El big bang del rock en vivo

El primer concierto de la historia tuvo la urgencia propia de la adolescencia. Fue violento, acabó rápido y sembró el futuro.


“Búsqueme un bar”, ordenó Leo Mintz al taxista. En la calle, el caos.

Como improvisados policías, los bomberos intentan dispersar con chorros de agua al gentío de 20 mil personas que puja por ingresar al 3717 de Euclid avenue, el Cleveland Arena, absolutamente colmado y revuelto. El saldo de la noche del viernes 21 de marzo de 1952 es desolador. Una persona apuñalada, la sala plagada de botellas de whisky vacías, las puertas de vidrio del recinto pulverizadas por la masa, y el evento suspendido cuando apenas se iniciaba.

El primer concierto de rock de la historia, el Moondog Coronation Ball, es una crónica policial perfecta y un desastre que no merece más intentos.

Leo Mintz necesita un trago.

Acaba de encender la mecha del rock & roll y ha estallado en su cara.

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Es 1938 y Leo Mintz, de 27 años, busca algo más que trabajar en un local de excedentes militares. Monta entonces la tienda de discos Record Rendezvous en una zona cercana a la comunidad negra, junto con introducir adelantos en la atención que harán escuela en el mundo entero. Puso los discos en cajas para que el público pudiera chequear fácilmente los títulos sin tener que ir al mostrador. A la par, instaló cabinas de escucha.

En la década siguiente el negocio se afianza pero Leo pone atención a un par de detalles hacia fines de los 40. Las ventas de las tradicionales big bands retroceden y los chicos blancos que acuden al local reaccionan sin pudor a la música negra etiquetada como “racial”. Bailan, caminan acelerados por los pasillos impulsados por ritmos más duros y letras con inequívoco doble sentido.

Pero no compran los discos.

Como buen comerciante, Leo Mintz se propuso vender como fuera la mercadería.

Leo Mintz en su tienda de discos.

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Alan Freed enfrenta al público desde el el escenario del Cleveland Arena para presentar el Moondog Coronation Ball. Desde allí está claro que hay muchísima más gente que la permitida por la capacidad máxima de 9950 asistentes.

El público mayoritariamente negro observa atónito a Freed.

El tipo es blanco.

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Leo Mintz ha recorrido seis estaciones de radio. Todas rechazan su idea de un programa con esta música afroamericana que encanta a los jóvenes. Los padres, blancos y negros, coinciden en el rechazo que les provocan esas canciones con referencias apenas disimuladas al tamaño del miembro masculino, entre otros obscenos alcances envueltos de ritmos frenéticos.

Leo Mintz conoce a Alan Freed, recién llegado a Cleveland a la búsqueda de una oportunidad radial tras alcanzar cierta notoriedad en la estación WAKR en Akron, Ohio, programando jazz y temas populares a finales de los 40. Freed consigue trabajo en la WJW con la misión de emitir música clásica, pero Mintz le propone un espacio para programar esas canciones negras que enloquecen a los chicos en su disquería. Por supuesto, él facilita el material.

Desde las 23:15 del sábado hasta las 2 de la mañana del domingo, “The Moondog Rock & Roll House Party” no es el único programa de radio en Estados Unidos que transmite R&B a comienzos de los 50. Pero en ningún otro esa música se llama rock & roll.

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El término era una de las tantas maneras en que la comunidad afroamericana describía el sexo desde los años 20. Alan Freed lo repite una y otra vez en el estudio de la WJW, el sitio donde se transforma a partir de julio de 1951, con el gentil auspicio de Record Rendezvous.

El adulto joven que había intentado una carrera en la ingeniería mecánica y aficionado al trombón, adopta el alias King of the Moondoggers. El animador sigue el ritmo de las canciones golpeando la guía telefónica, bebe cerveza y aúlla frente al micrófono. A su lado, Leo Mintz desliza los vinilos. El público, sin distinción de raza, adora el programa que hacia fines de 1951 es un éxito total. La audiencia toma el nombre del espacio. Son los Moondoggers.

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Desde un comienzo, Alan Freed comprendió el potencial comercial del rock & roll. Como ya era demasiado viejo para encarnar a un frenético rockero, asumió el papel del único adulto que comprendía a los jóvenes. Cumplió ese rol en cinco filmes entre 1956 y 1959 cuando era una figura nacional con carrera en Nueva York y el rock causaba furor. Sin embargo, la ambición devoró a Freed. Cometió prácticamente todas las faltas de aquella época para amasar fortuna, incluyendo firmar éxitos ajenos como el clásico Maybelline de Chuck Berry.

Si la canción llevaba su nombre se pasaba en sus programas y cobraba además como autor, sin haber escrito una sola línea. Envanecido, comenzó a sellar su suerte en 1958 cuando puso al público en contra de la policía en un evento en Boston, que terminó en incidentes. Las acusaciones por recibir pagos bajo regla -la payola- destruyeron su carrera hasta morir alcoholizado en 1965 a los 43 años.

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Leo Mintz estaba en Florida aquel viernes 21 de marzo de 1952 cuando fue alertado que las cosas no iban bien con el Moondog Coronation Ball, donde Alan Freed sería coronado como el rey de los Moondoggers. El disc jockey ya tenía cierta experiencia organizando recitales con las figuras más destacadas del programa, pero este show en el Cleveland Arena era el primero congregando a varios artistas.

El cartel del primer concierto de rock contaba con Paul Williams and The Hucklebuckers, Tiny Grimes and The Rockin’ Highlanders (una banda negra con faldas escocesas), The Dominoes, Varetta Dillard y Danny Cobb. Los boletos tenían un valor de dólar y medio.

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Hay dos versiones sobre lo sucedido aquella noche del 21 de marzo de 1952.

A) Freed, Mintz y otros asociados habrían revendido el lugar a sabiendas.

B) Mintz decidió organizar un segundo evento en una nueva fecha, pero la imprenta a cargo de los boletos no hizo el cambio, y fue así como se reunió el doble de gente en la misma jornada. Cuando la muchedumbre escuchó que comenzaba la música, literalmente asaltaron el Arena tratando de ingresar.

El concierto sólo duró una canción antes que la policía y los bomberos detuvieran el espectáculo.

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El público observa desconcertado a Alan Freed, a quien sólo conocen por su voz en la radio los sábados por la noche. El tipo que aúlla, que sigue el ritmo a golpes, que exclama “rock & roll” para rotular cada canción en ese programa que ha convocado este show con varios artistas, es absolutamente blanco mientras la gente que abarrota el Cleveland Arena es mayoritariamente negra.

Al día siguiente, Alan Freed ofreció disculpas por el fiasco y se sinceró en “The Moondog Rock & Roll House Party”. “Si alguien nos hubiera dicho que unas 20 o 25 mil personas intentarían entrar en un baile, supongo que habrías sido como yo. Te habrías reído y habrías dicho que estaban locos”.

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