Chick Corea, un espíritu infatigable: su legado y sus visitas a Chile

El artista en una de sus últimas apariciones, en los premios Grammy de 2020.

El pianista, uno de los músicos que revolucionó el jazz entre los años 60 y 70, falleció de un cáncer a los 79 años, según informó su familia.


El virtuosismo, la sutileza instrumental, el detalle a la hora de componer e interpretar jazz, la fusión como parte de su médula creativa son algunas de las virtudes que convirtieron a Chick Corea en uno de los nombres más reputados del género en las últimas décadas, influencia sobre generaciones completas de sesionistas, arreglistas, músicos o simplemente fanáticos que encontraron en él un deleite basado en la libertad y la plenitud artística.

Toda una herencia que dijo adiós el pasado 9 de febrero, según un comunicado publicado por su familia en redes sociales: “Con gran tristeza anunciamos que el 9 de febrero, Chick Corea falleció a los 79 años de edad, de una rara forma de cáncer que sólo fue descubierta recientemente”.

El texto seguía: “A lo largo de su vida y su carrera, Chick disfrutó de la libertad y de la diversión que se tenía en crear algo nuevo, y en jugar a los juegos que hacen los artistas. Fue un amado esposo, padre y abuelo, y un gran mentor y amigo para muchos. A través de su cuerpo de trabajo y las décadas que pasó recorriendo el mundo, tocó e inspiró la vida de millones de personas. Aunque él sería el primero en decir que su música decía más que lo que las palabras nunca podrían, sin embargo, tenía este mensaje para todos aquellos que conocía y amaba, y para todos aquellos que lo amaban”.

Una de las últimas imágenes del músico, fechada el 4 de septiembre de 2020.

A partir de ahí, la carta difundida en redes sigue con un mensaje póstumo dejado por el artista: “Quiero agradecer a todos aquellos a lo largo de mi viaje que han ayudado a mantener la chispa musical brillando. Tengo la esperanza de que aquellos que tienen un tintero para jugar, escribir, actuar o de otra manera, lo hagan. Si no es por ti mismo, entonces por el resto de nosotros. No es solo que el mundo necesita más artistas, sino que también es solo mucha diversión.Y a mis increíbles amigos músicos que han sido como una familia para mí desde que los conozco. Ha sido una bendición y un honor aprender y tocar con todos ustedes. Mi misión siempre ha sido traer la alegría de crear donde pudiera, y haberlo hecho con todos los artistas que admiro, ha sido la riqueza de mi vida”.

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Corea destacó en los años 60 en el género del jazz fusión, luego se integró al conjunto de Miles Davis y más tarde armó el grupo Return to Forever. Como gran parte de esa generación, sacó al jazz de su etiqueta más tradicional y clásica para empujarlo hacia un espiral donde todos los influjos eran posibles, un sonido donde lo eléctrico podía tener tanta cabida como lo latino, o donde el lenguaje del rock progresivo y las vanguardias avanzaban de la mano con el preciosismo clásico.

Nacido en Massachusetts, empezó a tocar el piano a la edad de cuatro años, con influencias donde figuraban los jazzistas Horace Silver y Bud Powell, o el tango (Astor Piazzolla, otro hombre rupturista, fue siempre una de sus debilidades). Su salto a la madurez vino de la mano de las bandas de Mongo Santamaría y Willie Bobo a principios de los 60, aunque su vida como líder al frente de una agrupación se inaugura con el disco Tones for Joan’s Bones (1966), ampliamente aplaudido por los círculos de la época

El sitio Allmusic define la pieza de una forma elocuente, dando cuenta del futuro esplendor que le esperaba al estadounidense ya en ese tiempo: “Corea es un torrente de imaginación armónica y melódica, expresada en un ritmo infalible. Cualquiera que esté interesado en este período vital y emocionante encontrará esta sesión indispensable”.

Después de un breve intervalo de tiempo con Sarah Vaughan, Corea integra el conjunto de Miles Davis para reemplazar gradualmente a Herbie Hancock, permaneciendo con él durante un lapso de alta intensidad creativa, entre 1968 y 1970. De hecho, el propio Davis, otra figura siempre con apetito insaciable, lo empuja a tocar el piano eléctrico, lo que lo llevaría a convertirse también en uno de sus máximos intérpretes.

Todas esas nuevas rutas pueden oírse en álbumes como Filles de Kilimanjaro, In a silent way, el esencial Bitches Brew y Miles Davis at the Fillmore.

Tras a dejar a Davis, tocó brevemente con otro emblema, Stant Getz, para levantar luego su propio grupo, Return to Forever, también adscritos al jazz fusión y junto a Stanley Clarke, Joe Farrell, Airto Moreira y Flora Purim.

En esta etapa, la obra de Corea adquiere un acento más áspero y rockero, inspirado en parte por el dominio del rock progresivo en la escena mundial, pero también por la consolidación del jazz como un híbrido que acumulaba funk, pop, esencias africanas y grandes orquestas.

Para los especialistas, algunos de sus mejores discos en esos años fueron Return to forever, Hymn of the Seventh Galaxy y My Spanish Heart (un trabajo donde se rindió a las raíces españolas, a las que siempre declaró admiración).

Como todo buen instrumentista consagrado al jazz, sus cambios de fase fueron constantes -también siempre le resultó complejo definir qué clase de música hacía-, pasando también en los 80 a un estilo más clásico y tradicional. En 1985, formó un nuevo grupo, The Elektric Band, integrado por el bajista John Patitucci, el guitarrista Scott Henderson, el saxofonista Eric Marienthal y el baterista Dave Weckl. Para equilibrar su música, años más tarde formó su Akoustic Band con Patitucci y Weckl. En paralelo, mantenía colaboraciones con Kenny Garrett, Wallace Roney y Paco De Lucía.

Justo a partir de fines de los 80 vino varias veces a Chile (la primera vez en 1987), siempre repletando recintos como el actual Estadio Víctor Jara o el Teatro Caupolicán. La primera vez fue en septiembre de 1987, con un concierto en el Estadio Chile junto a su Elektric Band, que por ese entonces incluía al bajista John Patitucci y al guitarrista Frank Gambale, marcando un hito para el jazz local.

Al año siguiente, en 1988, regresó al país con un recital a dos pianos junto a Herbie Hancock, al que luego sumó nuevas visitas con la Elektric Band (1990, 1994), otras en solitario (en el Teatro Municipal en 1995) y también junto al colectivo Origin (1998).

En este siglo fue el Teatro Caupolicán su escenario habitual en el país: allí se presentó en 2010 y 2014. Su última presentación en el recinto (y en Chile) fue en octubre de 2017 junto al baterista Steve Gadd y su banda, que completaban Lionel Loueke en guitarra, Steven Wilson en saxo y flautas, Carlitos Del Puerto en bajo y Luisito Quintero en percusiones.

Un espíritu infatigable a la hora de componer y tocar en vivo, y que esta semana dijo adiós agradeciendo su largo camino en la actividad que finalmente más amó.

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