Un mecánico en la carnicería

EMILIO FERNANDEZ

Emilio Fernández debutó con éxito en la primera fecha del Junior World Rally Championship disputada en la nieve sueca. El piloto trabaja en un taller ubicado al interior del comercio de su padre y su vida gira en torno a la tuerca. Fue quemando etapas durante su joven carrera y tiene hambre. Junto a su copiloto Riquelme, sueña en grande.



La luz de esperanza se abrió en el segundo día de rally. Hicieron la rotación de neumáticos y chequeos básicos antes de comenzar una nueva especial. Nada hacía vaticinar lo que vendría. Nieve intensa caía en Suecia, las huellas presentes en el circuito eran la única guía. "Yo sentía que veníamos volando", expresa con emoción el piloto chileno Emilio Fernández (28). Sí, estaba en lo correcto. "¡Dale, dale, dale, vamos, vamos, vamos!", gritaba con efusividad el copiloto Joaquín Riquelme (28), mientras miraba su reloj. "¿Qué te pasa?", le replicó Fernández. "Dale huevón, parece que ganamos", contestó Riquelme. La felicidad y emoción se subieron a bordo del Ford Fiesta R2T (todos compiten en el mismo). Habían ganado la especial contra todo pronóstico. Todo un hito para la tuerca chilena.

El 15 y el 18 de febrero se corrió la primera fecha del Junior World Rally Championship (Junior WRC) en Suecia. Entre los participantes, Emilio Fernández y Joaquín Riquelme, debutantes chilenos y los únicos competidores de América. "Fuimos con la misión de terminar la etapa y acabó siendo un debut soñado para cualquiera", se sincera Fernández. Ni ellos esperaban acabar séptimos en la tabla general de la fecha y menos haber ganado una de las especiales.

Las condiciones climatológicas en una carrera de rally son un factor crucial. Los chilenos se enfrentaron a algo completamente ajeno y más encima en su debut dentro del Junior WRC. Es que el invierno europeo pega durísimo en Suecia. Nieve y hielo fueron los protagonistas de la odisea, todos los días se hicieron presentes, sin dar tregua. "Era todo nuevo, nunca habíamos corrido en el circuito y menos en esas condiciones. Era necesario colocarle unas especies de clavos a los neumáticos para que el auto no patinara tanto", cuenta Fernández.

Unos días después , plena calle Santa Elena en la comuna de Santiago. "Ahí en el portón azul hay una carnicería.Parece que algo de autos hay ahí", expresa un vecino de forma incrédula. En el frontis no hay nada. Una persona abre la compuerta, está vestida entera de blanco, con ropa para capear el frío. Es la planta de procesamiento de la carnicería Susaron. Al interior hay un galpón con presencia de cuatro autos de competencia e implementos ligados al mundo tuerca. Ahí está Emilio con dos mecánicos, Camilo y Cesar. Es su baticueva de trabajo, donde confecciona todos los detalles ligados a sus autos.

"Mi papá es dueño de esta carnicería", explica Fernández mientras observa autos en su computador. Justamente el padre es el gran impulsor de esta pasión por el mundo tuerca y también el financista de esta nueva odisea que emprendió su hijo. "La familia siempre me ha apoyado en todo. Son el gran sustento y la mayoría se dedica a la tuerca", aclara.

Su vida ha estado desde siempre ligada a los motores. Cuando era pequeño, su padre, mientras manejaba, lo ubicaba en el volante. De hecho, Emilio es ingeniero mecánico de profesión. Siempre lo quiso y sabía que sería así. Sus inicios en el automovilismo competitivo fueron en circuitos de pistas, justamente donde corría el padre, en el conocido autódromo de Las Vizcachas. Las ganas de probar en otras competiciones lo llevaron al Cross Country, categoría todo terreno que se corre en buggies y que tiene presencia en el Dakar. Su padre sigue ahí como navegante, mientras su hermano pilotea. Él buscó otro rumbo.

El gran salto a la velocidad, Emilio lo dio hace dos años cuando se decidió a incursionar en algo nuevo y optó por competir en el campeonato nacional de rally. Un mundo desconocido para él y donde en ese momento no figuraba. Fue donde conoció a su compañero, amigo y copiloto Joaquín Riquelme. "Estaba buscando a un navegante joven y buena onda", cuenta Fernández.

Riquelme es odontólogo de profesión, pero siempre ha estado ligado a la tuerca. Tenía experiencia como copiloto en el campeonato nacional de rally y ésta se combinó con las habilidades al volante de Fernández. Un binomio que nació en 2016 participando de la categoría R2, a bordo de la misma nave que los llevaría años más tarde a debutar exitosamente hace dos semanas en la primera fecha del Junior WRC.

La relación se fue estrechando cada vez más. "Nos llevamos muy bien. Él es más introvertido y nos complementamos bastante", cuenta Riquelme. Los resultados caminaron de la mano con complicidad obtenida. El año pasado tuvieron problemas mecánicos, sin embargo, lo que compitieron se lo adjudicaron. Estaban listos para dar el gran salto.

Querían salir a competir afuera. Ése era el deseo y la ambición. Lo persiguieron con garras y transformaron el anhelo en realidad. Emilio y Joaquín buscaron hasta que dieron con la piedra angular: el Junior WRC. "Lo competitivo es demasiado", aclara Fernández.

Este circuito forma parte del campeonato mundial y tiene como requisito que sus participantes tengan máximo 29 años. Su característica distintiva es que todos los pilotos corren a bordo de un Ford Fiesta R2T. Igualdad absoluta de condiciones, donde milésimas de segundos son los que definen al mejor. En la categoría participan campeones nacionales de Francia y Alemania. "Correr una fecha mundial es un sueño cumplido", dice emocionado Riquelme.

La preparación física es algo fundamental ya que las etapas del circuito mundial demandan alrededor de 18 horas. De hecho, una fecha internacional equivale a tres del campeonato nacional. Para soportar esta carga, ambos entrenan durante la semana y la actividad preferida es la bicicleta. Dicen que ayuda bastante para mantenerse en forma, soportar la agresividad de las curvas y despejar la mente.

La apuesta, pasión y entrega rindió frutos. Fueron a Suecia con las manos vacías y volvieron con la maleta llena de convicción. El binomio se apresta a un nuevo desafío y los nervios del debut ya no existen. "Vamos tranquilos. Ya conocemos los pormenores", dice Riquelme. En abril deberán competir por la segunda fecha del circuito en la ciudad de Córcega, en Francia, a correr en asfalto, otra superficie que no dominan. Otro desafío. Ya estudian lo que será esta travesía.

Emilio Fernández se detiene a pensar en un hobby fuera del mundo tuerca. "Me gusta jeepear", contesta sin salirse de los autos. "Ojalá en dos años esté compitiendo en la mejor categoría del World Rally Championship. Vamos a pelearla con todo", sentencia.

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