Yo tuve un asistente sexual

SexoYDiscapacidad1_539x666_acf_cropped

La española Soledad Arnau, quien tiene un 85% de discapacidad física y sus manos sin movilidad, experimentó el autoerotismo con ayuda de un asistente sexual. Ella es una de las protagonistas del documental Yes, we fuck! y, también, es una activista que defiende la vida independiente de los diversos funcionales. 




Paula.cl

"¿Puedes volver a pasar?", le pide Soledad Arnau a su asistente Teo Valls, quien le toma su mano, esa mano doblada que no puede mover. Con ella vuelve a recorrer su propia guata. Luego descubre con sus propios dedos los pezones, que se toca por primera vez a los 45 años. Nunca antes había podido tocar su cuerpo de esa forma. Esa escena es parte de la última historia que aparece en el documental sobre la sexualidad en la diversidad funcional llamado Yes, we fuck! del director Antonio Centeno, y que muestra cómo funciona la figura de la asistencia sexual para fomentar el autoerotismo en personas que no están en condiciones para hacerlo, como le ocurre a esta filósofa que tiene 85% de diversidad funcional.

¿Cómo fue la experiencia?

Preciosa. A mí me parece muy tierna porque es desde el desconocimiento. Fue un descubrimiento saber que no llegaba al cuello, que sí al pezón. De las parejas que he tenido, ninguno tenía diversidad funcional y ellos me tocaron el cabello, me acariciaron y masturbaron. Sin embargo, la diferencia está que cuando lo hago con ellos, es algo compartido. Cuando fue con Teo como asistente sexual era exclusivamente mi momento y fue precioso. Fue por primera vez.

¿Qué sensación experimentaste esa primera vez?

Tocar mi piel como es, dependiendo la presión que hacía Teo, era una u otra sensación. Eso me pareció espectacular. Cuando tomaba mi mano y sentir mi mano, que mis dedos no se doblan, el coger el pezón y darme un tirón. Con su ayuda pude experimentar el meter la mano en las bragas. Me pareció un momentazo de placer conmigo misma.  Yo pensaba, "Esto Sole sí que no lo habías vivido".

En España hay servicios muy distintos bajo el nombre de la asistencia sexual. ¿Aún se está definiendo ese concepto?

Sí. Yo creo que debe entenderse como un apoyo humano para que una personas con diversidad funcional puedan vivir de manera independiente, incluyendo el ámbito sexual. Para mí, la asistencia sexual es una herramienta humana para ejercer mi derecho de la exploración y conocimiento de mi propio cuerpo y llegar al autoerotismo o ayudar a concretar una relación sexual entre dos personas, por ejemplo con movilidad reducida. La cuestión es que el asistente sexual, desde mi punto de vista, no interviene activamente en el acto sexual. No debe.

¿Por qué no?

Va en contra de la filosofía de vida independiente. Si usáramos la asistencia sexual para mantener una relación sexual, considero sería una perversión de la figura laboral. De algún modo, es crear figuras dispuestas a tener relaciones sexuales  solo con personas con diversidad funcional. Sería como tener un taxi especial. Desde esta filosofía no queremos que existan taxis especiales, sino que todos los taxis estén adaptados. Otra cosa es que yo vaya a un prostíbulo y sea accesible, o que exista una capacitación con personas que ejercen la prostitución, que tengan conocimientos y que se pueda hablar de prostitución inclusiva. Sin embargo, de ahí a crear una figura para que tenga relaciones, no creo que sea necesario.

En España hay empresas que dan servicios sexuales a personas con diversidad funcional sin dinero de por medio. ¿Cómo ves ese tipo de asistencia sexual?

No lo comprendo. No soy partidaria de la caridad. Eso forma parte de la política general que sigue existiendo en relación a las personas con diversidad funcional que se cree que son diferentes, pero en sentido negativo, porque creemos que son inferiores. A las personas que ves como iguales no les das caridad.

¿Qué necesitan?

La figura de asistencia personal. Sin esta figura, humanamente me estoy perdiendo de mucho. Por ejemplo, si ves a alguien en un bar, intentas seducirle. A veces te irá mal, otras no. Ese es un aprendizaje humano que las personas hacemos y las personas con diversidad funcional debemos tener esas mismas oportunidades de encontrarnos con esas realidades.  Sin embargo, sin esa asistencia, no puedo estar en un bar a las 12 de la noche. Entonces como no estamos presentes en ese tipo de realidades, no formamos parte del imaginario. Formo parte de la sociedad y me deben ver como tal y empezar a comprender que formo parte del colectivo sexual y erótico.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.