Columna de Carlos Correa: El pozo y el péndulo

Que la intransigencia haya cambiado de color político no puede ser una buena noticia, en los tiempos que vivimos y en las amenazas que vienen.



En la explanada entre sus instalaciones y el río, el Centro de Estudios Científicos de Valdivia tiene instalado un péndulo de Foucault. Ese maravilloso experimento muestra a un péndulo que oscila en varios planos como consecuencia de la rotación de la Tierra. Pese a su movimiento vertiginoso, y los giros que hace en una circunferencia, si se mira con la suficiente paciencia, se verá que vuelve sobre su eje de traslación, y también da la vuelta completa a la circunferencia que traza.

La política tiene también ese efecto de corto plazo de un péndulo de hacer creer que un movimiento puede ser vertiginoso hacia un lado, sin que vuelva. Un ejemplo de esto es la ilusión de un momento revolucionario profundo en octubre 2019 o un giro hacia la izquierda en la victoria del Presidente Boric en la elección de segunda vuelta. Ahora son otros los que ven que las fuerzas se mueven hacia su sector, y es Chile Vamos quien, tras el envión del plebiscito del 4 de septiembre, se ha convencido de la instalación de una agenda conservadora en la sociedad.

Bajo este efecto los partidos de oposición han aplazado un acuerdo constitucional, u optaron por chantajear al gobierno con el presupuesto si no despide a un director del Metro, por un par de tuits escritos al calor de la aparente revolución de octubre. También, copiando a los parlamentarios del Frente Amplio en el período legislativo anterior, hace que agiten con irresponsabilidad la carta de la acusación constitucional ante la demora en el depósito del TPP11. El giro que tuvo que hacer el Presidente al respecto, que implicará costos internos en su coalición, no fue valorado en modo alguno. Total, pareciera que la derecha puede seguir girando sin costo alguno, dado el enojo de las personas con el gobierno, con el llamado octubrismo o con cualquier agenda que parezca muy transformadora. Esta ilusión también dispara el temor hacia José Antonio Kast en los tres partidos que apoyaron el gobierno de Piñera.

Si viviéramos tiempos más sólidos en nuestra democracia, podría entenderse como bravatas y una estrategia política de corto plazo para captar electores. Pero vivimos tiempos en que las personas cada vez más perciben que la política no es capaz de resolver sus problemas cotidianos, y en especial no tiene la posibilidad de construir acuerdos para un Chile mejor. La Convención Constitucional fue finalmente un diálogo de sordos que fracasó, y esa arqueología de tuits que se ha desatado muestra más un deseo de cobrar antiguas cuentas que de elegir el diálogo. Esta fiebre termidorista ha alcanzado incluso a los nuevos conversos y amarillos, que parecieran ser más apasionados que sus nuevos aliados, como si tuvieran que percudirse de los pecados de haber estado alguna vez cerca de la izquierda. Hay varios que no recuerdan la historia, pues tras el 9 Thermidor vino el 18 Brumario, el de la tragedia autoritaria.

Que la intransigencia haya cambiado de color político no puede ser una buena noticia, en los tiempos que vivimos y en las amenazas que vienen. Un año 2023 con el proceso constitucional diluido, con serias amenazas de seguridad y en las fronteras de un nuevo verano que puede ser caliente para el norte, y una situación económica de estancamiento es una sombra peligrosa sobre la democracia. Ante las dificultades del gobierno, el país necesita en la oposición un nuevo Pablo Longueira que le tienda la mano al Ejecutivo y abra un espacio de acuerdos.

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