Una verdadera representatividad



Por María José Hoffmann, diputada de la Unión Demócrata Independiente

Los cambios introducidos en la última reforma electoral, donde no solo se rediseñaron todos los distritos y circunscripciones del país, sino que también aumentaron los escaños, pasando de 120 a 155 diputados y de 38 a 50 senadores, tenía como objetivo -según la anterior administración- terminar con un modelo supuestamente “perverso”, como lo era el binominal, y permitir así el ingreso de sectores políticos que no estaban representados en el Parlamento.

Con esa premisa, se adoptó el modelo D’Hondt, que, de acuerdo a quienes apoyaban la modificación en la composición del Congreso, aseguraba una real representatividad de la voluntad popular. Lo cierto es que el resultado final no pudo estar más alejado de la realidad.

Poco más de 35 diputados -misma cantidad en que aumentó la Cámara- fueron electos con menos del 5% de los votos de sus respectivos distritos, algunos incluso no alcanzando siquiera el 2% de la voluntad popular. Lo mismo ocurrió en el Senado, donde cinco senadores tampoco alcanzaron al menos el 5% de la votación.

La llegada de esta nueva camada de diputados, empujados o arrastrados por una candidatura fuerte en su respectiva lista de acuerdo al modelo adoptado, significó una verdadera distorsión de la voluntad del electorado. Muchos y muy buenos candidatos, de distintos sectores, con trayectorias políticas probadas y de gran aceptación en sus territorios, debieron quedar fuera del Congreso por la cifra repartidora que entregó el candidato de más alta votación, llevando consigo a uno o dos postulantes que en cualquier otra circunstancia, no habrían alcanzado un escaño.

Son esas bajas votaciones las que nos preocupan, ya que no representan la verdadera voluntad de la ciudadanía. Sus defensores podrán decir que la gente vota por un proyecto político y no la persona. Pero el candidato, esa persona, sí importa pues en él va depositada la confianza de sus electores para que sean representados de la mejor manera en el Congreso.

Es por ello que como bancada, proponemos que junto a rebajar el número de diputados y senadores, sean electos con un piso mínimo del 5% para estos importantes cargos, entregándoles así una verdadera legitimidad dentro de sus territorios y frente a los habitantes de sus distritos o circunscripciones.

Desde hace ya años, la política sufre de un gran desprestigio y crisis de legitimidad frente a la ciudadanía, siendo el Congreso uno de los estamentos del Estado peor evaluados. Situación que creemos se ha profundizado aún más con el pobre y triste nivel de algunos legisladores, que para compensar su baja votación, se dedican a introducir proyectos inconstitucionales o buscan el like fácil o retweets en redes sociales, para sentirse validados. Pero su aporte en el debate de ideas, tanto en el hemiciclo como en las comisiones, deja mucho que desear.

A la democracia chilena no le ha hecho bien lo que llamamos “la bancada del 1%”, y lo cierto es -y lo digo con todo respeto- es que equipos de fútbol amateur logran atraer más gente que la votación obtenida por algunos diputados que se encuentran actualmente en el Congreso. Equipos de fútbol donde su éxito está supeditado al esfuerzo de todos sus integrantes, a diferencia de que gracias al esfuerzo de una sola persona, uno o dos candidatos lograron sumar más escaños para su pacto o partido político.

Necesitamos elevar el nivel de nuestros representantes, y solo asegurando un piso mínimo para su elección, lograremos que mejores candidatos aporten al desarrollo del país.

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