Lollapalooza desata el fervor juvenil y presenta mejoras en Cerrillos

El festín musical comenzó ayer congregando a un púbico mayoritariamente adolescente y veinteañero, retrato de un cartel de artistas orientado hacia esas audiencias y dominado por el género urbano. Pailita, Mora, Kali Uchis, Lil Nas X, Tokischa y Billie Eilish -donde incluso se reportaron varios desmayos- protagonizaron parte de los momentos más intensos. La organización en el Parque de Cerrillos presentó mejoras con respecto al año anterior y en general dejó conforme a los presentes. Eso sí, por muchos momentos no se pudo pagar con tarjetas bancarias debido a problemas de señal de internet en el recinto.


Un padre deja ayer a su hija en el acceso principal de Lollapalooza por calle Departamental y, al despedirse, le pide que por favor se cuide, que lo pase bien, que al final se encuentren en el mismo punto. Ella se larga rápido, algo desinteresada de los consejos del progenitor, urgida por un grupo de amigas que quieren enfilar de prisa hacia el interior del Parque Bicentenario de Cerrillos.

La imagen semeja aquella escena de la legendaria película Casi famosos donde el personaje de Elaine Miller (Frances McDormand) va a dejar a su hijo William Miller (Patrick Fugit) -quien después se convertiría en reportero de Rolling Stone- a un recital de Black Sabbath y le grita a lo lejos que por favor no tome drogas. El chico baja la cara ruborizado y se aleja veloz. Alrededor todos ríen.

En Cerrillos no hubo tal petición, pero sí el mismo gesto de una adolescente soltando de una vez la omnipresencia paterna. Quizás de eso se trata un poco este Lollapalooza 2023: más que nunca, el público que llegó al despegue de la cita -se extiende por hoy y mañana- representa a los nacidos en los albores del siglo XXI, la generación Z que apenas supera los 20 años y que creció en un universo digital, comulgando poco y nada con la genética de la centuria anterior. Fueron los que mayoritariamente coparon el recinto y confirmaron que la franquicia se ha ido inclinando cada vez más de su parte.

De hecho, de los 102 artistas que conforman el lineup del espectáculo, apenas un puñado ínfimo irrumpió en el siglo XX, el mismo período en que nació Lollapalooza: Jane’s Addiction, Pánico, Modest Mouse y no mucho más. En contraparte, casi una quinta parte del cartel lo integran figuras del cancionero urbano, aquella banda sonora de beats pesados, ritmos trepidantes y voces que parecen fatigadas que hoy domina el orbe. Gran parte del público fue por ellos, como también por la estadounidense Billie Eilish, quien debutaba ayer en el país cerrando la primera jornada del evento.

Despegue con fiesta

El inicio encapsuló tal contexto con la argentina-española Sofia Gabanna en uno de los escenarios protagónicos (Costanera Center Stage), hermana menor de la estrella Nathy Peluso, de traje plateado y que fue bien recibida por la audiencia gracias a una fórmula que marida hip hop, trap y decorados sintéticos.

A lo lejos, como un eco atrapado en el tiempo, distante y remitido sólo a un grupo más específico, el viejo rock. O, para ser más precisos, el viejo blues. La banda chilena El Cruce -íconos del género- abría el escenario Aldea Verde, consagrado a los números nacionales, con su propuesta de guitarras afiladas, armónicas inquietas y un cancionero que le debe más al Mississippi que a Puerto Rico. Historias que parecen cantadas desde la barra de una cantina más que desde el rincón en penumbras de una discoteca.

Son los mundos diversos que conviven y se dan la mano en Lollapalooza. Por supuesto, en El Cruce los espectadores subían el promedio de edad de la jornada, pero seguían constituyendo una presencia minoritaria.

El contrapunto de público fue mucho mayor cerca de las 14.15 horas en el escenario Costanera Center con el show de Pailita, algo así como el niño bueno del trap local, el mismo que Fabrizio Copano en Viña calificó como “el tierno del género: los demás agarrándose minas y él a su mamá”, provocando la ira del cantante. Ahora no hubo espacio para enojos: su presentación estaba repleta. Gente que se agitaba, se movía y corría para corear cada uno de sus temas, como Dime tú, Me arrepentí o el ubicuo Ultra solo, pese a que esa hora el termómetro ya escalaba hacia los 30 grados y el sol pegaba inclemente en el lugar.

Dio igual. Ahí apareció en el escenario Marcianake como invitado para interpretar con camiseta de la selección chilena Dímelo ma, después dejando espacio a Young Cister, con quien Pailita despachó Llámame bebé y Par de veces. La entrega del público fue total. “¡Aguante el género chileno, chuchet…! Gracias por darnos el espacio que merecemos” y “este es uno de los días más felices de mi vida”, fue el agradecimiento del hombre nacido en Punta Arenas.

Sin grandes fisuras y con mejoras

Es posible que para el puertorriqueño Mora también haya sido un gran día. Apareció en una de las tarimas centrales cerca de las 16.30 horas, desatando tanta euforia que incluso en un minuto debió parar su performance por cerca de cinco minutos al ver cómo algunas personas se apretujaban riesgosamente en las primeras filas. Pero la fiesta siguió y se dio el lujo de invitar a Quevedo, astro español del trap, con quien interpretó APA y el éxito Quédate.

¿Otro contrapunto? Las melodías más evocativas y serenas de Modest Mouse obsequiaban un remanso entre tanta ebullición. En un escenario de capacidad media (Axe Stage), se podía caminar sin problemas, mientras desplegaban una propuesta de corazón indie y guitarrero.

La rapera dominicana Tokischa, la cantante estadounidense colombiana Kali Uchis, el norteamericano Lil Nas X y, por supuesto, Eilish -cuyo recital también fue interrumpido por llamados a la calma- también encarnaron momentos de alta intensidad. Esta última partió su cara a cara con el público local con problemas de audio y se mostró sorprendida ante el éxtasis provocado. Se reportó que una decena de fanáticas debieron ser atendidas por desmayos.

En todo caso, en algo coincidían todos los públicos que convocó ayer Lollapalooza. La experiencia de la cita, comparada al año pasado, cuando debutó el Parque Bicentenario de Cerrillos, ha mejorado sustancialmente. Hay más áreas de sombra (aunque claramente podrían ser más: su ausencia se nota en algunos sectores como patios de comida). Hay más zonas de hidratación. Y la distancia entre los escenarios se acortó debido a la disposición en que fueron distribuidos. Ya no resulta una maratón extenuante y sólo para dotados correr de un lado a otro.

Eso sí, muchos presentes reportaron problemas para pagar algunos servicios con tarjetas bancarias, ya que la señal de internet del reducto se cayó o no funcionó correctamente durante muchos tramos del viernes. Fue el gran dolor de cabeza del día. Cancelar con efectivo se hizo engorroso y poco práctico.

Entre otros sigue existiendo nostalgia por el Parque O’Higgins, sobre todo por su mayor número de áreas verdes e instancias de sombra. Pero en el saldo general, Cerrillos, en su segunda vez, aprobó sin grandes contratiempos. Se notó que ahora la productora Lotus -los organizadores- pudo planificar todo con mayor antelación y no bajo el apuro y la urgencia que significó salir abruptamente en 2022 del recinto del centro capitalino.

Incluso se advierte una mejora en escenarios como Kidzapalooza, lleno de estímulos y juegos para los menores, otra clase de público que se deja ver en el evento con cada vez más frecuencia.

Ayer los promotores no dieron cifras de público. Hoy el festín musical tendrá otra prueba de fuego para demostrar que sigue su marcha sin tropezones, en una jornada que encabezan Rosalía y Drake. Otro día de puro goce y fiesta juvenil.

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