Qué tanto de Conan Doyle hay en Sherlock

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De las tantas producciones inspiradas en las creaciones del escritor escocés Sir Arthur Conan Doyle, la serie de BBC lleva a los personajes de la era victoriana a los tiempos actuales, encarnados por Benedict Cumberbatch y Martin Freeman.


"Este es un amigo mío, John Watson", dijo Mike Stamford a Sherlock cuando este último tomaba prestado su teléfono. El aparato lleva menos de dos segundos en sus manos cuando Sherlock pregunta: "¿Afganistán o Irak?". Mike Stamford sonríe como diciendo "sabía que esto pasaría", mientras Watson ladea su cabeza y frunce el ceño sin saber cómo aquel desconocido supo de su paso por la guerra. "¿Disculpa?", pregunta Watson, ante lo cual Holmes reitera si fue a Afganistán o Irak. Perplejo, Watson responde que fue a Afganistán seguido de la pregunta inconclusa: "¿Cómo supiste?".

Así fue el primer encuentro entre Sherlock Holmes y John Watson. La escena no está incompleta, el detective no recibió información previa de Watson que quien escribe decidió omitir. Con solo verlo a él y a su teléfono dos segundos, Sherlock dedujo que es un "médico de guerra que no ha podido superar lo que vivió en Afganistán, tienes un hermano que quiere ayudarte, pero te niegas a recibir su apoyo porque lo desapruebas, probablemente por su alcoholismo y reciente divorcio. Tu terapeuta piensa que el problema en tu pierna es somático, creo que está en lo cierto".

Solo eso bastó para que Watson se diera cuenta de la increíble habilidad de Sherlock para obtener una vista panorámica de los hechos solo prestando atención a los detalles. En la serie de televisión, posteriormente explica que supo a través de los rayones en el celular y una dedicatoria en el mismo, que su anterior propietario es alcohólico y que está atravesando un divorcio.

En las novelas no es muy diferente, las observaciones se aplican a un reloj de bolsillo en vez de un celular y son casi idénticas al notar la postura y el bronceado propio de pasar un largo tiempo en el extranjero.

La producción emitida por primera vez el año 2010 extrae lo mejor de la creación de Sir Arthur Conan Doyle y lo traslada al Londres contemporáneo. La esencia de los personajes es la misma: Sherlock es el genio detective y Watson el cronista y la dosis humana de la dupla de investigadores.

Sin embargo, el cambio temporal -la innovación principal del programa- implica más que las diferencias obvias en cuanto a adelantos tecnológicos. Los carruajes se convirtieron en taxis, las cartas en mensajes de texto y la búsqueda de información se concentran en Internet. Los más de 100 años que han transcurrido desde la primera publicación de Conan Doyle en The Strand, brindaron las bondades de las herramientas de búsqueda que se suelen usar para postear canciones en Facebook o publicar la fotos de comida en Instagram.

Pero tal como los investigadores tienen más facilidades para su labor, los criminales -que cuentan con los mismos recursos- complejizaron el juego. En la ficción creada por Mark Gatiss y Steven Moffat se ve todo tipo de crímenes: envenenamientos, tráfico, extorsión, experimentos biológicos de carácter ilegal, secuestros, asesinatos; todos construidos rebuscadamente y desenredados de forma aún más complicado.

Sus protagonistas son más jóvenes que la descripción de las novelas sin caer en una diferencia burda. En Sherlock y Watson no es tan significativa la reducción de años, pero sí en el archienemigo de Sherlock Holmes: James Moriarty.

Conan Doyle creó a un profesor universitario de matemáticas, de edad avanzada, que oculta su principal fuente de ingresos: negocios vinculados directamente al crimen. El personaje presentado por BBC quita por lo menos 20 años a este villano y lo despoja de su labor docente, simplemente lo deja como un 'asesor criminal', la némesis directa de quien es 'detective asesor'.

Considerando y entendiendo las diferencias que implican narrar una serie de televisión y un libro, otra distinción crucial es su narrador. El Dr. John Watson expone a los lectores los extraños casos que deben resolver, contando en primera persona los sucesos expuestos, el proceso de trabajo y la posterior solución.

Si bien en Sherlock los acontecimientos se cuentan desde una perspectiva omnisciente siguiendo principalmente a Sherlock y Watson, el personaje de Freeman no deja su rol como cronista, claro que utiliza las bondades del siglo XXI: un blog.

La producción británica creó un blog real llamado "The personal blog of Dr. John H. Watson", el cual registra los casos mostrados o mencionados en los 13 episodios. Pero las referencias literarias no quedan allí.

En la serie, Holmes se vanagloria de su autoría en un blog llamado "La ciencia de la deducción" y un ensayo sobre los diferentes tipos de cenizas, el cual es denigrado y burlado por Watson considerando la baja popularidad que tiene en comparación con el blog de John. Mismo nombre que recibe un libro que escribió en las novelas del escritor escocés.

Moffat y Gatiss reciclaron los títulos de algunas novelas para sus capítulos como Estudio en rosa (Estudio en escarlata), Escándalo en Belgravia (Escándalo en Bohemia), Los sabuesos de Baskerville (El sabueso de los Baskerville), entre tantos.

Pero más que los títulos, cada episodio es una interpretación libre de los mismos casos que se hicieron públicos en The Strand. Escándalo en Belgravia, es uno de los más evidentes. Aquí se presenta a Irene Adler, "la mujer" como la llama Holmes, una de los pocos contendores a la altura del detective. Si bien los escritos la caracterizan como una cantante de ópera que se ha casado más de una vez por interés, la "modernización" de su personaje es una dominatrix.

Otro ejemplo explícito es Los sabuesos de Baskerville, en ambos casos la supuesta existencia de un monstruoso perro amenaza la vida -o más bien la sanidad mental- de quien desesperadamente busca la ayuda de Holmes y Watson.

Las diferencias y similitudes son material para una lista interminable, pero debieron omitirse algunos de estos para no dar uno de los temidos spoilers, porque hoy en día, todo se considera spoiler. La producción recopila lo mejor y esencial de las creaciones que datan de fines del siglo XIX, pero de forma más cercana a los espectadores de hoy.

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