The Strokes: veteranos en tierra ajena

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La banda cerró anoche la primera jornada del festival que se hace en Estados Unidos y que se extenderá todo este fin de semana con números como Ariana Grande, Childish Gambino, Alesso y J Balvin. En ese panorama, los neoyorquinos asoman como clásicos del viejo rock.


¿Y dónde quedó el rock en Lollapalooza Chicago? Para descubrirlo, no hay que ser demasiado astuto: basta con observar el cartel de la edición 2019 para leer arriba y en mayúsculas a The Strokes como único candidato posible.

Pero para vivirlo y corroborarlo, hay que ser más bien paciente. Anoche el grupo neoyorquino cerró el primer día de la cita, en una tibia jornada de despegue, sin números redondos, más inclinada hacia las apuestas antes que a los shows de impacto garantizado, con apenas chispazos de solidez en las presentaciones de la norteamericana H.E.R. y su R&B de envoltura moderna y crepuscular; y del cantautor irlandés Hozier, de contundente capacidad vocal, aunque aún sin una identidad que lo encuadre.

Ante ese escenario, los hombres de "Last nite" aparecieron como figuras excluyentes, pero no por decisión propia. Como nunca en su historia, los organizadores del espectáculo han concentrado una mayoría abrumadora de su parrilla en el público joven y adolescente, y en géneros más actuales como la electrónica, el pop y la música urbana.

El rock es un invitado esporádico y hasta decorativo, un actor secundario en un reparto hegemonizado por otros, pero no es grave: es sencillamente el síntoma de los tiempos, el diagnóstico indiscutido de la música global en la actualidad, una escena donde las guitarras y las bandas modelo siglo XX asoman como sobrevivientes antes que monarcas.

Los mismos Strokes son un ejemplo de aquello. No editan nuevo material desde 2016 (el EP Future present past), están embarcados en una suerte de gira nostálgica de retorno y, por consecuencia, están muy lejos de ser nombres de real influencia en la industria contemporánea.

Pero como una estrategia para defender lo que aún les pertenece, como los últimos eslabones de ese sonido más áspero y visceral, salieron a escena dando un patadón de energía con la acelerada "Heart in a cage", para luego bajar la guardia con los giros rítmicos de "You only live once". El público –con alta presencia de treintañeros que arribaron a última hora, ya que en el resto del día reinaron quienes apenas superan los 20 años- respondió de vuelta con una ovación.

De alguna forma, es el piso mínimo que se espera de los neoyorquinos: para una banda cuyo fuerte jamás ha estado en el directo –acá en Chile sus visitas de 2005 y de Lolla 2017 distan muchísimo de ser memorables-, lo que queda es zambullirse sin artificios a lo que mejor saben hacer. En la misión, el guitarrista Albert Hammond Jr. sigue ejerciendo el papel de eje y pivote, despachando esos riffs que trepan efervescentes y que ha convertido en marca de fábrica. Se lleva justificadamente las miradas y los aplausos. Julian Casablancas replica sus tics y modos de siempre frente al micrófono, esa calculada displicencia timbrada como otro sello de personalidad escénica. No ha variado un ápice su estilo interpretativo desde la irrupción del quinteto hace ya 18 años.

Finalmente no hay nada nuevo en el espectáculo, porque en rigor los propios Strokes simplemente no crearon nada nuevo; sólo diseñaron un producto de envoltorio eficaz y masivo para las generaciones del nuevo siglo. Luego pasan más hits como "The modern age", "Under control", "Hard to explain", "12:51" y la imbatible "Last nite". Todos despachados de forma efectiva, con electricidad a tope.

Desde los otros escenarios del Grant Park se escucha retumbar el sonido de beats pesados o de algún hiphopero fraseando a alta velocidad. The Strokes, sin ser un show extenso, consigue mitigar cualquier eco molesto de la lejanía. "¿Qué es ese monstruo techno de la distancia?", desafía Casablancas mirando al horizonte, como un veterano que intenta a cada momento cercar su territorio.

La banda que hace casi dos décadas pareció darle un último soplo de vida al viejo y querido rock cumple su propósito sin deslumbrar, erigidos curiosamente como el gran número clásico de este Lollapalooza EE.UU., las estrellas longevas dentro de un cartel con algunos invitados que ni siquiera exhiben álbumes –apenas un puñado de singles- o cuyos años de carrera se cuentan con los dedos de una mano

The Strokes, para los nacidos en el siglo XXI, distan mucho de ser nuevos; simplemente son el destello de un género que gozó un pasado glorioso desvanecido en el tiempo.

* Fotos: Charles Reagan Hackleman.

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