Columna de Héctor Soto: "Al borde de la insignificancia"

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Senadores de la ex Nueva Mayoría en el Congreso.

Definitivamente, la oposición no deja pasar oportunidad de manifestar, al mismo tiempo que su poder, su insignificancia. Porque eso -el significado, el sentido, el adónde quiere ir- es lo que no ha logrado transmitir ni configurar con su desempeño. Quizás ni siquiera lo ha intentado de verdad.



Si para sacar adelante una pinche modificación de orden procesal, llamada ley corta antiterrorista, el Senado mantuvo al gobierno y al país en vilo durante días, agregando una página poco edificante a la historia del contorsionismo político, mejor es ni imaginar lo que ocurrirá cuando la corporación efectivamente se decida a discutir en serio la ley antiterrorista larga, que ya lleva más de un año en comisión. Lo que se aprobó en general esta semana es apenas una disposición que permitirá a fiscales y policías investigar actividades terroristas con figuras tales como agentes encubiertos, informantes, interceptaciones telefónicas y otras medidas intrusivas. Todas ellas ya operan para combatir el tráfico de drogas y algunos delitos contra la propiedad. Es raro que allí sí y acá no. El problema es que acá pesó el trauma tanto de la dictadura como del conflicto mapuche y eso mantenía restringido el campo de la investigación. La iniciativa del gobierno fue ampliarlo para hacer más efectiva, siempre desde el ámbito de la legalidad, la batalla contra el terrorismo.

Aunque el desenlace no fue malo, porque lo que se aprobó es la idea de remover una restricción que a estas alturas era incomprensible, el desarrollo de la discusión fue lamentable. Lamentable por las volteretas, por las destempladas acusaciones al gobierno de estar sacando réditos políticos de los últimos atentados con bomba y, sobre todo, por las zancadillas y recriminaciones en las filas opositoras. Definitivamente, la oposición no deja pasar oportunidad de manifestar, al mismo tiempo que su poder, su insignificancia. Porque eso -el significado, el sentido, el adónde quiere ir- es lo que no ha logrado transmitir ni configurar con su desempeño. Quizás ni siquiera lo ha intentado de verdad.

Se dirá que a la oposición le falta proyecto de país, de futuro, y es obvio que ahí tiene un déficit. También le falta un líder. Pero bien podría ponerse de acuerdo en dos o tres tareas prioritarias, bastaría eso, y con ello ya tendría una carta de presentación más constructiva. Para qué seguir insistiendo, además, en que debería tratar de controlar mejor sus inhibiciones en dos ámbitos que siente pecaminosos -la seguridad ciudadana y el crecimiento-, no obstante que en ambos lo que la mayoría de los chilenos quiere es más, no menos.

La parte más embarazosa del vacío de liderazgo opositor es que cualquiera se siente con derecho a cubrirlo. Posiblemente nunca hubo tantas almas disponibles como ahora para reconocer su apetito por la Presidencia. ¿Por qué no yo?, se preguntan. Si no hay nadie, creen, la cosa se facilita. Y en eso se equivocan, porque es al revés, por supuesto. El desafío ahora es más arduo y complicado. A ellos o ellas, sin embargo, les podrá fallar el radar o el pudor, pero vaya que se tienen confianza.

Si las ambiciones presidenciales ya comenzaron a tensionar las relaciones internas en la oposición, significa entonces que ya no habrá vuelta atrás. Día que pase se hará, desde luego, más difícil recomponer en el sector una atmósfera de confianza. Esta es una oposición que hasta perdió la costumbre de frecuentar instancias relajadas de comunicación y encuentro. Sin una mínima empatía por el otro y un elemental código de lealtades, sube mucho el costo que tiene la ausencia de un proyecto común, como lo dejó en claro, en términos de zigzagueos y resentimientos, la votación de la ley corta de esta semana. Al final es cierto que se impuso la cordura. Pero en el lado opositor hubo de todo: aprobaciones, rechazos, abstenciones. Una disparidad que diluyó por completo la identidad de los partidos. Es una señal confusa. Pareciera que cada cual trató de salvar su propio catre y no salir tan mal en la foto. Si esto no es hacer política a la chuña, vaya que se le parece.

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