De novela incombustible a un “diálogo” con García Márquez: la huella de La casa de los espíritus

Publicada en 1982, fue la primera novela que publicó Isabel Allende, y que de alguna forma dialoga con el realismo mágico y con Cien años de soledad. En Culto, cuatro especialistas analizan la obra, que aparece en uno de los capítulos de la serie Isabel, recientemente estrenada por Amazon Prime Video.


Al principio iba a ser una carta para su abuelo, agonizante, y comenzó a escribirla en Venezuela, donde residía exiliada. Pero lo escrito comenzó a tomar cuerpo propio, y aparecieron personajes, una familia -Trueba- y terminó siendo una novela.

“Durante esos años nos habíamos mantenido en contacto mediante mis cartas tenaces y sus respuestas esporádicas. Decidí escribirle por última vez para decirle que podía irse en paz porque yo jamás lo olvidaría y pensaba legar su memoria a mis hijos y a los hijos de mis hijos”, cuenta la misma autora en su libro autobiográfico Paula (1994).

Tal como lo muestra la serie Isabel, de reciente estreno por Amazon Prime, La casa de los espíritus fue la primera novela que Isabel Allende publicó, en 1982. “Desde las primeras líneas otras voluntades se adueñaron de la carta conduciéndome lejos de la incierta historia de la familia para explorar el mundo seguro de la ficción”, narra la autora en el citado libro.

¿Influencia o imitación?

La novela narra la historia de la familia Trueba a lo largo de cuatro generaciones, muy al estilo de Cien años de soledad. ¿Habrá sido influencia o imitación? La académica de Letras de la UC, Magda Sepulveda Eriz, cree que más bien, hay un diálogo: “Quizás porque pienso que la originalidad está más bien en la forma cómo cada autor conversa con sus precursores. Y también porque desatiendo quién lo dijo primero y me preocupo más de las formas de reflexión. Un lector podría ver en Cien años de soledad la historia de los patriarcas y sus mujeres bellas que ascienden a los cielos y todo eso; y en Allende la historia de mujeres que han tratado de tener una vida pública y política”.

La escritora y editora Claudia Apablaza también cree en que entre ambas hay un diálogo. “Espero que todos los textos tengan un diálogo con otros textos, en este caso la autora dialoga literariamente con el realismo mágico y en particular con Cien años de Soledad, ella misma lo reconoce en entrevistas y está a la vista en el texto”.

“Ahora bien -agrega Apablaza-, siempre me pregunto, más que si es un plagio o no, no sólo con este libro, sino que con muchos libros que se han visto influenciados por otros proyectos literarios, acerca de esa frontera entre influencia de un autor o autora por sobre otra, y el grado de utilización de ciertas fórmulas que han tenido cierto éxito comercial o simbólico como forma de pertenecer a un campo”

Por su lado, el crítico literario y académico del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos (CECLA) de la Universidad de Chile, Grínor Rojo, señala: “Isabel Allende es una excelente escritora popular de masas y eso significa que trabaja con dispositivos técnicos de eficacia probada, que la industria cultural aprecia y que ella maneja a las mil maravillas. En literatura hablar de dispositivos técnicos de eficacia probada quiere decir hablar de estructuras que están disponibles alrededor o en la tradición. Por lo tanto, el vínculo de La casa de los espíritus con Cien años de soledad existe y legítimamente, aunque los resultados no sean los mismos. Cien años de soledad es una obra de arte única (a mi juicio, una de las dos novelas más importantes de las escritas en lengua española) y no una novela popular de masas, aunque también la lean las masas”.

Rodrigo Cánovas, académico de la UC, ha estudiado justamente la novela de Allende. “Para mí, La casa de los espíritus cita y parodia a Cien años de soledad. Lo cita cuando a la rama campesina del árbol la apellida “García” (nombrando así el mundo de pueblo chico, no urbano, de García Márquez); y bueno, al final de la historia, un personaje García (revolucionario) tiene un hijo con una de las heroínas de la rama femenina y el resultado es Alba, una mujer. Entonces, es también un saludo paródico a García Márquez, pues se enuncia un nuevo Génesis, un renacer ahora invocando una voz de mujer”.

Una novela incombustible

Hasta hoy, La casa de los espíritus es casi un sinónimo de Isabel Allende, ¿Por qué gusta tanto?, Magda Sepúlveda señala: “Me gusta porque la historia la narra una mujer; Alba, que fue torturada. Ella cuenta la historia de Chile, desde 1900 a 1973, evidenciando las exigencias que han sufrido las mujeres en diversas épocas. Me interesa mucho un personaje, Férula, que está encargada de cuidar a su madre anciana y enferma, mientras su hermano solo va de visita muy de tarde en vez. Como se dice en la novela: ‘Le molestaba tener que quedarse encerrada entre esas paredes hediondas a vejez y a remedios, desvelada con los gemidos de la enferma, atenta al reloj para administrarle sus medicinas, aburrida, cansada, triste, mientras que su hermano ignoraba esas obligaciones’”

“Cuando la leí en los años ’80, me gustó mucho -cuenta Rodrigo Cánovas-. En ese tiempo, no se leía esta novela en la carrera de literatura por considerarla un mero folletín, no apto para un análisis crítico. Por suerte, ahora aparece incluida e incluso, hay demasiados artículos especializados sobre esa obra”.

Por su lado, Claudia Apablaza dice: “La leí hace ya muchísimos años, creo que el año ’94, es decir, hace más de 25 años. No sigo particularmente a la autora, pero creo que es su libro más literario, donde establece un claro vínculo con la literatura latinoamericana, también su libro más político, pero luego de ese libro y el éxito comercial del mismo, su literatura tomó un camino más comercial por las presiones de las editoriales y por decisiones personales, obviamente, alejándose de lo literario”.

¿Será la obra más relevante de la trayectoria de Isabel Allende? Magda Sepulveda Eriz nombra esa y otra más. “La Casa de los espíritus e Inés del Alma mía me parecen las obras más logradas de nuestra autora. En ambas, la historia la cuenta una mujer. En Inés del Alma mía, el relato está en manos de la descendencia femenina de Inés de Suárez. La novela describe a una mujer compleja, que fue amante de un hombre, que tuvo un rol político en una época que las mujeres lo tenían vetado, y que decidió quedarse en Chile tras la muerte de Valdivia. Allende vio a este personaje que hoy está teniendo tantas relecturas, desde el cuadro de Pedro Lira hasta la obra de teatro de Barrales, Xuárez, la escribe así, un guiño sobre los temas de género”.

“En términos literarios sí -dice Claudia Apablaza-, pero no sé si es realmente los mismos términos que valora una editorial o incluso la misma autora”.

Desde su verja, Rodrigo Cánovas señala: “No la he vuelto a releer. Es posible que sea así. Sí he leído en los últimos años Paula, cuyo registro autobiográfico la hace interesante para los lectores y lectoras del siglo XXI, interesados por los testimonios y autoficciones escritos en primera persona”.

Isabel Allende.

Leyendo un clásico desde el siglo XXI

¿Cómo se puede volver a leer un libro ochentero en estos días millenials, centennials y donde la literatura -al menos desde los 2000- ha dado un giro hacia lo real y la autoficción?

“Puede ser leída desde las tendencias actuales, poniendo otros estantes en nuestro cuarto propio: el librero de las teorías de género, de la escritura ficcionalizada desde el testimonio; el librero de los textos espiritistas. Quizás el librero del espiritismo se pueda vincular con las teorías de género. ¿No son las mujeres las que llaman y ven espíritus? ¿A quién estaremos llamando?”, piensa Magda Sepulveda Eriz.

Por su parte, Claudia Apablaza subraya: “Evidentemente se podría hacer una lectura feminista, y es necesario que se haga, es decir, que releamos toda la literatura chilena a la luz de las nuevas investigaciones”.

Rodrigo Cánovas opina: “Considero puede ser de interés para las nuevas generaciones, pues se refiere a un periodo histórico de cambios sociales que culmina con la dictadura, y sería un modo distinto, no estrictamente histórico, de acercarse a un pasado reciente, para quienes no lo vivieron”.

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