Nemesio Antúnez regresa al Bellas Artes

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Pocos artistas tienen una vinculación tan estrecha con el museo del Parque Forestal como Antúnez (1918-1993). Por eso el hall del edificio se engalanará el próximo 4 de mayo para conmemorar el centenario del nacimiento del pintor.


Siempre luchó contra la idea del arte y los museos como mausoleos distantes y sin mucho público. Tras hacerse cargo en 1961 del Museo de Arte Contemporáneo de la Quinta Normal, Nemesio Antúnez organizó en febrero de 1963 una muestra en un mercado abandonado en la población San Gregorio. A la inauguración llegó de sorpresa el Presidente Jorge Alessandri, manejando su propio automóvil. Un carabinero intentó alejar a los curiosos. "Con más ternura, pues, hombre", lo retó Alessandri. "Mire, Nemesio, me dijeron de esto y lo encontré tan inaudito que vine a ver cómo funcionaba. Ojalá hubiera mucha gente que hiciera cosas como ésta", le dijo "El Paleta" a Antúnez.

"Este edificio se transformará en un centro cultural vivo", prometió Antúnez al asumir como director del Museo de Bellas Artes en 1969, luego de traer de Nueva York la exposición De Cézanne a Miró. No fue fácil cumplir su palabra. La madrugada del 10 de julio de 1969 la muestra La edad de la ira, de Guayasamín, estuvo en peligro por el incendio de la contigua Escuela de Arte. "El museo estaba separado de la Escuela por una puerta de hierro. Estaba al rojo. A las dos de la mañana, junto a los vecinos del barrio y a Guayasamín, hospedado en el Hotel Foresta, sacamos los cuadros uno a uno, como en La Vega tiran los melones. Volvimos a montar la exposición y fue un éxito enorme", recordaba Antúnez en su programa Ojo con el Arte, de TVN.

Un día parado en el hall de esculturas tuvo la visión de construir la sala Matta. Picando con pala y chuzo en mano, descubrió tierra debajo. De inmediato, imaginó un espacio subterráneo de ese tamaño. Tampoco fue sencillo. Por filtraciones de humedad del río Mapocho debió colocar paredes y losas dobles de cemento impermeable. En 1972 inauguró 52 exposiciones, organizó los primeros conciertos de Inti Illimani y Los Jaivas y recibió del MoMA tres exhibiciones: El arte del surrealismo -con originales de Picasso, Miró, Magritte, Duchamp, Man-Ray y Matta-, Alexander Calder y grabados de Miró.

El próximo 4 de mayo Antúnez recibirá un homenaje en el museo por su centenario.

"Antúnez instaló el MNBA en el mapa del arte contemporáneo; puso en igualdad de condiciones al arte chileno con el arte internacional y dio inicio a una crítica institucional", explica Ramón Castillo, director de la Escuela de Arte UDP. "En 1969, dos exposiciones simultáneas fueron elocuentes de este nuevo espíritu: Esculturas blancas, de Federico Assler y Cuerpos blandos, de Juan Pablo Langlois. Desde ahí vimos Salón de otoño de Cecilia Vicuña, el homenaje a Mondrian de los artistas del grupo Forma y Espacio, en simultáneo con la exposición del surrealismo del MoMA. En resumen, amplió la noción de arte y de museo a través de exposiciones de vanguardia y vio la necesidad de ampliar el edificio en función de estos nuevos requerimientos y estándares", añade.

Para el crítico Justo Pastor Mellado es difícil hablar de los 100 años de un artista cuando no existe homogeneidad biográfica. En el caso de Antúnez, algunas visiones privilegian su rol como difusor del arte contemporáneo. A su juicio, es lo menos interesante: "Puedo hacer la tentativa de fijar algunos momentos que, de hecho, son extremadamente diferenciados. No es lo mismo el Antúnez del curso de acuarela en la Escuela de Temporada de la U. de Concepción de 1957, que el Antúnez director del MNBA a su regreso de ser agregado cultural en los EEUU, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva. El Antúnez del curso de acuarela encubre al Antúnez que realiza la serie litográfica Almorzando en Quinchamalí, en 1957, quizás la serie más significativa que articula un momento de fricción entre arte contemporáneo y cultura popular".

Agrega Mellado: "Al cabo de una década, en 1968, desplaza sus alianzas para ser elegido a la cabeza del MNBA, desafiando la hegemonía artística de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Pero en su nueva posición, desde el museo, asegura ciertas iniciativas contemporáneas que marcarán la diferencia con el 'arte de la Chile'. De ese modo, recibió en el museo a Luis Camnitzer, Liliana Porter, Lea Lublin, Roberto Matta, Gordon Matta-Clark, Cecilia Vicuña, sin saber mucho lo que hacían, pero con clara conciencia de que hacían avanzar las cosas en un sentido más cosmopolita".

Disparos contra el museo

El 11 de septiembre lo encontró en el Bellas Artes. Antúnez subió a la cúpula y desde arriba divisó las columnas de humo de La Moneda. Ese día se inauguraría una exposición del cartel cubano y dos días después otra de los tres grandes de México: Orozco, Siqueiros y Rivera. En tiempo récord, desde la Embajada de México, Fernando Gamboa, del Museo de Arte Carrillo Gil, y personal del museo embalaron las obras antes de sacarlas del país. "Estas cajas estaban aún el día 14 de septiembre, momento en que fue atacado el museo, mientras que en el interior había sólo un cuidador. Una vecina alertó de inmediato a Antúnez, y este logró hablar con un general o alguien de alto mando, y pudo impedir que las tanquetas siguieran disparando con ametralladoras punto 50 (antiblindaje) hacia el interior. Varios óleos de la colección permanente de arte chileno fueron dañados", relata Castillo.

"Por la gravedad del acontecimiento, Nemesio solicitó al fotógrafo Sergio Berthoud que registrara el interior del museo al día siguiente. Acto seguido, se fue con el fotógrafo a su casa para que fotografiara toda su obra, pues sabía que le quedaban pocos días antes del auto-exilio. Para una próxima exposición de Antúnez trabajaremos museográficamente en torno a este archivo inédito", cuenta Castillo.

La Moneda 1973 fue el título de su grabado sobre el golpe de Estado. La piedra litográfica se trizó tras haber terminado las pruebas de artista. Antúnez se sintió sobrecogido al ver su trabajo y al país quebrado. "Luego hay otra versión en litografía, y en óleo un par más: en estas distintas versiones la balaustrada destruida y la bandera chilena desintegrándose entre el humo y el fuego nos dejan sin palabras", describe Castillo. La piedra se pidió en comodato al Taller 99 y se exhibe hoy en el segundo piso del Bellas Artes.

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