Lo más lindo



Por Pablo Ortúzar, investigador del IES

No fue un gol. Ninguno de los 20 que convirtió por la selección francesa, ni de los 165 que anotó jugando en Francia e Inglaterra. Lo más lindo de su carrera, para Éric Cantona, fue una pelota que elevó con el borde externo del pie derecho mientras la defensa del Tottenham Hotspur se le venía encima, y que descendió elegantemente en los pies de Dennis Irwin, quien reventó las redes un segundo después. Lo más lindo fue un pase.

Jean-Claude Michéa, el filósofo conservador socialista cuyo libro El imperio del mal menor aparecerá luego en Chile, considera que esa elección de su compatriota rescata la esencia del juego de pases popular y obrero, que luego devino en el deporte de ataque tecnificado y millonario que es hoy. Transformación que, según Michéa, es producto de los excesos de la cultura capitalista y su locura por la maximización individualista.

Por supuesto, esta crítica cultural no se limita al fútbol. Las sociedades donde las opciones se reducen al éxito individual o el anonimato precario se llenan de comilones y laucheros. El que recibe la pelota no la suelta más, y el sueño es llevarse todos los créditos con el menor esfuerzo. Hacer la pasada no más. O fracasar: la carrera de ratas no ofrece más alternativas.

En estas condiciones no se puede jugar en equipo. Eso no es posible donde cada uno quiere lucirse solo. Ese ha sido el principal problema del gobierno antes y durante la pandemia, y es un mal que azumaga todos los poderes del Estado. Una oposición que quiere gobernar sin ser electa; jueces que quieren legislar; legisladores que se ponen sobre la Constitución; y un cuarto poder mediático más preocupado por ratings, likes y retuits que por mediar adecuadamente entre hechos y público. Todo sazonado con mucho académico ganachando titulares catastróficos, en vez de esforzarse por hacer divulgación de calidad, y con empresas privadas que no toman en serio su rol social. ¿Sorprende después que muchos jóvenes que no ven riesgo individual en contagiarse con la peste no respeten la cuarentena? En esto, como en todo, se cosecha lo que se siembra.

Dar un pase es habilitar a otro, ponerlo en posición de hacer algo. Nosotros dejamos de valorar los pases hace rato: vivimos para el gol. Por eso no gastamos un peso ni en habilitar cognitivamente a las generaciones futuras ni en rehabilitar a nuestros presos, comenzamos a preferir las mascotas a los niños, y todo diálogo deviene en litigio de sordos en vez de intercambio. La regla es sálvese el que pueda.

Sanarnos de este mal colectivo será lento y doloroso: no hay atajos de papel. Tendremos que aprender de a poco a jugar de nuevo en equipo. A ejercer con humildad nuestros roles y soltar la pelotita para construir una república sana, donde la clase trabajadora viva de manera confortable y las élites compitan en decencia. Por suerte ese nuevo equipo ya tiene algunos jugadores dándolo todo en la cancha. Un ejemplo es “pasa el balón” (www.pasaelbalon.cl), organización de la sociedad civil que le está llevando gas a cada vez más familias que lo necesitan, recordándonos, como Cantona, que un pase puede ser más lindo que un gol. Que habilitar a otro, de hecho, puede ser lo más lindo.

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