Callejón de Huaylas: El alma andina de Perú

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La superficie turquesa de la laguna Parón, en el Parque Huascarán. (Crédito: Jorge López Orozco)

Pareciera que tener 16 cumbres nevadas sobre los seis mil metros de altitud, 660 glaciares, 400 lagunas andinas y 40 ríos fueran motivos suficientes para tener un ejército de turistas y exploradores dispuestos a visitar cada rincón del Parque Nacional Huascarán. Sin embargo, en Huaraz hay poquísima gente. Es marzo y aún falta para junio, la temporada en que se llena de viajeros provenientes del hemisferio norte enfundados en parkas de goretex, bastones, piolets y zapatos técnicos, para experimentar uno de los sitios de montaña más potentes de América del Sur.

Son necesarias más de ocho horas en bus para arribar a Huaraz, la capital de la provincia de Ancash, a 3.050 metros de altura y campo base de los recorridos hacia el Parque Nacional Huascarán, que abarca 340 mil hectáreas protegidas. Distante a 400 kilómetros al noreste de Lima, la actividad minera de la última década ha motivado que el sosiego de esta ciudad de 445 años haya cambiado. Más de 120 mil habitantes han traído shoppings, cadenas de supermercado y farmacias, pero las tradiciones andinas –esas que conjugan raíces incaicas y españolas- no se han perdido.

En el barrio de La Soledad, a unas 10 cuadras de la Plaza de Armas de Huaraz, una banda toca ininterrumpidamente desde hace 12 horas. Un árbol parado de manera milagrosa en plena calle tiene en su copa una serie de regalos colgando. A sus pies, la gente celebra, bebe cerveza y baila, mientras se van turnando el uso de un hacha para cortar el árbol que, cual piñata, provocará una pequeña lucha por los presentes. Es la "yunza", festividad clásica que, a pesar de la lluvia de marzo, va cerrando la época de carnaval.

El verano, con precipitaciones constantes, no es la mejor época para visitar los Andes peruanos. Es desde junio a septiembre cuando el frío reina y el cielo es límpidamente azul. No obstante, hay mucho que ver en cualquier época y, con un poco de suerte, las nubes se van y las montañas surgen como en un documental de Nat Geo.

La dulzura de Caraz

El chofer del minibús que une a Huaraz con Caraz parece piloto de rally. La vía está llena de impredecibles hoyos que pareciera conocer de memoria y que esquiva sin esfuerzo. Avanzamos por el Callejón de Huaylas, ruta que une varias comunidades ribereñas del río Santa, a través de los 70 kilómetros hasta Caraz.

Nombres como Carhuac, Mancos o Yungay van desfilando por las ventanas, mientras pobladores suben y bajan del vehículo. El cielo se despeja y da espacio a un espectáculo singular: por el lado derecho aparece la Cordillera Blanca, en que el nevado Huascarán y sus 6.768 metros de altura bautiza, con justo derecho, al parque nacional en el que está situado. Por el costado izquierdo surge la Cordillera Negra, más baja que su vecina, pero igualmente imponente.

El Callejón de Huaylas serpentea hasta, luego de una hora, arribar al tranquilísimo poblado de Caraz. Con 20 mil habitantes y un ondulante trazado colonial, pareciera que el tiempo se hubiera quedado encallado décadas atrás. Imperan rostros morenos coronados con altos sombreros, faldas tradicionales coloridas y sus calles están llenas de motorizados tuc-tuc.

Jorge Zuloaga (56) y Belissa Huerta (41) se enamoraron de Caraz hace años. Se vinieron a vivir acá, edificaron su casa, fabricaron cerveza artesanal y, posteriormente, crearon dos cabañas que forman el Pukayaku Lodge. Distante a 30 minutos caminando del centro y a orillas del río Llullán, la pareja ha hecho un lugar en que los detalles marcan grandes diferencias. Es como llegar a casa de amigos con los que puedes cantar karaoke en las noches o disfrutar de las estrellas y el silencio. La pareja se transforma también en la mejor fuente de datos de qué hacer acá: "Ver el amanecer en el mercado es impresionante, sobre todo cuando bajan los campesinos de los pueblos con sus vegetales frescos", aconseja Jorge.

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Una vista del colorido mercado de Caraz. (Crédito: Jorge López Orozco)[/caption]

En efecto, el mercado encierra una sencillez potente y digna, con jugo de papaya por 500 pesos chilenos, fabricantes de sombreros, aguayos y decenas de hortalizas frescas. En las cercanías está el museo, con una momia bebé indígena como atracción principal y, a los costados de la plaza hay heladerías y dulcerías que han hecho famosa la repostería local.

Naturaleza abierta

Máximo Espinoza, taxista de un Subaru sedán, es lo máximo. Con su auto de dos décadas, sube fácil las empinadas curvas de tierra que nos separan de la laguna Parón. "Nunca he tenido una pana", dice orgulloso. En un viaje de dos horas, avanza desde los 2.250 metros de altura en que está Caraz, a los más de cuatro mil que hay en este espejo lacustre de agua turquesa. La laguna arma un encajonado anfiteatro natural hacia los nevados Caraz, Artesonraju, Pirámide de Garcilazo, Chacraraju y Hunadoy.

Un trekking de una hora permite llegar a un mirador, a 4200 msnm, en medio de la morrena. Desde acá se ve con mayor nitidez un espectáculo que rememora a la Patagonia. El viento es frío y las nubes se mueven rápido. Dan ganas de quedarse y, de hecho, se puede en el refugio, cercano al estacionamiento al que llegan los vehículos.

Los ritos de la gastronomía andina se repiten y aprenden en Vicos, distante 40 kilómetros al sur de Caraz. Unas truchas fritas, quínoa y verduras son preparadas en una sencilla cocina exterior de la casa de Pablo Tadeo Cilio. Desde hace 15 años, su familia aloja a visitantes extranjeros que hacen una profunda inmersión en las raíces de un pueblo de menos de 700 personas, que habla en quechua y que detenta una historia llena de mitos y dioses preincaicos.

La opción del turismo rural en Vicos ha provocado el crecimiento, intercambio y sustentabilidad de la cultura local y ser sostén de varias familias. En un día se puede aprender de plantas medicinales, cosechar maíz, hacer una caminata hacia los glaciares del Nevado Copa o, con suerte, participar en alguna festividad. Cuando sucede, las bandas tocan huaynos, los pobladores bailan y las botellas de cerveza se distribuyen como si fuera agua bendita.

Antigua América

Cuatro horas demora el bus desde Huaraz a Chavín de Huántar. Es uno de los viajes más ofrecidos/solicitados en la amplia carta de experiencias que tiene el Parque Nacional. Pero lo de Chavín es diferente, se trata de un sitio arqueológico irrepetible. Posiblemente uno de los más importantes de Perú, tanto por su intrincada construcción como por su compleja cosmovisión.

Chavín de Huántar fue un centro de culto mágico-religioso creado hace más de tres mil años. Mucho antes del surgimiento de los incas. Emplazado en el sector oriental de la Cordillera Blanca, su construcción fue hecha con enormes bloques de rocas perfectamente cortadas y que dan forma a una serie de edificios que ocultan laberintos subterráneos en los que los chamanes se comunicaban con sus divinidades.

Giovanni Rodríguez, guía de la visita, habla con veneración de este antiquísimo lugar. Cuenta que el uso del cactus San Pedro (Echinopsis pachanoi) fue fundamental en su intrincada visión del mundo. Las plantas de poder eran usadas para decretar desde temporadas de cosechas hasta ceremonias en que se unía lo humano, lo animal y lo divino. Figura principal es la "Gran Imagen", ubicada en el subsuelo del Templo Viejo. Un pasillo en que cabe una sola persona e insoportable para un claustrofóbico, antecede a una vitrina que protege dos metros verticales de roca completamente labrada con figuras zoomorfas. Es el dios de Chavín y está prohibido fotografiarlo.

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Una cabeza clava del templo de Chavín de Huantar. (Crédito: Jorge López Orozco)[/caption]

Los encantos del pueblito homónimo de Chavín de Huántar son poderosos. En las calles se escucha únicamente el musical lenguaje quechua, hay restaurantes baratos, las construcciones son de dos pisos, con balcones de fierro y techumbres de tejas. La Plaza de Armas es de esas en que se puede pasar una tarde entera mirando el pausado paso local, mientras que la Cordillera Blanca, coqueta, se deja ver entre las nubes. Es una América tan antigua y profunda que, íntimamente, cuesta decirle adiós.

Dónde dormir

Huaraz: www.lacasadezarelahuaraz.com, gran servicio, buenos desayunos y restaurante tailandés.

Vicos: www.responsibletravelperu.com Operador de experiencias con comunidades, sostenibilidad y experiencias personalizadas. Vicos es parte de sus ofertas.

Caraz: Pukayaku Lodge. Aparece en Booking y Tripadvisor. Tiene nota 9,9.

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