Desarrollo sostenible y cultura como un bien de primera necesidad para vivir



Por Leonardo Ordóñez, gerente general de la Fundación para el Desarrollo de la Economía y la Industria Creativa-Santiago Creativo

El fin de la Guerra Fría y la caída del muro de Berlín dan mayor impulso a la globalización, que pone el foco en la integración de economías locales a una economía de mercado mundial, donde los modos de producción y el flujo de capital se configuran a escala planetaria, teniendo mayor importancia el rol de empresas multinacionales y la libre circulación de capitales, promoviendo las sociedades de consumo en casi todo el mundo.

Coincide la globalización con nuestro proceso en Chile de recuperación de la democracia, la que 30 años después comienza a fortalecerse a partir del reciente proceso constituyente instalado.

García Canclini lo dijo hace más de 30 años atrás, y agrego a Nelly Richard, Subercaseaux, Stiglitz, Bauman, Appadurai, quienes, entre muchos, han investigado los efectos que la globalización tiene en la cultura (en la vida) y en el desarrollo. Después de décadas donde la globalización se presenta como un destino ineludible de la modernidad, comienzan a estudiarse la variedad de intercambios, desencuentros y desigualdades que provoca en nuestras diversas realidades.

Si la sostenibilidad se entiende como aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las capacidades de las futuras generaciones, garantizando el equilibrio entre el crecimiento económico, el cuidado del medio ambiente y el bienestar social; el desarrollo sostenible, pandemia de por medio, se presenta como la manera que tenemos los países de avanzar a resolver los efectos negativos  de la globalización y de los modelos neoliberales de desarrollo, que se focalizan en lo individual más que en promover lo colectivo-cooperativo y sostenible.

A partir de lo anterior, en Chile podría ser casi imposible enfrentar el cambio climático, las desigualdades, la escasez de agua potable, el hambre, el desempleo, la pobreza, si todo sigue funcionando tal como está. Pensar en modelos colaborativos con perspectiva global, promoviendo el desarrollo sostenible es la manera de transformar y lograr mejores resultados para el progreso social, el equilibrio ambiental y el crecimiento económico.

Si entendemos que debemos hacernos cargo de nuestra sostenibilidad, eso podría reflejarse por ejemplo en una recuperación de los modelos de cooperativas para sectores precarizados como la cultura y las artes, instalar centros de emprendimientos regionales para creativos, generar incentivos fiscales por ley para ellos, dar empleo, recuperar la industria textil chilena y la moda para promover maneras sustentables y económicas de vestir, promover la mano de obra de los técnicos audiovisuales chilenos para coproducciones internacionales filmadas en Chile, generar una cultura de asociatividad en los barrios, instalar un sistema de medios de comunicación, despertar la consciencia del cuidado entre seres humanos, el entorno y el planeta, mejorar la educación y garantizar medidas para proteger nuestro ecosistema. En definitiva, declarar a la cultura como un bien de primera necesidad para el desarrollo sostenible y el buen vivir.

Si este 2021 fue declarado el año mundial de la economía creativa para el desarrollo sostenible, es porque la cultura postpandemia se considera un bien esencial para vivir y se espera que los países lo pongan en práctica. Chile, en consecuencia, necesita instalar institucionalidad y sólidas políticas públicas para lograr una verdadera revolución cultural, una transformación para el desarrollo.

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