En un lugar del cono sur que no quiero acordarme: El Quijote visto desde Chile

En el Día mundial del libro, que se conmemora por el deceso de Shakespeare y Cervantes, en Culto reunimos un grupo heterogéneo de escritores, académicos y libreros que reflexionan en torno a la obra cumbre de Miguel de Cervantes. ¿Cuáles son sus claves?, ¿cómo fueron sus experiencias de lectura? Entre otras cosas.


Un clásico de la literatura mundial es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra. Por su muerte, y por la William Shakespeare, ambas en 1616, se conmemora el Día mundial del libro cada 23 de abril.

En Culto, hemos querido dar una mirada local a la obra cumbre del oriundo de Alcalá de Henares. Por eso, consultamos a un grupo de escritores, académicos, críticos y libreros sobre su relación particular con El Quijote.

Pía Barros, escritora: “Uno querría que todo el mundo fuese ‘quijotesco’”

Es uno de los nombres clásicos de las letras nacionales. Pía Barros Bravo (66), tiene una trayectoria que incluye volúmenes de cuentos como Signos bajo la piel (1994) y las novelas El tono menor del deseo (1991) o Astride (1992). Además de una importante labor como tallerista, la que ejerce desde 1978 en su casa de La Reina. Por ahí pasaron nombres capitales como Nona Fernández o Pedro Lemebel. Como si fuese poco, también está al frente de Ediciones Asterión.

“Me gusta mucho El Quijote, lo leí adolescente desde antes de entrar a la universidad a estudiar literatura. Todos lo leímos. Creo que ha sido un gran aporte a la lengua aparte del adjetivo ‘quijotesco’ que es algo que hoy en día no se usa en términos de práctica, pero sí se usa en términos de utopía. Uno querría que todo el mundo fuese ‘quijotesco’”, dice Barros al teléfono con Culto.

“Es un personaje de ficción que se transforma en un ideario, y eso también es algo importante”, agrega.

Como buena tallerista, Barros añade un dato que permite acercar la monumental novela de Cervantes al público más joven: “Yo creo que para los jóvenes de hoy, que El Quijote les resulta disuasivo en términos de grosor, hay versiones en cómic que son maravillosas, con grandes dibujantes”.

Rubi Carreño, académica: “Una suerte de agente Topo, caballero andante”

Doctora en Literatura, Rubi Carreño Bolívar (54) es académica de la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica, y es directora del Taller de Letras de la misma. Responde entusiasmada a la llamada de Culto, y por supuesto, se lanza a opinar sobre el manchego caballero andante.

“No es el musical, no es ni siquiera la canción de Jaques Brel, ni el libro que me regalaron por algo tan cumplido y escolar, que es inconfesable –dice Carreño–. Lo que me llevó a Cervantes es la risa, la capacidad de decir la verdad aun sin un brazo, preso y con una retórica apropiada para salvar la vida: no soy yo, es el disidente Cide Hamete Benengueli. Don Quijote frágil por anciano y tocado por los libros -una suerte de agente Topo, caballero andante- que desface entuertos y tropelías me regaló una ínsula, un título y un par de molinos por vencer”.

“Lejos de la RAE estará Cervantes, de los palacios que llevan su nombre, quizás en una venta pensando quien podrá con fe y su palabra derrotar a los nigromantes que profitan de la peste, para que su amigo Sancho no desfallezca de despojo y olvido. A pesar de las películas y las reducciones escolares, ay de mí, sigue vivo y vale mil veces la alegría, cabalgar con Rocinante por sus mil quinientas diez, coma cinco, páginas”, añade.

Alejandra Costamagna, escritora: “La posibilidad de encontrar resonancias y sentidos muy actuales en sus páginas”

Periodista, cuentista y novelista, Alejandra Costamagna Crivelli (51) ha forjado una carrera literaria en base a libros sólidos, como El sistema del tacto (2018) -finalista del Premio Herralde de Novela 2018-, pero también Ciudadano en retiro (1998), Dile que no estoy (2007) o Imposible salir de la Tierra (2016).

“Lo leí en el colegio, en los años 80, y no sé si entonces lo disfruté tanto. Quizás lo leí como una seguidilla de aventuras y ya”, cuenta la narradora. “Fue por los años 2000, en un taller guiado por Rafael Otano, que entré por una ventana refrescante y completamente distinta al libro. Entonces pude encantarme con la enorme tradición que cargaba bajo el andamiaje de las aventuras, con la inteligencia en su construcción paródica, con la delicia de los diálogos, con su polifonía, con el juego de los planos de realidad, con el humor filoso, con las múltiples capas de lectura en la figura del soñador o del justiciero y, en fin, con la posibilidad de encontrar resonancias y sentidos muy actuales en sus páginas”.

Juan Pablo Sutherland, escritor y académico: “Se puede estar re-leyendo siempre como una especie de disculpa”

Oriundo de Santiago, el escritor Juan Pablo Sutherland (54) no solo ha publicado interesantes libros como Ángeles Negros (1994), Santo Roto (2000), o la aplaudida Papelucho gay en dictadura (2019), también participó como activista en el Movimiento por la Liberación Homosexual chileno, del cual fue su vocero. La temática de la disidencia sexual siempre ha estado presente en sus textos.

“Me costó mucho entrar al Quijote de adolescente en el liceo, fue un choque entre mis lecturas de cultura popular y comics, Mampato o linterna verde, por ejemplo. Frente a la idea del profe de castellano que hablaba emocionado viendo al Quijote-personaje, con una grandilocuencia del que uno quería salir arrancando pues era una lectura obligatoria y eso ya impone o produce un malestar canónico frente a un joven lector-ansioso y anti canónico en ciernes y en medio de una escolaridad en dictadura. El Quijote y Sancho y sus ideales me parecían anacrónicos, cosa curiosa para alguien que estaba soñando en una utopía”, cuenta a Culto el también académico de la Universidad de Chile.

“Ya como estudiante de Pedagogía en Castellano pasé la frontera y pude comenzar a leerla, aunque fragmentariamente con mayores herramientas y disfrutar esa maquinaria de narradores cínicos y su fuerza paródica respecto al código de las novelas de caballería, por ejemplo. Es un texto como dice Italo Calvino, que se puede estar re-leyendo siempre como una especie de disculpa pues se entiende que es un texto mayor, es decir monumental”, agrega.

Sutherland añade: “Creo que tardíamente aleje mis prejuicios sobre textos tan fundantes de tradición como El Quijote. Tengo otros en mi lista, por cierto. Y finalmente, hoy puedo leerlo más relajadamente alejado quizás de aquellas lecturas iniciales tan conservadoras en su traducción lectora o pedagógica, hoy disfruto la genialidad de Cervantes sin culpas”.

Gerardo Jara, librero de Catalonia: “Tengo muchas ganas de volver al Quijote”

Hoy enviando libros por despacho producto de la pandemia, Gerardo Jara Cofré (31) es el librero encargado de la Librería Catalonia, en Las Urbinas, y co-conductor del podcast Lectura Complementaria, ubicable tanto en Spotify como en Youtube. Día a día metido en el último eslabón de la larga cadena del libro, también opina sobre el clásico de Cervantes.

“Siento que estoy saliendo de un closet con esto, pero mi relación es distante y fragmentada, un pendiente a medias. Mi primer (y creo único) acercamiento al Quijote fue desde el desafío de leerlo en el colegio. Digo desafío ya que por esos años tenía una idea de la literatura y los libros muy distante y floja en comparación a la que tengo ahora”, cuenta a Culto.

“Entonces llegar y leer un libro de esa extensión (más de 800 páginas), de esa época (¡¿1600?!), y de esos temas (al menos en lo aparente), me daba un poquito de lata. Pero bueno, lo trabajamos por partes, desde una perspectiva tal vez más tradicional o conservadora, enfocada solo en las aventuras románticas de este valiente hidalgo. Tengo una imagen muy marcada: el profesor de ese entonces, mano en el pecho, recitando pasajes, admirando la valentía, honor y romance presentes en la novela. Leer pasajes, capítulos, recordar datos, ver una actuación”, agrega Jara.

“Hasta ahí lo fragmentario y lejano. Ya en el presente, mi relación con El Quijote es de la de este pendiente a medias, pero al menos con un interés un poco más honesto, personal, y no tanto desde la obligatoriedad. Hace unos años leí un texto de Alberto Manguel donde habla del Quijote como aquel que desea representar la realidad que ha conocido a través de los libros. La lectura le permite verse reflejado y le da herramientas para configurar su personalidad. Su vida. Tengo muchas ganas de volver al Quijote teniendo esa idea en mente”, añade.

Sobre la circulación del libro en su librería, Jara cuenta: “¡Se sigue vendiendo! Escolares y apoderados en febrero-marzo, y una que otra persona durante el año con este mismo interés de cumplir con clásicos”.

Jorge Edwards, escritor: “Recorrí todos los lugares de Barcelona donde estuvo el Quijote”

“Tengo una gran relación con El Quijote”, dice de entrada el escritor Jorge Edwards Valdés (89), cuando recibe la llamada de Culto desde su departamento en Santa Lucía, llegando a Merced. Quien fuese nombrado “persona non grata” por la Cuba de Fidel Castro, es además un nombre relevante en nuestras letras, con títulos fundamentales como Los convidados de piedra (1978), El museo de cera (1981), La casa de Dostoievsky (2008) o La última hermana (2016).

Tan cercana es su relación que incluso recibió el Premio Cervantes, en 1999. “Yo he estudiado El Quijote más que nadie en la lengua española -asegura-. El mejor ensayo sobre la novela es el de Miguel de Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho”, afirma seguro.

“La primera vez que lo leí fue cuando era niño, en el colegio de los jesuítas era una lectura obligatoria. Luego lo leí en una circunstancia muy particular. Estaba en Barcelona -tu sabes que la segunda parte del Quijote transcurre ahí-, y se hizo una presentación del número 1000 del libro de bolsillo de Alianza Editorial. Era la segunda parte del Quijote. Entonces, luego recorrí todos los lugares de Barcelona donde estuvo el Quijote. Desde la playa, con Rocinante, vio los barcos de los turcos que habían atacado España en Lepanto”.

Sergio Parra, librero de Metales Pesados: “Yo era como un Sancho al lado del Quijote”

Una librería clásica de Santiago es Metales Pesados, ahí en el barrio Bellas Artes. Incombustible, quien recibe a los clientes habitualmente es el poeta Sergio Parra Riquelme (57), aunque por la cuarentena ha tenido que adaptarse a los envíos online. Ante la invitación de Culto, no quiso quedar fuera.

“Mi relación con el Quijote es tardía, llegué a la edad de 22 años por iniciativa propia, cuando tuve la posibilidad de comprar uno. En la educación básica y media donde estuve no lo leímos, porque eran otras circunstancias históricas. Cuando llegué al Quijote ya había pasado por Henry Miller, Vladimir Nabokov, Nicolai Gogol, Fiodor Dostoyevski, entonces ya buscaba otro tipo de literatura. Yo era como un Sancho al lado del Quijote”, dice al teléfono.

“Después, he vuelto con el tiempo. De hecho, tengo una edición facsimilar del Quijote de 1813, muy hermosa. A mí lo que me interesó más fue la segunda parte, es la más divertida. Tiene una importancia literaria, sí, pero no sé si a mí en lo personal me marca un camino de lectura. Después, en el transcurso de la vida me lo he encontrado en todos lados, ¿no? Releído en muchos libros, re-citado, está más cercana a la historia del Boom, yo creo que ahí es donde pega fuerte, hay una muy buena lectura del Quijote. Sobre todo con la construcción de la utopía, la construcción de este sueño utópico que tiene este hidalgo”.

Sobre la circulación del libro en su librería, Parra dice: “Es un libro que se vende todavía, como está en los programas de educación. Hay lectores que vuelven al Quijote que tienen sobre 50 años, 70 años, gente no lo leyó en su momento, o lo leyó mal, o se vio obligado a leerlo en su educación. Pero quien busca el Quijote por placer de lectura, es la persona mayor de 60 años, es muy raro que alguien joven que no esté obligado a leerlo lo busque”.

Álvaro Bisama, escritor: “Es una novela capaz de contenerlo todo”

Es narrador y también director de la escuela de Literatura Creativa de la UDP. Álvaro Bisama Mayné (46 años) ha destacado en las letras nacionales con novelas como Estrellas muertas (2010), Ruido (2012), Taxidermia (2014): también con libros de crónicas como Zona Cero (2003), Postales urbanas (2006) y hasta de crítica televisiva, Televisión (2015).

Sobre El Quijote, Bisama asegura: “Mi relación con El Quijote es la que tienen todos los lectores en lengua española, de ahí es inevitable. Es una casa a la cual se vuelve, un palacio que uno visita y en el cual se viene haciendo preguntas siempre”.

“Yo tuve la suerte de leerlo en la casa de mis papás, porque estaba, habían varias versiones. Después en el colegio, en la universidad. En general, es un libro que uno termina consultando con cierto grado de regularidad. Pensar en el momento en que se leyó El Quijote es difícil fijarlo, porque no fue un Quijote, sino muchos Quijotes. Primera parte, segunda parte; primera salida, segunda salida”, agrega.

“En general, con El Quijote pasa lo que pasa con los clásicos que están presentes, son libros cuya lectura que son cualquier cosa menos inmóvil. Es una novela capaz de contenerlo todo, proponerse como algo más grande o distinto”.

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