Parecemos tontos

FOTO: LEONARDO RUBILAR CHANDIA/AGENCIAUNO


Rodrigo Herrera es académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Talca y PhD in Economics, Dresden University of Technology.

“No conseguirán engañarnos a todos, aunque a veces parecemos tontos, no conseguirán engañarnos a todos… A todos no”, versa parte del estribillo de la canción de Enrique Bunbury, cuyo título comparte con esta columna. Estribillo bastante político que en estos días hace sentido para muchos ciudadanos, desde que nuestra clase política parece no darse cuenta de que muchas de las iniciativas impulsadas en el Congreso, podrían tener consecuencias graves en el largo plazo para todos. Principalmente cuando nuestros parlamentarios no han estado a la altura de evacuar leyes que cumplan tanto su fin social como en su diseño técnico y político, para no dejar al Estado en una posición de desmedro en su desarrollo económico.

Estas iniciativas han surgido como consecuencia de la pobre gestión de la pandemia tanto del Ejecutivo como del Congreso, haciendo gala de sus limitadas capacidades de gestión para ir en ayuda de todos los ciudadanos. Basta con observar el Registro Social de Hogares, donde 3,2 millones de hogares se ubican dentro del 40% de mayor vulnerabilidad socioeconómica. Comunas en cuarentenas interminables, donde muchos ciudadanos, de esos que viven el día a día, que no poseen un permiso único colectivo, pues su trabajo es informal, se han visto restringidos en poder desarrollar sus trabajos, con toques de queda que nos recuerdan un pasado muy oscuro y doloroso para muchas familias chilenas. “Con este traje de frío en la oscuridad frente a un abismo de once dimensiones, al que lanzar al azar todo lo que no queramos cargar encima” como escribe Bunbury.

Hay que reconocer, sin embargo, que todas estas iniciativas tienen un eje común y fundamental, el de articular la diversidad de demandas democráticas y populares por medio de nuevas estrategias de desarrollo económico y social ante las adversidades planteadas por la pandemia. Como consecuencia, se han generado varios espacios de diálogo público donde se debate al respecto, como han sido las universidades, centros de opinión, programas de televisión, levantando la discusión sobre temas muy importantes para la ciudadanía que han estado en la palestra desde antes del estallido social, como es el sistema de pensión chileno.

Un aspecto importante a tener en consideración es que después de concluida la pandemia, que esperamos sea pronto, nuestro país debe volver a la senda del crecimiento económico, y que por tanto los proyectos de leyes que los honorables redacten no deben destruir nuestra imagen país, distorsionando la complejidad del mundo global del cual somos parte hoy más que nunca.

Sin ir más lejos, el sistema de pensiones es uno de los que ha sufrido de mayor manera las embestidas de las políticas públicas implementadas por el Congreso, donde cada uno de los afiliados ha tenido que ocupar sus propios ahorros, para solventar las dificultades económicas y de salud que ha planteado la pandemia. De acuerdo a un último informe preparado por la OCDE (OECD Pensions Outlook 2020) “los choques provocados por la crisis económica y sanitaria mundial probablemente mantendrán bajos el crecimiento económico, las tasas de interés y los rendimientos en el futuro, lo cual pondrá a muchas personas bajo riesgo de no poder ahorrar lo suficiente para su jubilación”. Independiente de que se esté de acuerdo o no con la gestión y servicios prestados por las AFPs y Compañía de Seguros en el pasado, debemos estar de acuerdo que han sido nuestros propios ahorros, muchas veces minúsculos, los cuales se han visto afectados. Contraponiéndose al objetivo común de todos los sistemas de pensiones, ya sean individuales, mixtos o de repartos, que es el de asegurar el bienestar económico de las personas durante su vejez, previniendo la pobreza, el desamparo económico, y la desigualdad.

La gota que rebalsó el vaso fue sin el proyecto de reforma constitucional que permitió adelantar el pago del 10% de la reserva técnica de las rentas vitalicias, y cuya mala redacción condujo a que el propio presidente de la Comisión para el Mercado Financiero, Joaquín Cortéz, tuviese que asistir a la Comisión de Economía para explicar los alcances de la ley aprobada por ellos mismos y promulgada por el Ejecutivo. Esto ha generado incertidumbre en los pensionados y en inversionistas internacionales, debido a la poca certeza jurídica y seriedad con que se ha manejado la problemática, no respetando contratos entre privados preestablecidos, y por consiguiente creando un riesgo político importante hacia posibles capitales extranjeros cuyas inversiones directas eran el mercado nacional. Por ejemplo, en el ranking Doing Business 2020 que clasifica los países según la facilidad que ofrecen para hacer negocio, Chile clasifica en el lugar 59 de los 190 países que conforman este ranking, retrocediendo 3 lugares con respecto a la última medición, lo que indica que conforme han pasado los años, hacer negocios en nuestro país es cada vez más difícil.

Las preguntas que caben hacer en estos días son: ¿A quién beneficia esta mala política pública? ¿A los pensionados por esta modalidad? Probablemente no, ya que al acceder a este adelanto la disminución en su renta vitalicia se verá plasmada hasta el final de sus días, siendo aún más perjudicial para los recién jubilados, pues sus expectativas de vida son mayores. ¿Entonces a las Compañías de Seguros? Tampoco es muy claro, aunque conocen de mejor manera los riesgos de sobrevida de los afiliados, sus riesgos actuales más importantes son del tipo político por la incertidumbre creada por los parlamentarios, que escalará seguramente hasta los tribunales internacionales. Con consecuencias insospechadas para las inversiones extranjeras en nuestro país.

En Chile durante la pandemia se han iniciado un sin número de políticas públicas bienintencionadas, pero terriblemente mal ejecutadas. De ahí que existe una fuerte crítica de toda la ciudadanía. ¿Quién se hace cargo de las malas políticas públicas de nuestros honorables? ¿Existirá un costo por lo menos político al respecto? Mejorar la calidad, diseño e implementación de las políticas públicas no es tarea fácil, sobre todo cuando a la mayoría de los políticos parece importarles más aparecer en la televisión o denostarse mutuamente. Como versa parte de la canción de Enrique Bunbury: “Deseos tan ligeros como promesas, una voluntad tan liviana como escasa, y la sospecha persistente e impertinente, aunque traten siempre de disimular”.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.