las movilizadas, han inventado una manera propia de participar, endémica de nuestra geografía: los cabildos como organización territorial y como espacio de diálogo que bulleron durante el estallido social. Tenemos un músculo entrenado para opinar en colectivo, para imaginarnos un país que nos haga y nos trate bien. La invitación a continuar este ejercicio está hecha, las personas están dispuestas, las condiciones están dadas; solo queda concretar. Para construir juntos el camino hacia el cambio y para que las movilizaciones sigan triunfando, el Presidente Boric tiene una oportunidad histórica: sentar las bases para que el Estado de Chile garantice el derecho a la participación para todos y todas, sin exclusión.

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