Anfitrión en entredicho: lo que arriesga Chile por sus cambios en los protocolos

El plantel de Defensa y Justicia, saliendo de su hotel en Santiago. Foto: AGENCIAUNO

Conmebol descarta castigos, pero si siguen las restricciones operará la lógica de que no se puede jugar en Chile. No entiende que fue el propio gobierno el que aceptó el protocolo y la burbuja sanitaria de los que ahora se bajó. La nueva definición de contacto estrecho es clave. En el resto de países solo se establece si un jugador es positivo o negativo.



Los efectos inmediatos de la caótica semifinal de ida de la Sudamericana entre Coquimbo y Defensa y Justicia, enredada por el coronavirus y los contradictorios y cambiantes protocolos sanitarios, ya están claros: los argentinos lograron salir finalmente de Santiago y el partido se jugará el martes en Paraguay (y la vuelta el sábado en Buenos Aires). Pero las consecuencias del embrollo pueden no haberse acabado. Chile quedó muy en entredicho como anfitrión (los mismos futbolistas a los que no se les permitió jugar el jueves e incluso se trató de que no salieran siquiera de su hotel, podrán hacerlo tranquilamente en Asunción) y comprometió sus localías futuras. Conmebol ya lo dejó claro en su día, los equipos que no puedan garantizar el libre desarrollo de su cordón sanitario tendrán que jugar de local sus partidos en otro país. Y lo sucedido ahora, desdiciéndose el gobierno chileno de unos protocolos en los que exigió medidas concretas para ser aprobados, da fuerza a la advertencia. ¿Habrá calmado los ánimos la diplomacia, las gestiones para revertir la orden de la Seremi y dejar salir del país a los jugadores de DyJ? En la Conmebol no se declaran tranquilos. Y dicen que la posibilidad de que Chile se quede sin localía si no puede garantizar las condiciones que aceptan el resto de países, es real.

La Conmebol quedó descolocada. Respeta que las leyes de los países están por encima de cualquier protocolo particular, pero lo que no les cuadra es que el gobierno negoció y aceptó las condiciones que ahora ha movido. Fue el 20 de agosto, después de varias semanas de incertidumbre, cuando el Ministerio del Deporte validó el protocolo sanitario que permitía el tránsito de las delegaciones que visitaran el país. “Fue una reunión provechosa, porque el organismo acogió los contenidos que para nosotros son esenciales para buscar la aprobación por parte de la autoridad sanitaria que permita que los partidos internacionales se disputen en Chile. Para nosotros esto era muy relevante y por eso se está haciendo el esfuerzo para lograr este objetivo”, declaró, en esa oportunidad, la ministra Cecilia Pérez. El ente rector del fútbol sudamericano aceptó la aplicación de tests de PCR a las delegaciones que ingresaran al país, una medida adicional a las que proponía el plan original. Uruguay fue el otro país que añadió exigencias. También se las aceptaron.

En Luque no entienden qué pasó. No se explican por qué el gobierno, que inicialmente acató y hasta complementó las condiciones, ahora las desconoce. Hay una definición que les sigue dando vueltas: la de contacto estrecho. Esgrimen que Chile es el único país que la aplica. Que en el resto del continente la división es más simple: positivos y negativos. Y que quienes sean portadores del virus son los que deben ser aislados sin afectar los compromisos de sus respectivos clubes o selecciones. Ambas partes, en todo caso, se acusan de incumplir el acuerdo original.

¿Qué arriesga Chile? La posibilidad de sanciones a nivel federativo está descartada. No corresponde. Pero sí arriesga localía si no se soluciona con garantías el desencuentro. Es decir, si no vuelve al acuerdo de agosto. En la cúpula del fútbol sudamericano están conscientes de que Pablo Milad y Coquimbo Unido cumplieron con todas las medidas establecidas en los reglamentos, pero también de que los transandinos estaban atados de manos y se sintieron rehenes. “No pudieron jugar no porque no quisieran, sino porque no se les permitió. Ni siquiera pudieron salir del hotel”, establecen, mientras aclaran que, por otro lado, están obligados a respetar las legislaciones nacionales y que no pretenden vulnerarlas.

El problema, en todo caso, sigue ahí. El temor en la entidad que preside Alejandro Domínguez radica en que Chile se transforme en un país inviable para realizar partidos internacionales. Es decir, en que, en la práctica, las restricciones sigan impidiendo el tránsito de los planteles foráneos sin que en ello quepa responsabilidad de la federación ni de los clubes locales que se clasifiquen a la Libertadores y a la Sudamericana:”Los torneos se van a seguir desarrollando, pero ¿qué pasa si en Chile se obliga a que los equipos cumplan cuarentenas de 14 días”.

El temor se amplía incluso a las Eliminatorias. En marzo, Chile debe recibir a Paraguay que, coincidentemente, es el país que alberga a la sede de la Conmebol. Ni en Luque ni en la FIFA se quieren imaginar a una selección completa con jugadores que hayan debido viajar incluso desde otros continentes retenida en una burbuja sanitaria que, esta vez, claramente se pinchó. Domínguez y Pérez, viejos y enfurecidos contrincantes, tienen la tregua o la guerra en sus manos.

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