En la fila: expectativas sobre la calidad de los colegios




La larga fila de padres y apoderados para postular a sus hijos al Colegio Salesianos Alameda que exhibieran diversos medios de prensa hace unos días, pone una vez más a la palestra temas como el sistemas de selección/exclusión, libertad de elección, en definitiva el derecho de todos de acceder a una educación de calidad.

En el caso de este establecimiento, como el de muchos otros que han optado por eliminar mecanismos de selectividad e incorporarse en el sistema de gratuidad, el tema pudiera parecer reducible a la sola idea de ajustar los mecanismos para la admisión/matrícula de estudiantes nuevos: números, sorteos, agencias de selección, cualquiera sea el caso, son sólo instrumentos que permiten asignar cupos en una ratio en la que la demanda (postulantes) supera la oferta (vacantes). Sin embargo, al respecto es importante preguntarse cuáles son las razones que generan una presión (demanda) tan significativa sobre algunos de ellos, superando con creces las vacantes ofrecidas.

Al respecto una primera aproximación dice relación con la reputación de estos colegios, es decir, la opinión o estimación (en este caso, positiva) que se tiene de ellos por parte de la comunidad. En tal sentido, un estudio realizado en 2014 por el CEPPE, señala que los principales factores en los que se basa el prestigio de ciertos establecimientos (municipales, part. Subvencionados y particulares, altamente preferidos por padres y apoderados) dicen primordialmente relación con la percepción que se tiene sobre sus resultados en pruebas estandarizadas (SIMCE), la formación valórica y la tradición. Más abajo en el orden de atributos, aparecen aspectos tales como el comportamiento de los alumnos, las referencias que reciben de sus vecinos, la disponibilidad de profesionales para el apoyo pedagógico y, en menor medida, otros como infraestructura y características de las familias. Si se suman estos factores se vuelve una situación virtuosa que es difícil de soslayar en las expectativas de la comunidad nacional ávida de una educación de calidad para sus hijos y que además no presentan mecanismos de selección. Pues bien, la realidad es menos promisoria a la hora de sacar cuentas, ya que este virtuosismo no es un factor común en todas las realidades. Así, mientras algunos logran alcanzar el tan anhelado "cupo" en algunos de estos establecimientos, muchos más se matriculan en establecimientos lejanos a las aspiraciones de sus familias.

Ahora bien, en un análisis más profundo, cabe preguntarse por qué las familias han construido esta percepción respecto de lo que consideran factores de calidad. Descartando los componentes de gratuidad y ausencia de selectividad, la idea que asocia calidad y resultados en pruebas estandarizadas es un elemento que altamente presente en los imaginarios de la población.

En este tema un importante rol lo ha cumplido el uso que se ha hecho de los resultados con fines publicitarios, secuela de un sistema de subsidio a la demanda y de accountability que ha llevado a los colegios a competir por matrícula durante años e instalándose en el imaginario como un elemento de referencia.

Los resultados SIMCE no son ni sinónimo ni consecuencia de prácticas que contribuyan necesariamente al aprendizaje de los estudiantes, es ante todo un indicador de eficiencia que ordena el sistema, estresándolo y restringiendo oportunidades de enriquecimiento curricular y diversificación de experiencias de aprendizaje que, si bien tranquiliza en parte la decisión de las familias sobre determinados colegios, no es requisito garante de efectividad por consiguiente de la capacidad de la escuela de agregar valor.

Otro aspecto a considerar en la fuerte demanda sobre algunos establecimientos, deriva de una alta adscripción de las familias a una formación valórica cuyo impacto sobre los estudiantes, al menos en la creencia, superaría incluso a las propias o al menos es equivalente, lo cual en gran medida es un componente simbólico difícil de desarraigar, por cuanto comporta dimensiones culturales y sociales difíciles de objetivar.

Consecuentemente, estos dos aspectos son elementos que bajo diversos prismas pudieran relativizarse, tienen a la base la idea la consecución de una igualdad educacional de calidad que eventualmente alcanzarían en estos colegios. Amén de ello, el problema de fondo no está resuelto. El efectismo que provocan noticias como la que encabeza este análisis, sólo es la punta del iceberg de la problemática, vale decir, el epítome de un sistema educacional que no es garante de calidad.

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