Anakena Manutomatoma: “El género no es tema, porque aquí se respeta”

“Hemos aprendido que cada vez que hay un cambio de gobierno, uno tiene que explicarles a los nuevos regentes del país las diferencias que tenemos, cómo llegamos a ser hermanos, todos los acuerdos anteriores. Es medio desgastador”, señala a La Tercera Domingo la presidenta de la Subcomisión de Desarrollo de la Codeipa (Comisión de Desarrollo de Isla de Pascua).


Si el pueblo rapanui dice que algo debe hacerse, se debe hacer", dice Anakena Manutomatoma. No se le escucha, al teléfono, ni enrabiada ni presa de un desborde autonomista ni arengando a nadie, aun si algo de eso podría sugerir el tenor de la cuña o la insensibilidad a lo que llaman traducción cultural. Más bien, la presidenta de la Subcomisión de Desarrollo de la Codeipa (Comisión de Desarrollo de Isla de Pascua), para la cual ha sido dos veces electa por los isleños, está marcando un punto colectivo respecto de un tema espinudo y de amplia repercusión, vinculado a un cuerpo legal de 1966.

La Ley 16.441, conocida como “Ley Pascua”, se promulgó al asumir el Estado chileno la administración de la isla, con el fin de adaptar las leyes nacionales a la idiosincrasia local. Sus artículos 13 y 14 establecen que, ante determinados delitos cometidos “por naturales de la isla y en el territorio de ella” -entre ellos, el robo con violencia, el hurto, la estafa, la violación y el abuso sexual-, puede reducirse la pena en un grado y cumplirse en libertad dos terceras partes de la condena. Y así fue como la defensa de un hombre que en octubre último cometió -y confesó- una violación en la isla, solicitó que se le apliquen estos beneficios.

Hace 10 días, sin embargo, el Tribunal Constitucional declaró inaplicables los artículos en este caso, por afectarse el principio de igualdad ante la ley y por ser estos discriminatorios contra las mujeres. El asunto movilizó a los rapanui, en particular a organizaciones de mujeres, y ha dado nueva fuerza a la realización de una consulta respecto de los artículos 13 y 14, para eliminar los beneficios vinculados a delitos como el que dio origen a la señalada solicitud, no obstante otros elementos del articulado y de la “Ley Pascua” se entienden beneficiosos y se defienden con los dientes apretados (los hay relativos a la propiedad de la tierra, por ejemplo, que ha sido y sigue siendo un tema mayúsculo).

Así las cosas, parece hoy haber un amplio consenso local en pos de una consulta que borre lo inaceptable. Y si el Estado chileno no se aviene luego a validarla, la harán de todos modos, deja ver Manutomatoma. Eso, por más que se considere la consulta no vinculante, pues “para nosotros es vinculante”. Porque “si el pueblo rapanui dice que algo debe hacerse…”. Y así se vuelve al comienzo. También, al principio que subyace al Acuerdo de Voluntades (1888), firmado por Policarpo Toro, no ratificado por el Estado chileno y que la entrevistada analoga al tratado neozelandés de Waitangi (1840) que ingleses y aborígenes entendieron de distinta forma: soberanía para Chile, autonomía para los rapanui.

Usted ha dicho que a veces “es difícil avanzar con los gobiernos [chilenos], porque es difícil hacer entender al Estado que somos una isla, que nos hermanamos con ellos mediante un tratado de voluntades”. ¿Ve hoy una incomprensión encaminada a la comprensión?

Siempre es lo mismo. Entendemos que hay un Estado, más allá de cuál sea el gobierno, y hemos aprendido que cada vez que hay un cambio de gobierno, uno tiene que explicarles a los nuevos regentes del país las diferencias que tenemos, cómo llegamos a ser hermanos, todos los acuerdos anteriores. Es medio desgastador: hay que estar siempre recordando que las decisiones que se toman en Chile nos afectan distinto a nosotros, que estamos en medio del océano Pacífico.

Está el propio caso del coronavirus: cuando la isla estaba sin coronavirus, tuvimos que cerrar los jardines, estaba el colegio cerrado, todo cerrado, porque a nivel país estaba todo cerrado. Nuestros niños tuvieron que quedar encerrados, entre comillas. Y había la necesidad de ir al campo: a lo menos una vez a la semana tenemos que saber ir a conectarnos con el mar, con el viento, con los peces, con toda la naturaleza, no sólo vivir el mundo moderno del trabajo (que el lápiz, que el escritorio, que estar en una oficina). Para nosotros, eso es un problema.

Ahora, hay que explicar todo de nuevo, pero esto, a la vez, nos ha permitido avanzar. Igual, necesitamos tener una autonomía de determinaciones: ser una isla que tenga sus propias determinaciones y no sólo dependa de las determinaciones nacionales o de la V Región. Siempre estamos amarrados, pero hemos ido avanzando, año a año. Gobierno a gobierno, algún grado de autonomía hemos ido logrando.

Autonomía, género y más

La autonomía, como la propiedad de la tierra, son ítems sensibles que generan coincidencias en la isla. Pero no todo es, todo el tiempo, coincidente. Así se vio durante el proceso judicial ya mencionado. Varias semanas antes de la inaplicabilidad establecida por el TC, un amicus curiae, documento judicial presentado a nombre del Consejo de Ancianos y firmado por su presidente, Carlos Edmunds Paoa, incendió la pradera: en el ejercicio de la sexualidad y “en un plano de igualdad”, se lee en una de sus 31 páginas, “puede tener lugar un juego equitativo de roles donde [hombre y mujer] pueden asumir la iniciativa sexual y responder a la falta de interés explícito del otro con violencia o con una ‘fuerza grata’ necesaria para vencer la oposición del otro al acto sexual como demostración de erotismo, sensualidad, fortaleza y decisión”.

En carta del 14 de agosto, Edmunds Paoa afirmó que no había leído ese pasaje y pidió “sentidas disculpas” a las personas que se sintieron afectadas, “especialmente a las mujeres”. Según consigna El Correo del Moai, el texto ya había generado “la indignación de gran parte de la comunidad, especialmente a través de las redes sociales”.

¿Hubo controversias previas en torno a estos artículos o esto se desató con el caso de la violación?

Desde el movimiento de las organizaciones de mujeres, encabezadas por Tiare Paoa, del Centro de la Mujer, se fue llevando esto. En 2015 o 2016, se acercaron a la Codeipa y solicitaron analizar los artículos 13 y 14. Tuvimos tres senadores que escucharon la solicitud de la isla e hicieron mociones parlamentarias. Luego tuvimos la consulta del Estatuto Especial [2016-17], y después salió una propuesta de Lily Pérez. Nosotros habíamos trabajado con Ley Indígena, cambio de nombre de la isla y un montón de cosas, y sabíamos que mientras no hubiese un empuje de parte del Ejecutivo, se iban a quedar las mociones parlamentarias todas durmiendo.

¿Cómo ve el episodio de la carta firmada por Carlos Edmunds?

En cierto modo, para algo tan malo, terminó siendo algo bueno, porque volvió a poner el tema en el tapete, y se está generando mayor conversación sobre los artículos. Efectivamente, el presidente del Consejo de Ancianos dio un mandato y leyó una parte del texto, y las personas que hicieron la presentación colocaron cosas que no correspondían, y por eso él, posteriormente, rectifica y envía un nuevo documento al TC.

Las relaciones entre géneros o la ola feminista de 2018, ¿han sido parte de la discusión?

Lo que pasa es que el género no es tema, porque aquí se respeta: se respeta el género, la diversidad de género. El tema feminista ha estado saliendo un poco, se han agrupado más las mujeres, pero yo creo que este tema va más allá de si es feminista o no feminista, porque pueden violar a un hombre o a un niño. Yo creo que va más allá del sexo.

¿Usted dice que en la isla hay una igualdad de género que quizá no se da en otros lugares?

Sí.

¿Sí?

Sí.

¿Es algo que ya existía, sin necesidad de un reglamento?

Si te das cuenta, en la isla tienes un alcalde y tienes una gobernadora; en la Codeipa tienes tres mujeres y dos hombres, en el concejo municipal tienes tres de seis concejales mujeres...

Desde antes de Chile

Con relativa satisfacción, cuenta Manutomatoma que hoy tienen los isleños a su cargo el 43% de las tierras mediante la administración del Parque Rapa Nui y que las 200 millas del Área Marina Costera Protegida son administradas por un consejo con representación rapanui, aun si “siempre hay que estar [supeditados] a la voluntad de los nuevos representantes del gobierno”. Agrega que hay “muchas decisiones que vienen tomadas del continente y que aquí no se pueden ejecutar”, y que “cuando uno les solicita que se haga algo especial para la isla, no es porque los rapanui nos creamos de otro mundo, sino que por la distancia geográfica y la diferencia cultural que existe -la cosmovisión del territorio y cómo funciona-, es como debiesen recepcionarse las cosas”.

¿Qué tan cercanos siente a otros pueblos originarios, en especial de cara a un eventual proceso constituyente?

Para nosotros es importante apoyar a los pueblos originarios. Somos parte de esos pueblos, el dolor de ellos es el mismo dolor de nosotros. Respecto de la constituyente, es un derecho de los pueblos originarios formar parte, tomar parte en la discusión. Tenemos para entregar a Chile algo que tú, ni con todo el dinero del mundo, lo vas a tener: antes de que Chile se construyera, los pueblos ya estábamos, y la sabiduría de cada pueblo podría emanar de una Constitución chilena. Si estamos hoy hablando nuestra lengua y sabiendo nuestra historia, es porque corrió mucha sangre antes de que pudiéramos seguir naciendo.

Y está el tema de los escaños parlamentarios...

Los escaños parlamentarios son una deuda histórica. Imagínate: amplían los escaños para el resto de los chilenos y no son capaces de reservar nueve para los pueblos originarios.

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