Normalización de relaciones entre regímenes árabes e Israel

Foto: AFP

Anuar Majluf es el Director ejecutivo de la comunidad palestina de Chile

Como algo “histórico” ha sido catalogado el reciente acuerdo entre Israel y Emiratos Árabes Unidos (EAU), en el que abrirían oficialmente relaciones diplomáticas, gracias al generoso auspicio del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el mismo equipo que diseñó lo que denominan el “Acuerdo del Siglo” para Israel y Palestina.

Primero, resulta importante advertir que la relación de EAU con Israel no es nueva, ésta lleva décadas trabajándose con un bajo perfil, pero es un secreto a voces la existencia de diferentes acuerdos entre ambos países. Lo que se hace con el reciente anuncio, es formalizar y fortalecer una relación ya existente, que interesa a ambas partes.

A Israel le cae muy bien, puesto que se robustece en la zona y además se muestra al mundo como un supuesto amante de la paz, en momentos en que su imagen a nivel internacional se vio muy perjudicada en las últimas semanas a propósito del anuncio de anexionar grandes áreas del territorio palestino ocupado de Cisjordania y por los casi 15 días en que bombardeó Gaza sin cesar a finales del mes de agosto.

Por su parte EAU, señaló que con esto se frenaría la anexión de Cisjordania por parte de Israel. Así, atribuyéndose la representación de los palestinos, creyó hacerles un favor, cuando lo cierto es que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ya aseguró que “en este acuerdo Israel no se ha retirado ningún metro cuadrado, sino que el plan Trump incluye, por mi petición, la aplicación de soberanía israelí (léase anexión) sobre grandes partes de Judea y Samaria (léase Cisjordania ocupada)”.

Ahora, Bahrein se suma a la normalización con Israel anunciando “beneficios económicos para Palestina”, y se espera que otros regímenes árabes hagan lo mismo. Así, nuevamente las petromonarquías del mundo árabe, con fuertes lazos con Washington, utilizan a la causa palestina para sus propios intereses como excusa para la normalización de relaciones con Israel, un Estado que mantiene una brutal ocupación militar de los territorios palestinos y viola permanentemente el Derecho Internacional y los cientos de resoluciones internacionales en cuanto le exigen que ponga fin a la ocupación de Palestina.

Lo cierto es que podrían haber admitido que los acuerdos son en su propio beneficio y para fortalecer sus lazos con Estados Unidos, pero decir que están haciendo esto por el interés de los palestinos es absolutamente inaceptable y solo entendible si comprendemos que adecuaron sus discursos a su propia audiencia árabe pro palestina, no así las monarquías autoritarias con las cuales Israel se jacta de haber normalizado relaciones.

Engañosamente se habla de “paz” como si Bahrein o Emiratos Árabes Unidos hubiesen estado en guerra alguna vez con Israel, y lo cierto es que no, ni siquiera comparten frontera, menos aún sufren una ocupación militar o han sufrido limpieza étnica como la sufre el pueblo palestino, hechos por supuesto omitidos en un esfuerzo claro por liquidar la causa palestina por parte de la administración Trump en el marco del “Acuerdo del Siglo”, que tiene más de imposición que de un acuerdo propiamente tal.

Trump a su vez fortalece su figura de cara a las elecciones de noviembre próximo, instala nuevos actores en la disputa de los liderazgos regionales en Medio Oriente y envía un claro mensaje a la Corte Penal Internacional en plena investigación por crímenes de lesa humanidad cometidos por Israel que, independiente de las constantes violaciones, Netanyahu puede encontrar nuevos socios y mercados.

En una fórmula magistral para dividir al mundo árabe, la alianza estadounidense-israelí le envía también un mensaje directo a los palestinos: están solos. Están solos ante un abandono completo de la comunidad internacional que se niega a detener las violaciones de Israel y una anexión de facto, cuya declaración jurídica no cambiaría en nada el día a día de una anexión que está en un punto sin retorno. Están solos incluso ante una Liga Árabe que al menos hasta hace un tiempo se mostraba discursivamente pro palestina, pero que con los problemas internos de cada uno de los países que la componen, prefieren generar sus propias alianzas. La Liga Árabe también se desvanece y asimismo su propia propuesta del año 2002 respecto a avanzar en una paz regional duradera con Israel a cambio de que entregue las condiciones para el surgimiento del Estado Palestino.

Entonces, lejos de ser “acuerdos de paz”, resultan ser más bien una suerte de creación y consolidación de alianzas mirando a Irán y que en cuanto a Israel, contribuyen a la impunidad más que al desarrollo económico, dejando fuera de agenda la posibilidad de abordar la problemática palestina en el marco de lo establecido por la legalidad internacional, cuya paz pasa necesariamente por un fin de la ocupación israelí. De ese modo, en momentos en que el gobierno israelí busca fórmulas para perpetuar la ocupación sin pagar ningún costo, ha recibido este regalo.

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