El emotivo discurso de Pedro Aznar en su cumpleaños: “Aprendí de lo oscuro que me habita y a abrazarlo antes que negarlo”

El argentino celebró su cumpleaños 61 anoche con un show vía streaming donde sólo interpretó covers, mientras que sobre el final leyó un texto muy personal y revelador, y fue sorprendido con un video donde sus compañeros más cercanos lo homenajeaban, partiendo por Charly García. Ve aquí todo lo que sucedió ayer.


Pedro Aznar tuvo cumpleaños solitario, confinado, tocando en vivo frente a la estática frialdad de una pantalla. Pero ello no impidió que el festejo tuviera dos ejes básicos: compañía y emoción.

El argentino celebró ayer 61 años y lo hizo con una presentación vía streaming desde su residencia en Buenos Aires, con un show que en su primera parte repasó temas ajenos de ídolos y contemporáneos, partiendo con la muy adecuada Get the party started, de Linda Perry, para después continuar con Start me up, de The Rolling Stones; Bluebird, de Paul McCartney; Jesus to a child, de George Michael; No soy un extraño, de Charly García; Space oddity, de David Bowie; y Ordinary world, de Duran Duran, entre muchos otros.

Todo interpretando con corbata y copa de espumante en mano.

En la segunda parte, el cumpleañero fue sorprendido con un video grabado por varios artistas hispanohablantes revisitando A cada hombre a cada mujer, tema de Aznar popularizado por Serú Girán en 1992.

El registro empezaba con un afectuoso saludo de su amigo y uno de sus mentores artísticos, Charly García, para después mostrar a Lito Vitale, David Lebón, León Gieco, Carlos Vives, Adriana Varela, Jairo, Pablo Milanés, Sandra Mihanovic, Eve Aznar, Víctor Heredia, Fabiana Cantilo, Chico Cesar, Manuel García, Suna Rocha, Nano Stern, Teresa Parodi, Nito Mestre, Juan Carlos Baglietto, Roxana Amed, Piñón Fijo, Eruca Sativa, Soledad, Eva Ayllón, Hilda Lizarazu, Abel Pintos y Joan Manuel Serrat.

Aquí el video:

Antes de tal momento, el argentino dio un emotivo y revelador discurso, donde expresó cómo se siente en su adultez, todas las fases que ha dejado atrás para llegar hasta este punto y cómo ha aceptado convivir con la soledad. Aquí el texto íntegro, titulado Aprendí:

APRENDÍ

Aquí estoy, casi treinta años después

de los cuarenta más que me daba

ni imaginando lo rápido que pasarían

Ahora pido treinta más

porque el viaje lo vale

a pesar de las noches de insomnio

las pequeñas y grandes decepciones

las pinzas del dentista

y el reggaetón.

Me preguntaba si habría aprendido algo para ese “entonces”

que resulta ser hoy

y me respondo que algo sí.

Aprendí que vivir con miedo

escondiendo el corazón

o pendiente de agradar

es la mayor traición a la verdadera esencia;

que aunque el esfuerzo por tomar el camino más largo

y difícil

sea agotador

es mucho mejor que morder el anzuelo

de lo que te hipoteca el alma.

Aprendí que el amor no puede todo

y que por mucho que se ame

a veces hay que decir basta y cerrar la puerta

de lo que no hace crecer

o de lo que lastima;

que la pasión que uno trajo al mundo

es para darla a manos llenas a los otros

porque ahí está el brillo del espíritu

en su plenitud

y que el que lo ostenta como lustre

de su ego

no entendió a qué vino.

Estos años trajeron angustias y desasosiegos,

claro,

aunque debo admitir que fueron menos

que las alegrías

y que se alimentaron, siempre,

de mi miopía,

de los árboles que me tapaban el bosque.

Aprendí a ser solo

y a estar solo,

que no son lo mismo.

Estoy solo desde que se fueron mis viejos,

esa ancla bendita

que lo hace a uno sentir

que la gravedad es suficiente para mantener los pies

sobre la tierra.

Soy solo ante mí

y ante Dios

(no importa cómo lo describa o sienta

porque también cambió cómo lo veo y vivo)

y esa soledad de vivirme

queriéndome

(aunque siempre me reproche algo

y me esté exigiendo cambios)

me abre al otro

a quien no se puede ver

cuando se está en guerra

con uno mismo.

Aprendí que somos un puñado de aprendices

en todo

pero que cuando tendemos la mano

todo se multiplica para bien;

que las convicciones hay que defenderlas con orgullo

siempre y cuando hayamos revisado

que aspiren al bienestar de todos

y aún así

dispuestos a volver al tablero

una y otra y otra vez

porque ninguna verdad

es de acero

ni ninguna posición debe volverse indiscutible.

Aprendí que lo que queremos

puede tardar en llegar

o no llegar a verlo nunca

pero que haberlo anhelado

y trabajado incansablemente

para hacerlo realidad

es un sentido de la vida;

que tratar de dejar este jardín

más bello y fértil

que como lo encontramos

es una buena guía

para andar el camino.

Aprendí de lo oscuro que me habita

y a abrazarlo

antes que negarlo,

ya que ocultarlo siempre lleva a engendrar

peores monstruos;

que el miedo que me da, hoy, la muerte

es muy distinto

y no pasa por durar

en el tiempo

sino por la pena

de que un día la posibilidad de descubrir

y asombrarme

y compartir

termine,

el dolor de una hoja en blanco

que ya no se llenará de garabatos

para comunicar

cómo se ve desde aquí adentro.

Aprendí que hay gente

a la que no le importa el otro

porque no lo ve

y que eso mismo le habilita

los circuitos de la mezquindad más peligrosa.

Ante eso me levanto

y denuncio

aunque yo mismo caiga, a veces,

en la misma trampa.

Aprendí también a no vivir

tan necesitado de respuestas,

la juventud me vio pasar

con un hambre insaciable

de saber,

como si hubiera una llave

o un mapa del tesoro

para encontrar el gran secreto

y sólo eso fuera a darme

paz.

Hoy, con el caballo más manso,

alcanzo a vislumbrar una verdad

más humilde

más de día a día

más humana,

una lucecita que dura

lo que tenga que durar, en uno

pero que

compartida

no se muere nunca:

una verdad de mi mano en tu mano

de mis ojos enlazados con los tuyos

de poema que danza

de música que sueña

de vino que transmuta

una verdad de beso de buenas noches

de caricia a un animal que duerme

de barricada a la injusticia

de canto de amor

para la Tierra.

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