El camino de Lavín: “Tengo que convencer a la centroderecha de que un gobierno de derecha típico no resulta”

“Ni de izquierda típico tampoco”, plantea ya lanzado en su tercera candidatura presidencial. Su propuesta no es solo la integración social, sino la integración política: “Lo que yo quiero es ganar con un mandato que sea oiga, cuando usted gane, no va a gobernar solo con los que ganaron. Usted va a llamar a los que perdieron o a los que quieran venir de los que perdieron y les va a decir: trabajemos juntos”.


El jueves 31 de diciembre, a Joaquín Lavín (67 años, siete hijos, ocho nietos) justo le tocó comenzar un nuevo cuaderno. Era tarde, y los funcionarios de la municipalidad ya se habían ido a sus casas. En la primera hoja, el alcalde comenzó a delinear su discurso de despedida. Al día siguiente, terminó de concretar la decisión. Volvió al edificio municipal y, solo en su oficina, se convenció de que no era correcto inscribirse para la reelección de alcalde cuando en realidad lo que quiere es ir a la presidencial.

-Te diría que tres cosas pesaron mucho: uno, mostrar que es como un signo del nuevo Chile, que uno está dispuesto a dejarlo todo. Está dispuesto a tomar una decisión sin red de protección. O sea, me duele la decisión, me dolió la guata con la decisión, porque son cosas que humanamente no son fáciles. Pero al mismo tiempo había que decir “ya, me la juego”. Además, sentía que era más honesto desde el punto de vista de los vecinos decirles esto, porque ser su alcalde requiere el 100% de las energías.

Ese 1 de enero, Lavín volvió a su casa y le dijo a su mujer, María Estela León, lo que ella sospechaba hace tiempo: que irá por tercera vez a la carrera presidencial.

¿Qué le dijo? ¿Y sus hijos?

Los hijos son todos distintos y a algunos les gusta más la política que a otros; otros vivieron la campaña del 99 cuando eran adolescentes y, por tanto, le tienen más resistencia al tema. Los más jóvenes eran guaguas, y por tanto, es una novedad para ellos. Pero lo importante era la María Estela. Bueno, ella me quiere demasiado, entonces me apoya.

Y después de la familia, hablé con Ernesto Silva, que ha sido un apoyo bien importante para mí, y especial, porque la persona más amiga mía era su papá. En la campaña del 99 él era un niño que circulaba por la casa cuando hablábamos de estas mismas cosas. Y la tercera persona, por una razón de fair play, fue la Evelyn Matthei. Fui para su casa, comimos un pan de Pascua que ella misma había hecho, y le dije: voy a hacer esto.

¿Y qué le respondió?

Son conversaciones privadas. Pero tenía que decirle a Evelyn. Y después hice una lista de las personas a las cuales yo sentía que debía decirles personalmente antes de que lo supieran por la prensa. Con Javier Macaya, presidente de la UDI, hablé el martes, y el miércoles llamé a los 10 concejales de Las Condes, y a Mario Desbordes y a Sebastián Sichel.

¿Y al Presidente no le avisó?

No, pero sí llamé a Rodrigo Delgado y a Jaime Bellolio.

Estirar los 2/3

¿Influyó en esta decisión el hecho de que haya salido más competencia al interior de la centroderecha para la presidencial? De hecho, en una encuesta Cadem que medía la primaria de la derecha, Evelyn Matthei salía mejor posicionada que usted.

No, lo que influyó fue la fecha.

De encuestas está lleno, todas las semanas aparecen, entonces tú no puedes tomar decisiones importantes por eso. Esta decisión es de convicción profunda. Es decir, “mira, yo siento que quiero hacer esto porque creo tener el mejor proyecto para Chile”. Y yo sé que es difícil, casi más difícil la primaria de Chile Vamos que la segunda vuelta. Pero obedece a ese convencimiento.

A veces uno toma estas decisiones por razones políticas o de estrategia. El año 99 era obvio que yo tenía que ser el candidato, porque por lejos en la centroderecha yo era la persona mejor evaluada, pese a que la distancia respecto de Lagos era sideral. Aquí no, aquí fue como de decir “mira, yo tengo que hacer esta cuestión”. Ahora, ¿es difícil? Sí, es súper difícil. ¿Una primaria ultracompetitiva? Sí. ¿Con Jadue y Jiles que es muy difícil? Sí, es muy difícil. Pero tengo que hacerlo. Y si no resulta, bueno, no resulta, me voy para la casa. Pero tengo que jugármela por lo que estoy creyendo en este minuto, que es lo que hay que hacer en Chile.

¿Y qué es lo que hay que hacer? ¿Cuál es ese proyecto?

Son dos cosas. Una es la integración social, pero en un sentido más de fondo. De las cosas que yo he dicho en Las Condes y me han conmovido, está la torre social de la Rotonda Atenas, por el impacto que causó. Primero hubo un rechazo de los vecinos, pero después vino el estallido social y creo que la gente hoy día se da cuenta de que eso era lo que había que hacer. También me ha marcado en el último tiempo el colegio municipal nuevo. Se llenaron los cupos en 12 minutos. Entonces, uno dice, chuta, qué diferencia con otros lugares. Aquí la gente se pelea por estar en la educación pública y en otras partes no. Prefieren otro tipo de colegio. Y también diría yo, lo que hemos hecho en la seguridad.

Para mí, el sueño es hacer realidad esto de que todos vivamos en el mismo Chile. Porque hoy no es así. No estoy hablando de las desigualdades de ingreso, sino que estoy hablando de una cosa como más obvia, que son los servicios que presta el Estado. No son iguales en todo Chile. O sea, aquí si te asaltan, va a llegar seguridad ciudadana y te va a evitar el asalto. En otra parte no va a llegar nadie. O aquí tienen parques bonitos, allá no tienen. Acá, el consultorio atiende súper bien, en otras partes no. Eso requiere reformas muy profundas, pero es un camino que tiene que partir.

Y lo segundo, es que solo se pueden hacer a través de grandes acuerdos. Y ahí voy a lo del gobierno de convivencia nacional. Si no logras armar acuerdos grandes, ninguna de estas cosas pasa a ser posible. Esto que le está pasando a Sebastián Piñera, y también le pasó a Michelle Bachelet; los gobiernos de derecha o de izquierda clásica están entrampados. Hay una oportunidad en el sentido de que el gobierno que viene, es el primero de un ciclo nuevo. Le va a tocar como echar a andar la nueva Constitución, que es una nueva manera de sentir Chile, de mirar Chile.

¿Y eso no le da vértigo?

Sí, pero al mismo tiempo, es la gran oportunidad que Chile tiene. Porque es la manera de ponernos de acuerdo de nuevo. Porque ahí va a haber un ejercicio en que esta hoja en blanco se va a tener que acordar por dos tercios para llenarla.

Entonces, la manera de encarar cambios tan profundos que afectan la vida diaria de la gente es a través de que esos acuerdos por dos tercios se prolonguen en un nuevo gobierno. Que el primer gobierno del nuevo ciclo alargue el espíritu de los dos tercios y lo lleve a la realidad. Es decir, “ok, esto no puede quedar sólo en la Constitución”. ¿Cómo vamos a enfrentar la delincuencia? ¿Cómo vamos a enfrentar el narcotráfico? Necesitamos acuerdos. ¿Qué va a pasar con La Araucanía? A lo mejor vamos a tener que cambiar la Ley Antiterrorista o que la inteligencia policial hay modernizarla. Y para eso se necesitan grandes acuerdos.

Pero es bien difícil que ocurra.

Es difícil, nunca ha pasado en Chile. Pero en otros países sí. Hay momentos especiales en la vida de los países en que esto pasa y, por lo tanto, lo que yo quiero es ganar con un mandato que sea “oiga, yo quiero que usted gane, pero cuando usted gane, no va a gobernar solo con los que ganaron. Usted va a llamar a los que perdieron o a los que quieran venir de los que perdieron, y les va a decir: trabajemos juntos”. Eso es lo que quiero hacer.

¿Esa es una garantía de Joaquín Lavín candidato presidencial hoy?

Por supuesto, y eso es lo que lo hace más difícil hacia la derecha.

Podría gobernar con el Frente Amplio, con el Partido Comunista?

Yo he hablado más bien desde la centroderecha hasta la socialdemocracia, porque eso es lo que me parece que es lo más natural y es lo más probable que se dé en la convención constitucional, cuando hablemos de los acuerdos por dos tercios. Porque siempre va a haber grupos que no van a estar de acuerdo. Pero da lo mismo, no quiero encasillarlo en partidos políticos, porque cuando uno hace esa pregunta hoy, te van a decir: “Yo jamás estaría con tal persona, cómo se te ocurre”. Pero distinto es que la opinión pública tenga también convicción sobre esto y te dé un mandato sobre esto. Eso es lo que hay que lograr.

Cuando habla de convivencia nacional, ¿en un gabinete eso significaría, por ejemplo, que no sería pura gente de partidos?

Por supuesto, tiene que ser un reflejo de la diversidad social y cultural de Chile y de la diversidad política de Chile, para lograr el objetivo.

La primaria más difícil

Es su tercera candidatura presidencial. ¿La tercera es la vencida?

No tengo idea si va a ser la vencida. La veo distinta a las otras veces. Yo nunca pensé ser candidato presidencial de nuevo. Nunca pensé siquiera ser alcalde de Las Condes de nuevo. A veces la vida cierra una puerta, pero Dios abre una ventana o se van abriendo ventanas que uno no sabe. Hay que dejarse llevar. Y la veo como distinta a las veces anteriores, porque hoy está todo abierto y con una paradoja única, que es que yo soy más fuerte en las segundas vueltas y menos en la propia centroderecha, entonces tengo un desafío adicional que es en seis meses convencerla de que este es el proyecto que Chile necesita.

¿Por qué cree que le va mejor en otros sectores que en el suyo? ¿Cambió Joaquín Lavín o cambió el electorado?

Bueno, Chile es distinto y yo soy distinto. Por la experiencia, por la forma de pensar, porque tú te das cuenta de que las cosas no son blanco y negro. Porque, en el fondo, las cosas que yo digo o hago no responden como a los patrones de la derecha más clásica. O sea, por ejemplo, el solo hecho de haber estado por el Apruebo, por ejemplo, y en Las Condes ganó el Rechazo.

Ahora, yo lo que tengo que convencer a la centroderecha es que un gobierno de derecha típico no resulta. Y de izquierda típico tampoco. No tiene que ser un gobierno de derecha ni de izquierda. Tiene que ser con la derecha y con la izquierda. Si tú quieres resolver los problemas de la gente de verdad, desde los más obvios, como la delincuencia, requieres de acuerdos amplios y hoy día no está el país para eso, no está la situación para eso. Entonces, eso es lo que hay que cambiar, esa dinámica.

Una de las cosas que se le ha criticado en todas sus campañas es que tienen mucha genialidad, pero falta de un proyecto político profundo, de densidad política. ¿Qué responde a eso?

Bueno, yo creo que esto es todo lo contrario. O sea, a mí siempre se me van a criticar, pero yo ahora lo veo al revés. O sea, lo que yo tengo ahora es el proyecto que Chile tiene que hacer: es la integración social, es el gobierno de convivencia nacional. Y hay que abrirle los ojos a la gente de eso. Y a eso me quiero dedicar.

Hugo Herrera, por ejemplo, decía en La Tercera que Lavín tiene arrebatos de genialidad, pero Mario Desbordes tiene un proyecto político más sólido con su tesis de la derecha social.

Tengo el mayor respeto por Mario Desbordes, y aquí todo suma. A mí no me gusta hablar de la derecha social, porque yo creo que lo que hay que hacer no es un gobierno de derecha, ni de izquierda, pero entiendo a lo que se refiere. Pero yo creo tener un proyecto político profundo.

En su anuncio del miércoles dijo que quería ayudar a sanar Chile. ¿Por qué cree que puede ayudar usted a eso?

Lo primero es que yo creo que Chile necesita sanar. Esto yo se lo escuché a Joe Biden, diciendo que Estados Unidos necesita ser sanado. Y Chile necesita lo mismo, con una diferencia quizás: que en Estados Unidos el país es el que está polarizado. En Chile, es la clase política.

El otro día salió en televisión el discurso de Patricio Aylwin en el Estadio Nacional, poco después de que asumió, cuando dijo: “No, señores, esto tiene que ser con civiles y con militares”. Y si lo miras hoy, Patricio Aylwin fue un sanador. De alguna manera, después del estallido social, después de la pandemia, después de la crisis económica, la polarización que hay en la política, hay que hacer los cambios que Chile requiere y por eso creo que tiene que ser con grandes acuerdos. Y hay que volver a calmar las pasiones, a sanar.

Para poder hacer todo esto le tiene que comprar el discurso su propio partido, los parlamentarios de la UDI. ¿Cómo va a ser ese camino?

Una cosa que he hecho este tiempo, privadamente, son muchas reuniones. Con empresarios, con personas con centros de pensamiento, explicándoles este proyecto. Y ahora me toca hacer lo mismo con los parlamentarios. No solo la UDI, sino también de los otros partidos. Y empezar a convencer más a la opinión pública sobre esto. Pero ya la decisión está tomada, el camino es este y aquí hay que echarle para adelante.

El próximo gobierno va a atravesar un período de alta convulsión social, debate difícil y en el que probablemente las reglas del juego van a cambiar en el camino. ¿Cómo lo toma?

Hay dos maneras de mirarlo. Desde el punto de vista humano, uno dice: ‘Chuta, ser Presidente hoy día en Chile es una moledora de carne’. Entonces, hay que estar muy convencido de lo que uno quiere hacer, para entrar a este desafío. Pero también lo veo como una oportunidad, porque este va a ser un año muy decisivo y vale la pena jugarse. En una de estas, la Constitución nueva va a facilitar lo que yo te estoy diciendo: los gobiernos de coaliciones más amplias, a lo mejor el sistema tan presidencial que tenemos va a ser distinto.

¿Le gustaría ir hacia un sistema más semipresidencial?

Exactamente, que ponga los incentivos en las coaliciones amplias, en los acuerdos.

El miércoles, cuando tuiteó que iría a la presidencial se llenó de fotos suyas con Pinochet. ¿Cómo asume ese costo?

Cada uno tiene su historia y la historia es la que es. Ahora, quizás porque yo sé de dónde vengo, tengo claro también adónde Chile tiene que ir, que es algo totalmente distinto. Pero cada uno tiene su historia y eso es así. Y obviamente que creo que ya la gente me conoce y sabe cuánto he cambiado.

Más igualdad, más impuestos

Cuando habla de integración social, quizás su sueño es que el país sea como Las Condes, pero eso pasa por un asunto de recursos.

No exactamente así, pero por lo menos en los servicios del Estado, que sean los mismos en todas partes. Eso pasa por recursos y por reformas grandes que van a requerir acuerdos. Y modernización del Estado, todas esas cosas.

¿Y qué pasa con los impuestos? ¿Es partidario de que las personas que son más ricas tengan un impuesto más alto para subsidiar este tipo de proyectos y alcanzar más rápidamente un país más igualitario?

De todas maneras en el Chile del futuro la carga tributaria va a ser mayor que la actual. Pero no puede ser altiro, porque uno de los punto importantes de esto es que los cambios son muy profundos y no se puede cortar el elástico de la economía. Tienes que seguir generando riqueza y seguir generando empleo, la economía hoy no resiste que aumentes ahora la carga tributaria. Pero en dos, tres o cuatro años más, obviamente que eso va a pasar. Y va a haber que generar un camino hacia eso. Porque esto va a ser una mezcla entre lo que tenemos hoy día, con un Estado más de bienestar.

¿Un impuesto a los superricos, por ejemplo?

Yo creo que no, porque tienen que ser impuestos que sirvan, que recauden. Hay algunos que son bonitos eslóganes, son simbólicos, pero en el fondo no da. Tienen que ser impuestos que realmente recauden.

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