Crítica de discos de Marcelo Contreras: temporada de leyendas con David Bowie, Michael Jackson y Metallica

Retromanía pura en las novedades discográficas de los últimos días: Metallica retorna con un single que remite a su era thrash, el catálogo de Bowie rescata de forma voluminosa sus días del esencial Hunky dory y Michael Jackson revive con el título más vendido de todos los tiempos.


* Metallica - Lux Æterna

A casi 40 años del debut discográfico, los reyes del thrash metal habitan un espacio inédito donde han hecho de todo en su categoría, desde imponerse como banda planetaria en los 80 a espaldas de la industria, lo pueril -cortarse el pelo en los 90-, y revisitar orígenes y demonios en este milenio. Han volteado el tablero y podrían seguir girando sin necesidad de nuevo material, pero anuncian nuevo álbum para abril.

Este single de adelanto pretende ir a la yugular, en un viaje de veloz metal a la usanza de la caja de cambios de Motörhead, y singles fundacionales del subgénero como Fast as a shark (1982) de Accept. Lux Æterna tiene fundadas pretensiones de asumir como himno para una institución transgeneracional. “Un mar de corazones late como uno solo, unificado”, canta James Hetfield. “A toda velocidad o nada”, subraya en el estribillo. Con la excepción del arranque articulado en un riff descendente fraccionado por golpes de batería -clásico Metallica-, la estructura rehuye complejidades progresivas atacando con doble bombo en modalidad ráfaga, y un riff sucinto que ronronea como un artefacto alimentado de combustible. Un excelente apronte de apenas tres minutos y 26 segundos donde el bajo -otro clásico Metallica-, es prácticamente inaudible.

*David Bowie - Divine symmetry

Este box set en torno a Hunky Dory (1971) plantea legítimas dudas sobre el formato cuando la lógica es vaciar los archivos con escaso filtro, y exponerlo todo para fans y melómanos con afán arqueológico. Cuatro discos, 72 cortes y más de cuatro horas de música permiten -se supone-, comprender cómo David Bowie dio forma al primer álbum que lo encaminó después de años de ensayo y error, y la manera en que esas canciones fueron tomando forma tras los demos y la exposición en vivo.

Algunos de los registros, como el show en el club Friars de Aylesbury en septiembre de 1971, con discreta calidad de sonido y disponible desde hace una década en Youtube, no resultan particularmente alentadores. Divine symmetry merece una curatoría que lo libere, por ejemplo, de las cinco versiones de la emotiva Amsterdam de Jacques Brel, o las cuatro de Song for Bob Dylan, injustificadas. Lo que deja clarísimo este voluminoso reporte es cuánto mejoró la alineación de Mick Ronson en guitarra, Trevor Bolder al bajo y Mick Woodmansey en batería, configurada en esta etapa hasta la consolidación total apenas un año más tarde con The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. Los excesos, aunque provengan de un genio, pueden ser una letanía.

*Michael Jackson - Thriller 40

Si bien se trata del álbum más vendido de la historia, Thriller no es precisamente un disco redondo -la calidad de los singles supera por varios cuerpos el material restante-, pero a la vez definió el pop hasta hoy -y guste o no- eso incluye al urbano. Michael Jackson programó el futuro al blanquear el funk lascivo de los 60 y 70 para disfrute de las remilgadas audiencias blancas y las sensibilidades de MTV, utilizando bases programadas y sintetizadores en reemplazo de bronces, como definió un protagonismo absoluto de la voz, una característica dominante en la música para las masas hasta la actualidad.

Esta edición contiene varios cortes extras que, eventualmente, podrían haber convertido a Thriller en un trabajo rozando la perfección. Algunos títulos son rarezas como la joyita synth pop Behind the mask, original del influyente trío electrónico japonés Yellow Magic Orchestra. Carousel está en condiciones de sacar de un codazo a la ramplona de The Girl is mine junto a Paul McCartney. She ‘s trouble, grabada en 1981, no pasó el corte final y la pregunta es por qué, mientras los demos de Wanna be startin’ somethin’, Beat it y Billie Jean, son como observar los planos originales de magníficas catedrales.

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